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100 años de escuelas de verano y un precedente de autogestión ampurdanesa

Imagen de una clase de realizaciones. /Archivo histórico comarcal.

Pau Rodríguez

Este mes de julio cientos de maestros catalanes volverán a reunirse, terminadas las clases, para avanzar en su formación, compartir experiencias, conocer nuevas herramientas y corrientes pedagógicas y, en consecuencia, mejorar su trabajo y la del sistema educativo catalán. Lo harán a través de las escuelas de verano, cursos y encuentros que a menudo organizan los propios docentes a través de los movimientos de renovación pedagógica y que, este curso, cumplen 100 años.

Estas escuelas tienen su origen en la iniciativa formadora del pedagogo Eladi Homs en 1914, cuando se celebró la primera escuela de verano bajo el paraguas de la Mancomunitat de Catalunya, pero su espíritu autogestionario -hechas por maestros y para maestros- hay quien lo sitúa antes. Quizá en las conversaciones pedagógicas impulsadas por grupos de docentes hace más de 100 años en la comarca gerundense del Empordà.

Una primera conversación entre maestros promovida por el profesor de la localidad de Camallera, Silvestre Santaló, el 28 de junio de 1903, para debatir sobre el papel de los trabajos manuales en la escuela, podría ser una de las semillas que acabaría germinando en las escuelas de verano, y sobre todo en esta necesidad a menudo presente entre los maestros de Catalunya de organizarse ellos mismos para satisfacer su sed de formación y renovación pedagógica.

Con motivo de los 100 años de las escuelas de verano, que se cumplen este 2014, arrancamos en Catalunya Plural una serie de artículos sobre su historia, una trayectoria de altibajos que cuenta con un precedente -antes de su institucionalización bajo el paraguas de la Mancomunitat- en la inquietud y capacidad de autogestión de Santaló y otros maestros ampurdaneses.

La semilla de Silvestre Santaló, maestro de Camallera

“Imagínate que me tiene negro enseñar con provecho la construcción gramatical. Pues bien, organizo una conversación sobre el tema y los aficionados a las cosas de la gramática me ayudan a arreglar el problema”. Así de sencillo era para Silvestre Santaló, maestro de Camallera, el funcionamiento que debían tener las conversaciones pedagógicas, según dejó escrito en la revista El defensor del magisterio.

En aquella publicación exponía algunos de los motivos que le llevaron a celebrar la primera conversación pedagógica en junio de 1903, un encuentro que, visto su éxito, daría paso a toda una escuela de verano ese mismo año. Del 20 al 30 de julio de 1903 tuvieron lugar en Girona unos cursos sobre trabajos manuales -la misma temática de la primera conversación-, todo un hito en la autoformación en Catalunya en la que participaron 30 personas.

“Los maestros públicos que trabajaban en pueblos pequeños del Empordà veían que con la formación que habían recibido mientras estudiaban en la Escuela Normal no les llegaba”, apunta Salomó Marquès, profesor en la facultad de Educación de la Universidad de Girona y historiador de la materia. “Tenían la necesidad de seguir formándose, y propusieron reunirse en conversaciones, no conferencias, para compartir lo que sabían de cada cosa”, explica Marquès, que reivindica las comarcas gerundenses como una de las cunas de la renovación pedagógica en Catalunya.

Marquès contextualiza el surgimiento de aquellas conversaciones dentro de un sistema que cuando menos despreciaba la práctica docente y la red educativa pública, ya fuera en cuanto a su financiación o en cuanto a la tasa de escolarización, que era muy baja. “Fueron maestros que chocaron con la realidad de la escuela y que, para salir adelante, optaron por organizarse y ayudarse entre ellos”, expone el profesor.

¿Pero esta inquietud sólo se percibía en las comarcas gerundenses? No, asegura Marquès, que explica que el mismo año ya se empezaron a reproducir estas conversaciones por Catalunya -Lleida y Tarragona, sobre todo-. Pero sí es cierto que en las comarcas ampurdanesas coincidieron algunos puntales de la renovación pedagógica. “Había un colectivo de maestros que tenían contactos, que se movían, que sabían qué pasaba en el extranjero -sobre todo en Francia-, que tenían revistas que funcionaban...”, detalla Marqués, que aún así admite que la renovación pedagógica no es patrimonio gerundense, aunque estas comarcas jugaran un papel importante en sus inicios.

