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Nuevo examen para las Tablas de Daimiel: si no llueve lo suficiente y continúa la sobreexplotación, volverán a secarse

La sobreexplotación del agua subterránea condiciona el equilibrio de Las Tablas de Daimiel

David Sánchez Romero de Ávila

Existe la sensación de que el otoño está siendo muy lluvioso. Constantemente se emiten imágenes por la televisión de las inundaciones en algunos lugares de España tras las precipitaciones que están cayendo por todo el país. Sin embargo, esta percepción no la comparten desde el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, donde sus gestores miran con preocupación al cielo deseando la lluvia.

“Necesitamos un golpe de agua. Esta cantidad de lluvia no es suficiente”, reconoce Carlos Ruiz de la Hermosa, director-conservador del Parque Nacional. Los últimos datos de la estación pluviométrica de las Tablas de Daimiel han registrado 22,3 litros por metro cuadrado en el pasado mes de septiembre y 57 litros por metro cuadrado en octubre. Para Ruiz De la Hermosa, “que en un mes de octubre te lluevan 60 litros” es, para un año hidrológico, “normalito tirando para abajo”, teniendo en cuenta que el cambio climático está desbaratando los estándares de lluvia y precipitación registrados hasta ahora. Los valores de noviembre de 2018 aún no han sido registrados, pero el director del Parque Nacional estima que serán similares a octubre.

Esta situación está provocando que, desde el pasado mes de julio, el río Guadiana dejara de aportar agua a las Tablas de Daimiel. En septiembre se podía pensar que era lo habitual, ya que el calor del verano suele provocar este efecto, teniendo en cuenta las precipitaciones de más de 140 litros por metro cuadrado que cayeron en marzo de 2018 en el Parque Nacional, provocando una primavera muy lluviosa que terminó con la sequía que sufría el humedal en particular y la cuenca alta del Guadiana en general. 

Pero, a día de hoy, el Guadiana sigue sin aportar agua al Parque Nacional. Sus técnicos y conservadores se dan un tiempo para evaluar la situación. “Tenemos por delante dos meses de margen”, confía el director-conservador, que reconoce que “si a uno de marzo o quince de febrero la situación sigue siendo que el río Guadiana no ha entrado al Parque Nacional, pues ya estaríamos en otro escenario”.

No obstante, a fecha de hoy todavía se muestra optimista: “espero que llueva y que el río Guadiana vuelva a inundarnos”. Si a final del invierno la lluvia no hubiera devuelto al Guadiana el caudal que necesita para inundar las Tablas de Daimiel, desde la dirección del Parque Nacional se plantearían aplicar las medidas contempladas en el Plan Rector de Uso y Gestión, que, en su página 14, establece que el Organismo de Cuenca garantizará la inundación mediante una derivación desde el trasvase Tajo-Segura.

Si esta medida no se pudiese aplicar, indica el PRUG, se podrá recurrir a la “batería de sondeos del Parque Nacional con el objetivo de evitar la autocombustión de las turbas”, y dar solución a esos incendios subterráneos, una situación ya vivida en el año 2009 y que se trató de solucionar con la derivación de agua del trasvase, aunque la lluvia llegó antes que el agua del Tajo, solucionando así el problema en aquel momento.  

Aumentando el territorio del parque

El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel tiene 3030 hectáreas de extensión en total. La parte asociada al humedal ocupa 1900 hectáreas, de las cuáles sólo hay inundadas en la actualidad 450, según los últimos datos aportados desde el Parque Nacional para este reportaje.

Además, gracias a la política de compra de terrenos para ampliar el territorio del parque, en la actualidad hay 1130 hectáreas de terreno forestal, muchas de ellas antes dedicadas a la producción agrícola y que hoy se están transformando en monte mediterráneo, donde destaca la Dehesa del Quinto de la Torre, entre otros lugares.  

Desde el año 2000, el Parque Nacional ha adquirido 2003,51 hectáreas de terreno que han permitido ampliar el territorio del parque, naturalizando esos terrenos y, por tanto, reduciendo la presión sobre el acuífero en un entorno muy inmediato al humedal. 

Esa política de ampliación del territorio del parque ha permitido que la superficie encharcada a final del verano sea mayor que en las épocas en las que el Parque estaba más asediado.  No obstante, si no se regula la extracción del agua subterránea en la cuenca alta del Guadiana, se corre el riesgo de sobreexplotar el acuífero, ya que las masas de agua están interconectadas y, si está lo suficientemente vacío, las tablas se convierten en un sumidero del acuífero en lugar de en un rebosadero, como tradicionalmente ha sido.

Por ese motivo, otra forma de medir la salud hídrica de las Tablas de Daimiel es midiendo la distancia a la que se encuentra el agua subterránea de la superficie, es decir, el nivel freático. Tras las lluvias de 2009 y 2010, ese nivel disminuyó, provocando, incluso, que el acuífero 23 volviera a manar por los ojos del Guadiana en algunos puntos. Así evolucionó, a lo largo de los años, el nivel freático o piezométrico en el entorno del acuífero más cercano al Parque Nacional: 

Ese nivel freático varía en función del lugar y el momento en el que se mida. Las masas de agua que componen el acuífero 23 se extienden por las provincias de Ciudad Real, Albacete y Cuenca, abarcando un territorio mucho mayor que el del propio Parque Nacional. Por eso, lo que suceda en cualquier punto del acuífero acaba afectando, tarde o temprano, a las Tablas de Daimiel. Conocer la evolución global del acuífero ayuda a entender mejor esos efectos. 

Ampliando la mirada sobre lo que sucede en el conjunto de estas masas de agua subterránea, se encuentran casos como el de la Alberca de Záncara, en la provincia de Cuenca, donde el agua subterránea se encuentra a una distancia media de -104,51 metros de profundidad, mientras que, en el extremo opuesto, se encontrarían municipios como Campo de Criptana, en Ciudad Real, donde esa distancia es de -5,07 metros. Así lo muestran los datos de la Red de Seguimiento e Información Hidrológica del Estado. En este gráfico se puede observar el nivel freático máximo y mínimo de cada piezómetro a lo largo de su serie histórica. Cabe añadir, según estos datos, que la mayor concentración de niveles freáticos bajos (agua más lejos de la superficie) se dio entre los años 2005 y 2010, mientras que los más altos (agua más cerca de la superficie) se dieron entre los años 2010 y 2015. Hay que tener en cuenta que la distancia se mide en metros con valores negativos, ya que se trata de la distancia a la que se encuentra el agua en el subsuelo respecto de la superficie: 

Por otro lado, gracias a la política de adquisición terrenos para aumentar el territorio del parque, se ha conseguido incorporar mayor biodiversidad y variedad de paisajes. Al menos, en este ámbito, la salud de las Tablas de Daimiel es más fuerte. Las ovas, especie de planta subacuática, siguen oxigenando el agua, dando refugio a los peces para que puedan reproducirse, aumentando así las posibilidades de alimentación de otras especies.

Otro de los peligros a los que se enfrentan los técnicos y conservadores del parque es la contaminación del agua como consecuencia de diferentes actividades humanas. Esa contaminación, en ocasiones, se puede detectar en forma de espumas que se acumulan en las orillas del humedal.

La historia que se repite

Se supone que conocer la historia ayuda a no repetir los errores del pasado. No obstante, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel todavía se sigue sufriendo políticas fruto de la cultura del agua anterior a 1987, año en el que se declaró sobreexplotado el acuífero 23. En aquellos años se popularizó en la prensa y en determinados artículos científicos el término “daimielización”, asociando La Mancha con la mala gestión del agua.

Sin embargo, los archivos históricos del Boletín Oficial del Estado muestran que esta cultura fue general en toda España durante los siglos XIX y XX. De esta manera, se desecaron multitud de lagunas, marismas y humedales por todos los territorios para atender a dos necesidades principales del momento: la necesidad de desarrollo económico de la sociedad y la lucha contra el paludismo. 

Las políticas agrícolas que dieron lugar a esta situación aún continúan aplicándose, con ciertos cambios, y afectando al Parque Nacional. Dada la situación actual, Carlos Ruiz de la Hermosa recuerda que la sobreexplotación del acuífero es “estructural”. Para “reconducirla”, hace falta que “las administraciones competentes” busquen un “modelo agrario” que sea compatible con la estabilidad del ecosistema, incidiendo en que esas responsabilidades “sobrepasan con creces el territorio del Parque Nacional”.

¿Traspaso de competencias?

De momento, lo que están negociando desde el Gobierno de Castilla-La Mancha y el Ministerio para la Transición Ecológica es el traspaso de competencias para que sea la comunidad autónoma la que gestione tanto el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel como el de Cabañeros. Antonio Luengo, director general de la Agencia del Agua de Castilla-La Mancha y alcalde de Villalba del Rey, argumenta que “desde la cercanía se gestiona mejor el territorio”, por ese motivo, explica que ambas administraciones ya están en conversaciones para realizar ese traspaso que, espera, se materialice a lo largo del año 2019, tal y como ha asegurado en declaraciones a eldiarioclm.es.

En cuanto a los problemas derivados de la sobreexplotación del agua subterránea, el director general reconoce que “el regadío no puede afectar al mantenimiento de las Tablas de Daimiel” y recuerda que “es un tema legal impuesto por la directiva marco del agua”. Por otro lado, defiende la gestión realizada desde la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha de la que dice que “ha sido capaz de gestionar eficazmente espacios naturales sin restringir y mermando el desarrollo económico de la región”.  

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