“La mayor parte de las personas atendidas por los servicios sociales de salud mental no tienen trastornos. Lo que sí tienen son síntomas como el sentimiento de culpa, la idea de no tener control sobre sus vidas, o la desesperanza”. Así define José Moya las conclusiones iniciales de un estudio del Observatorio de Salud Mental de Cataluña sobre las consecuencias psicológicas del desempleo en personas de entre 45 y 60 años. El trabajo lleva como título Impacto de la crisis económica en la salud mental de la población. Se ha realizado a partir de entrevistas con usuarios adultos de los servicios de Salud Mental de las áreas de salud de Sabadell, Sant Feliu de Llobregat, Martorell y Barcelona, y se ha presentado este jueves en el congreso de parados mayores de 45 años celebrado en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona).
Moya explica que la mayor parte de los parados que han sido entrevistados para realizar los estudios “muestran el deseo de convertirse en invisibles”. Optan por aislarse, por no salir de casa o, si lo hacen, hacerlo de noche y solos, asegura. “La idea que se desprende de lo que explican estos parados es la desesperanza. Tienen intención de desaparecer, no de morir ni nada que se pueda interpretar así. Muchos afirman que querrían no despertarse cuando se van a dormir”. Todo ello es el efecto de enviar miles de currículos y tocar a mil puertas sin recibir respuestas. “Es tan dura su situación que afirman su deseo de dejar de pensar”, puntualiza Moya que Sin embargo, deja claro que son sensaciones y sentimientos que mostrarían síntomas, pero que no se pueden identificar de ninguna manera como enfermedades mentales. La proporción de enfermedades mentales sería en este colectivo similar al resto de la población.
La diferencia entre enfermedad y síntomas es que, si a cualquiera de los parados se le ofreciera el trabajo que necesita, desaparecerían todos los indicios que ahora le afectan, afirma Moya. “Otro aspecto en el que coinciden los parados es en sentirse culpables”, dice el psiquiatra. Muchas personas que buscan trabajo terminan pensando que la culpa de su situación es sólo suya. Estas personas, especialmente vulnerables, ven como son objeto de chistes hirientes o comentarios de vecinos en los que ellos figuran como los causantes de su propia mala situación. “Es el discurso del que se jodan, que dijo aquella diputada en el Congreso”, dice el doctor Moya.
Y eso teniendo en cuenta que, según opina Moya, todo el mundo sabe cuál es el origen de la crisis y del paro. Se encuentra en la séptima avenida de Nueva York, donde había un banco llamado Lehman Brothers, apunta Moya. Se produjo porque se comercializaron unas hipotecas denominadas subprime, que se contagió a todo Occidente y que ha acabado causando los más de 600.000 parados que hay en Cataluña, dice.
Microproyectos
Para intentar paliar estos efectos negativos desde el ámbito de la salud mental se recomienda que se actúe de forma colectiva. “La forma mejor es crear vínculos de cohesión social a partir de pequeñas iniciativas, microproyectos”. En los casos en que se ha impulsado este camino el resultado es una mejora de las personas que participan. El cambio alivia la salud mental de los afectados.
Precisamente, desde su mirada de experto, Moya recomienda que el trabajo de restablecer la salud mental de las personas paradas de la franja entre 45 y 60 años se haga especialmente desde el ámbito local. La proximidad es clave para hacer salir a las personas sin trabajo de su situación de desesperanza. Esto lo deberían asumir los ayuntamientos, afirma. En este sentido el trabajo conjunto de los parados de más de 45 años de las cinco poblaciones que se han reunido en el congreso de Santa Coloma de Gramenet sería un buen mecanismo para volver a normalizar la situación de dicho colectivo.