Entre las publicaciones más destacadas, se encontraba El defensor del Magisterio, iniciada por el profesor de Cantallops Josep Gumbau y vigente entre 1895 y 1905; y El Magisterio Gerundense, nacida en 1908 y dirigida al principio por el maestro de Agullana Joan Batlle. Dos revistas, por lo tanto, con la marca del Alt Empordà.

Las conversaciones pedagógicas funcionaron durante años, como ejemplo de autogestión docente exitosa y afrontando todo tipo de temáticas, pero lo cierto es que escuelas de verano como la de 1903 -de una semana o más- no se volvieron a repetir. El siguiente ejemplo de escuela de verano ya se remonta al nacimiento oficial de estos encuentros, en 1914, con la entrada en escena de la Administración catalana.

Homs y la Mancomunidad, desde arriba

A diferencia de las conversaciones pedagógicas, hechas por y para maestros, el año 1914 se celebró oficialmente la primera escuela de verano en Catalunya de la mano del Consejo de Investigación Pedagógica de la Diputación de Barcelona, dentro del contexto de la creación de la Mancomunitat de Catalunya, que tenía entre otros objetivos impulsar reformas educativas.

Su primer director fue Eladi Homs, un destacado pedagogo catalán que precisamente se había formado en los Estados Unidos y había importado su tradición de celebrar escuelas de verano. Homs también fue el principal importador del pensamiento de John Dewey, padre de la llamada Escuela nueva, un movimiento de auténtica revolución pedagógica que ya entonces introducía aspectos en la educación de los niños como la atención individualizada, la observación de las necesidades de los niños y niñas o el desarrollo de proyectos educativos tangibles.

Todo esto impregnó las escuelas de verano de Homs -después lideradas por Alexandre Galí-, que duraron hasta su primera abolición en 1924, con la dictadura de Primo de Rivera.

El inicio de las escuelas de verano, por lo tanto, llegó no de la autogestión docente, sino desde la Administración catalana. “Todo era más oficial, incluso diría más elitista, porque participaba gente que no trabajaba en escuelas; era un reflejo de la visión más elitista que tenía la Mancomunitat”, valora Marquès, que aún así añade: “¡Pero bienvenida fuera la iniciativa! Porque respondía a una preocupación real de la Mancomunitat para preservar y elevar la cultura del país”, sentencia.

Salvador Carrasco, miembro del Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y Letras de Catalunya, que también investigado el tema, explica que los maestros en ese momento estaban molestos con la Mancomunitat, no sólo por su política “elitista”, sino porque les debía aumentos de sueldo y porque no consultó a los docentes de primaria, en el año 1913, a la hora de instaurar el Consejo de Investigación Pedagógica. Carrasco apunta que no fue hasta 1922 que se incorporó la Federación Nacional de Maestros como colaboradora de la Semana de la Escuela de Verano.

La República, momento álgido

Como no podía ser de otra manera, el esplendor de la educación pública que se vivió durante la Segunda República en Catalunya tuvo su repercusión en las escuelas de verano, que se reanudaron después de la dictadura -y que durarían hasta la siguiente dictadura, la de Franco-. “Durante la República la formación toma un aire más progresista y renovador, que atendía a las necesidades reales”, explica Marquès.

“Durante las escuelas había cursos, pero también debates centrales sobre política escolar, que interesaban a la Generalitat: sobre los grandes temas de la época: la educación moral, la lengua...”, explica Marquès. Temas que se estaban planteando tanto en el Estatuto como la Constitución. Nuevamente, pues, los maestros marcaban la agenda de los avances pedagógicos, pero esta vez en clara sintonía con la Generalitat, dispuesta a mejorar la formación de los maestros en contacto con nuevas corrientes como la de Freinet o Decroly.

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