Ante el evidente castigo electoral infligido en les últimas elecciones municipales contra la dura política de recortes sociales y desigualdades en aumento protagonizada por el PP en España y por Convergencia en Catalunya, el president Artur Mas ha aprovechado la desunión de su socio de coalición para remodelar el consell executiu con la intención francamente cínica de “situar la justicia social en el frontispicio de la política y de las prioridades de la Generalitat de Catalunya”.
Para rematar la incredulidad justificada que despierta la esa afirmación, ha nombrado vicepresidenta y portavoz del Govern a la consellera Neus Munté, quien había dirigido hasta hoy aquellos recortes en el terreno más injusto, desde el departamento de Bienestar Social. La consejería de nombre tan engañoso ha sido la encargada de reducir las prestaciones y ayudas más sensibles a los sectores más castigados.
No solo debe haber valorado su eficiencia en el cometido. Quizás también ha pesado la trayectoria anterior como secretaria general adjunta de la Joventut Nacionalista de Catalunya (las Juventudes de Convergencia), sin dejar de ser al mismo tiempo miembro de la ejecutiva de la federación de servicios públicos del sindicato UGT, en un destacado ejercicio de compaginación de principios.
La presidenta de la Mesa del Tercer Sector, Àngels Guiteras, siempre conciliadora pese a tratar cada día con los problemas sociales más candentes, se ha apresurado en reconocer: “Quieren mostrar que el eje social no puede ir detrás del nacional”. La pretensión provoca algo más que escepticismo.
No pueden intentar tergiversar la realidad de un modo tan burdo quienes han dirigido con vocación ideológica y contundencia práctica durante los últimos años de su gobierno los recortes de servicios públicos más brutales, quienes pretenden convivir con la falta más elevada desde décadas atrás de puestos de trabajo y de salarios dignos o que tienen las sedes sociales de su partido embargadas judicialmente por casos de corrupción pendientes de juicio.
La lucha contra el aumento acelerado de las desigualdades no ha estado nunca en el “frontispicio de la política y de las prioridades de la Generalitat” de Artur Mas, muy al contrario. Tampoco lo estará a partir de ahora, por más que haya olido en las urnas el viento que sopla y que quiera corregir el rumbo de su timón, al menos de palabra.
La gestión de la crisis por parte del PP en España y de Convergencia en Catalunya ha ido en una dirección que la mayoría de ciudadanos han comprobado en propia piel. Contra esta comprobación no bastará con declaraciones verbales de intenciones, con dar las culpas a otro o con envolverse con la bandera de la patria que han gobernado en función de los intereses de las elites, de la minoría que la crisis ha enriquecido más aun.