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Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.

La noche de Franco (Zeffirelli)

El dictador saluda a los manifestantes el 1 de octubre de 1975.
31 de octubre de 2025 18:30 h

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En las noches de luna los bombarderos del Ejército sublevado proyectaban una sombra siniestra sobre el suelo. