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El aterrizaje de emergencia en Valencia visto desde dentro: “Estábamos asustados y el personal de British Airways no nos explicó nada”

Los pasajeros evacuan el avión de British Airways en el aeropuerto de Manises (Valencia) por el humo en cabina

Miguel Giménez

Valencia —

El pasado 5 de agosto, diecinueve pasajeros del vuelo BA-422 de British Airways que unía Londres con Valencia tuvieron que ser atendidos después de que la cabina del avión se llenara de humo –tres de ellos fueron trasladados al hospital– y el pasaje tuvo que ser evacuado por las salidas de emergencia y las rampas flotantes en el aeropuerto valenciano de Manises tras una hora y 55 minutos de viaje. Esta circunstancia, que se produjo durante la maniobra de aterrizaje, causó el pánico entre los 175 ocupantes de la aeronave, un Airbus A321-200 de la compañía británica. Los pasajeros detectaron el humo blanco unos diez minutos antes del aterrizaje asociado a un “olor horrible”.

Este domingo, 8 de septiembre, el portal 'The Aviation Herald' ha publicado la carta de uno de los ocupantes de ese vuelo, Gayle, en el que narra su experiencia y denuncia que British Airways “está tratando de engañar a los pasajeros con frases vagas como 'todavía investigando' y esperando que olvidemos lo sucedido”. Lamenta que, tras el suceso, ha habido “cero” atención al cliente y “aún menos compasión”.

Gayle relata lo sucedido a partir del momento en que salta la alarma: “Durante los últimos diez minutos de vuelo se produjo un gran ruido, y después el humo blanco y los vapores comenzaron a entrar en la cabina”. “Era como estar en un club, de pie en la pista de baile, cuando una máquina de humo empieza a funcionar... excepto porque estábamos en un avión, que seguía volando”. El pasajero que iba acompañado por otra persona en el viaje, narra cómo no podían ver dos asientos delante suyo. A partir de ese momento, “la tripulación de cabina dejó de comunicarse con los pasajeros”.

“Repentinamente, el avión inició un descenso extremadamente brusco” y, pese a que la tripulación se equipó con el material contra incendios, para los pasajeros no cayeron las máscaras: “Ahora sabemos que esto se debía a que, en caso de incendio, el despliegue de las máscaras de oxígeno aumentaría el riesgo de una explosión”. Sin embargo, esta circunstancia no se le explicó al pasaje, que estaba “confundido y asustado”. “Es comprensible, fue completamente surrealista”.

“Aliviados y desesperados por bajar”

Gayle asegura que se sintieron “aliviados” cuando tocaron tierra y “desesperados” por bajar del avión. “Pero durante otros diez minutos, mientras la cabina estaba llena de humo, fuimos confinados, ya que la tripulación de cabina no pudo abrir las puertas por la razón que fuera”. El sonido de varios camiones de bomberos en el exterior provocó que el pánico reapareciera, con familias “intentando tranquilizar a sus hijos”.

Cuando las puertas se abrieron, se les dirigió por las manos, “no por las voces” de la tripulación, para que se lanzaran por las rampas de evacuación. Al salir “y respirar aire de verdad”, comenta este pasajero, muchos de los ocupantes de la aeronave de British Airways “lloraban, estaban desorientados, gritaban aterrorizados, reían de forma nerviosa o deambulaban sin rumbo en estado de shock”.

La sensación de preocupación por lo que pudiera suceder (una explosión) parecía evidente. “La tripulación de tierra nos dirigió a zonas alejadas del avión y tras unos diez o veinte minutos llegaron los autobuses para llevar a los desconcertados pasajeros a la terminal”. Después, tras pasar por el control de pasaportes, “completamente surrealista”, los viajeros del Airbus 321-200 quedaron sin comunicación “durante casi cuatro horas”, sin información ni siquiera acerca de su equipaje.

Denuncia así mismo que, a pesar de estar expuestos al humo de la cabina, “tóxico y espeso”, no les realizó ninguna revisión médica: “Ni siquiera nos dieron una botella de agua a la llegada o en las horas posteriores”. Y mientras tanto, British Airways publicaba una declaración “diciendo que estaba apoyando a los pasajeros”, lo que califica de “descarada y repugnante cínica mentira corporativa”.

Los hechos que conocen

Gayle explica que conocen “ahora” y no por British Airways, “que todavía está investigando”; el piloto aterrizó “a ciegas” porque la cabina de mando “se consumía completamente con el humo blanco que llenaba el avión”; se le aconsejó al aeropuerto de Manises que cerrará antes de la llegada del vuelo siniestrado; al personal del aeródromo se le informó de que el avión estaba “en llamas”; el mismo avión tuvo incidentes con humos tóxicos en dos ocasiones en junio. “Un capitán se negó a volar en nuestro avión en los meses anteriores porque sabía que era una cámara de gas”, señala.

El 6 de agosto se trasladó un nuevo motor desde Prestwick hasta Valencia para sustituir al que se había incendiado por un fallo de un rodamiento; se aconsejó a la tripulación “que no hablará con los pasajeros o los medios sobre el incidente”; y el avión (G-MEDN) sigue en servicio “operando como BA1488 de Londres (Heathrow) a Glasgow”.

Gayle insiste en que tanto él como otros pasajeros se quejaron al personal de cabina al notar un “olor químico desagradable” antes del despegue. “Volamos constantemente expuestos a humos tóxicos generados por los mismos motores”, unos niveles que son “peligrosos y han conducido a la inmovilización de los aviones, a evacuaciones de emergencia”. Por último, denuncia que que no se usan mejores sistemas de filtración por su coste: “El dinero es más importante que la seguridad”.

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