Ética, estética y legalidad en el respeto a la tradición artística de Toledo

En la memoria de muchos toledanos de cierta edad anida el temor que recorría el cuerpo cuando, en tiempos pasados, se acometía una obra de rehabilitación o de construcción: “Si aparece un resto arqueológico o de interés artístico se lo lleva al museo de Santa Cruz Matilde Revuelta o te paraliza la obra la Dirección General de Bellas Artes”, se decía. Y, resignadamente, se sabía que tenías que poner teja árabe, carpintería de madera en vanos de puertas y ventanas y construir con ladrillo visto. Eso sí, José Manuel González Valcárcel o Chueca Goitia se permitían realizar un fachadismo tipista de entramado visto en torno a Santiago del Arrabal o construir un edificio neo-medieval de cierto empaque en el solar que había sido colegio de Maristas.

Hoy, en todas las retinas de los toledanos resaltan los dos edificios que se levantaron detrás del colegio de las Carmelitas, en plena Vega Baja, en colores grises y negro, con cubierta plana. Total, dijeron algunos, ya estamos acostumbrados a ello viendo que la propia Junta de Comunidades ha construido a pocos metros una Consejería, la de Fomento, con la misma estructura, materiales y colores, ¡y junto a un complejo declarado Bien de Interés Cultural, la Fábrica de Armas! “Ancha es Castilla”, exclaman los castizos.

Hace pocos días, la alcaldesa, ufana, se dejaba fotografiar en la terraza de un edificio de promoción privada, situado frente a la Estación de Ferrocarril, otro Bien de Interés Cultural y, de nuevo vemos, cual si fuera un rutilante barrio de la periferia urbana de, dígase Madrid, Parla o cualquier otro espacio urbano de postín, utilizando materiales, diseño y colores ajenos totalmente a la tradición artística y edificatoria de nuestra ciudad.

¿Ética? ¿Estética? o ¿Legislación? Porque, a todo esto, la Consejería de Educación, Cultura y Deporte no ha dicho ni mu. Y así nos quedamos, ¡dando ejemplo!