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El médico de Burgos que volvió de una baja para luchar contra el virus que lo mató

Félix Pinedo.

Ángel Villascusa

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En junio, Félix Pinedo, un médico de atención primaria de Burgos, decidió volver de su baja para incorporarse a la lucha contra la pandemia. De nada sirvió que su familia y sus compañeros del centro de Salud de los Comuneros, en la capital burgalesa, trataran de disuadirlo. Tenía 61 años, había sufrido un accidente cerebrovascular y tenía una salud delicada. Era grupo de riesgo y lo sabía. Pero nada le hizo cambiar de opinión: estaba decidido. El doctor Pinedo se empeñó en luchar contra el mismo virus que acabó costándole la vida. “Es lo que tengo que hacer”, le dijo a sus compañeros.

A su hija Carlota se le quiebra la voz cuando le recuerda. Sigue hablando de él en presente, como si no se hubiera ido, como si siguiera pasando consulta, y corrige al cerciorarse de que falleció el pasado martes en una cama de UCI. “Era muy buena persona, muy cercano y cariñoso. A veces serio, pero nos supo trasmitir buenos valores”, recuerda. Llevaba su vocación, la medicina, por bandera. Para él era una parte fundamental de su vida, seguía estudiando y aprendiéndose, y no era extraño que se llevase la preocupación a casa.

Una vocación forjada tras años de profesión en la provincia de Burgos. Estudió en Valladolid y empezó a trabajar en el Hospital San Juan de Dios, un centro de carácter privado y sin ánimo de lucro de Valladolid. Compatibilizó años de carrera en la sanidad pública con la privada. Se recorrió la provincia de Burgos como médico rural pasando consulta en los pequeños municipios, donde el contacto con los pacientes se vuelve estrecho. “Me han escrito varios paciente para darme el pésame y para recordarme lo bien que les trató mi padre. Era muy atento y delicado con ellos”, cuenta Carlota al borde de la lágrima.

“Era un todoterreno”, resume el doctor Pablo Puente, coordinador del centro de Salud de los Comuneros, donde Félix empezó a trabajar hace apenas tres años. “Para él fue un reto venir aquí, pero no pareció preocuparle demasiado”. Después del ictus que sufrió tuvo que reinventarse. Las guardias médicas y los viajes por carretera interminables en la provincia tenía que dejarlos a un lado. Sin embargo, no perdió la energía. “Es un centro con mucho trabajo, con oferta formativa y suponía un cambio para lo que había hecho hasta el momento”, resume Puente.

Su compañero recuerda su afabilidad y compromiso. Seguía estudiando, ayudaba a los nuevos médicos en formación e incluso se incorporó a la Red Centinela, de control y análisis del virus de la gripe. “No decía a nada que no. Profesional y humanamente aportaba mucho. Nos deja una huella imborrable”, resume el coordinador. Las muestras de apoyo no han dejado de llegar este viernes al centro burgalés, que le ha homenajeado con un minuto de silencio, al que han asistido los hijos de Félix y su mujer, auxiliar de enfermería.

La consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado, telefoneó este jueves a la familia para mostrar sus condolencias. Su historia, creen sus compañeros del Colegio de Médicos de Burgos, es un “ejemplo” para la profesión. Según cuenta el coordinador del centro burgalés en el que pasaba consulta, los intentos porque se quedara en casa fueron inútiles.

“En junio me dijo que volvía porque sentía que hacía falta. Era consciente de que era vulnerable, así que no le dejamos ver a pacientes respiratorios por si podía contagiarse de COVID”. Estuvo trabajando hasta la misma semana en la que fue ingresado en el hospital. “Ha caído en la batalla, defendiendo la atención primaria”, concluye el doctor Pablos. Su hija Carlota se queda con el recuerdo que les deja y con las abrumadoras muestras de cariño. “Reconforta sentirte orgulloso del padre que tenemos. Que teníamos”.

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