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El fiasco en ventas de la segunda parte del Quijote

Composición realizada por Estrella Cobo Andrés

Alonso Manuel Cobo Andrés. Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan

El Quijote de Cervantes es el libro más traducido después de la Biblia, consta de dos partes, la primera publicada en 1605, titulada El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, fue un éxito de ventas y de aceptación por parte del público y que sólo en su primer año de vida tuvieron que estamparse seis ediciones en castellano. También a nivel europeo alcanzó gran repercusión traduciéndose de forma inmediata al inglés en 1612 (Edición de Thomas Shelton) y al francés en 1614 (edición de Cesar Oudin).

De todas formas, en nuestro país sus seis ediciones supusieron un éxito relativo, no siendo el best seller de la época, gozando de ese honor El Guzmán de Alfarache, obra publicada en 1599, escrita por Mateo Alemán y de la que se imprimieron nada menos que veinte reediciones en sus primeros cinco años de vida.

Hubo que esperar diez años para que el público pudiese leer la segunda parte del Quijote de Cervantes, titulada El ingenioso Caballero Don Quijote de Mancha, fue impresa en 1615 y nadie esperaba ya una continuación por parte del autor, así lo reconoció el biógrafo cervantino José Manuel Lucía Megías en una conferencia titulada “Cervantes, una vida por narrar” en la programación del #Querote19, hasta el punto que según el experto estudioso de la obra de Cervantes al fallecimiento de Francisco de Robles (ocurrida en 1623, ocho años después de la edición de la obra), aún quedaban sin vender en sus almacenes 366 ejemplares de una única tirada (que en la edición Prínceps de la Primera Parte sabemos que fue de entre 1.500 y 1.750 ejemplares).

Como es sabido antes de la publicación de la segunda parte de Cervantes en 1615, fue publicada en 1614 una continuación de las aventuras de don Quijote, la segunda parte apócrifa de un desconocido que utilizó el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, de la cual, sabemos que hubo al menos dos ediciones, gracias al investigador cervantino Enrique Suárez Figaredo -toda una autoridad en el tema-, que se percató que de los cuatro ejemplares que disponía la Biblioteca Nacional de España del Quijote de Avellaneda, uno de ellos era diferente tratándose de un ejemplar de la primera edición y correspondiendo los otros tres a la segunda. Es decir, que de la segunda parte del Quijote conocido como de Avellaneda, hubo más ediciones que de la del propio Cervantes.

Resulta una verdadera paradoja que siendo la segunda parte de Cervantes muy superior en estilo y en recursos literarios a la primera y en la que realmente vertió el autor su experiencia y su sabiduría, al final resultase un fiasco en las ventas y no obtuviera el esperado éxito. Al final el tal Avellaneda pareció salirse con la suya, cuando ya en el prólogo de su obra le comunicaba a Cervantes que con su continuación de la primera parte iba a dejar en un segundo plano a la segunda de Cervantes (de la que éste ya había anunciado su salida a la luz en el prólogo de sus Novelas ejemplares publicadas en 1613) y poniendo negro sobre blanco que le iba a quitar la ganancia de la novela de Cervantes anticipándose así a su publicación.

Otras obras de Cervantes que tuvieron gran éxito, más incluso que la primera parte del Quijote, fueron las ya mencionadas Novelas ejemplares publicadas en 1613, de estas hubo 8 reediciones entre 1613 y 1622 (sin ejemplares en inventario fechado en 1623 de Francisco de Robles ) y por la que pensaba Cervantes que iba a pasar a la posteridad (no fue así), pero que en su momento fue la que más prestigio le dio, titulada Los trabajos de Persiles y Sigismunda, con sus 5 reediciones en 1617 en 5 ciudades diferentes, Paris, Barcelona, Valencia, Pamplona y Lisboa.

En el momento de su impresión el Quijote se valoró por los lectores de la época especialmente por su carácter humorístico y no trascendente, no alcanzando otro nivel de lectura, que el cómico.

Los lectores ingleses y alemanes del siglo XVIII, fueron los que otorgaron la relevancia mundial que hoy tiene, especialmente el romanticismo alemán, que según expone Francisco Rico en su trabajo Tiempos del Quijote, quisieron ver en don Quijote una exaltación del idealismo.

La segunda parte de Cervantes es sin duda la más genial de todas sus obras, pero ni los lectores de la época, ni los de dentro de nuestras fronteras lo valoraron así, sino que tuvieron que ser los extranjeros quienes pusieran en valor las virtudes que la obra atesora.

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