Los crímenes, bombas y lucha de clases que forjaron Barcelona
Hay algo más que sangre en los crímenes. También ayudan a explicar una ciudad, con sus tensiones sociales y políticas. Esta es la propuesta que desarrolla el periodista Jordi Corominas en 'La Ciudad Violenta' (Península, 2021), una ruta por la historia revolucionaria y criminal de Barcelona.
Si alguien espera del libro un 'true crime' de Netflix en papel, con detalles escabrosos, se llevará una decepción. La obra está profusamente documentada. Corominas ha rebuscado en los archivos para dotar de una gran precisión al relato y narrar así la historia de la Barcelona contemporánea a partir de la violencia, una misma moneda con dos caras, el crimen y el conflicto social.
El autor reivindica este género, que ve muy presente en Europa pero menos explorado en nuestro país. “Nos falta cultura criminal, intentar reconstruir la realidad a través del crimen. En Italia o Francia las estanterías están llenas de este tipo de libros y tienen tan valor histórico como si se abordaran la primeras elecciones democráticas. Mientras no asumamos que la violencia y el crimen son parte de la historia, los seguiremos viendo como un mero objeto de distracción”, asevera Corominas en conversación con este diario.
El libro arranca con la violencia política de las 'bullangues' y las tensiones obreras del siglo XIX pero llega hasta nuestros días, e incluso se atreve a aportar una tesis sobre la violencia en el procés. El pasado anarquista y violento de Barcelona emerge en toda plenitud frente a la ciudad “idílica y de postal” que, critica Corominas, la izquierda todavía vende. “Se ha querido silenciar a la Barcelona obrerista, solo hay que mirar el callejero”, apostilla.
La primera parte del libro se detiene en analizar episodios como la Setmana Tràgica o el pistolerismo, cuando la patronal decidió contestar a los avances obreros (conseguidos también a través de la violencia) directamente con disparos. Corominas lamenta que existan pocas obras que traten el pistolerismo en profundidad “cuando en otro lugar del mundo sería objeto de películas” y estaría mucho más arraigado en la cultura popular.
El pistolerismo, destaca Corominas, es un episodio caudal para definir la ciudad moderna: “Se quiere culpar al obrerismo del componente violento, pero es la patronal la que ataca más. Es una reacción a la organización obrera y a la consecución de sus mínimos objetivos”.
El conflicto social se entremezcla con lo criminal desde el inicio del libro. Paradigmático es el caso de Enriqueta Martí, la mal llamada 'Vampira del Raval'. Para Corominas no es casualidad que, pese a que en realidad solo se hallaron huesos de animales en su casa, la prensa de principios de siglo la presentara como una proxeneta y asesina de niños. La criminalización de una mujer del lumpenproletariado fue un chivo expiatorio para desestabilizar la lucha femenina que había empezado a obtener sus primeras victorias.
Más de medio siglo después, y con otra mujer como protagonista, los bulos también se entremezclan con la verdad en el asesinato de la prostituta Carmen Broto, que conmocionó a la Barcelona de la posguerra. Su caso inspiró la ficción de Juan Marsé en 'Si te dicen que caí', pero el problema fue, destaca Corominas, que más tarde “algunos periodistas siguieron contando una mentira”.
“Los elementos de clase en el crimen aparecen porque Barcelona es una ciudad muy estratificada”, explica Corominas. En la obra también está muy presente la geografía de la ciudad, “Los crímenes de periferia son crímenes moralizantes, sirven a la prensa para decir que la gente de la periferia es mala; en cambio los crímenes del centro de la ciudad sirven par crear misterio”, destaca el autor.
Durante el franquismo la dictadura también abusa de los bulos para relacionar violencia con la inmigración (algo que no ha pasado de moda). La década de los 70, que marca la recuperación de la democracia, es una de las que más interesan a Corominas. Se mezclan los crímenes “protagonizadas por personajes que parecen salidos de series o películas” con la vuelta de la violencia política, con los casos Scala (un montaje contra el anarquismo que intentaba reflorecer tras ser aplastado por el franquismo) o Bultó.
Tampoco olvida el autor la historia de antes de ayer. Corominas propone un procés como reacción de la clase nacionalista catalana dirigente al miedo de perder la calle tras la explosión del movimiento 15-M, logrando el control de la masa que se jalonaba con discursos prometiendo la independencia. “El día de plaza Urquinaona es muy metafórico”, advierte el periodista. “Hay dos manifestaciones, una muy violenta, a cien metros de distancia pero sin contacto entre ellas, y los que están en la plaza están en un sitio del que no pueden salir”. Quien estuvo allí puede dar buena cuenta de ello.
8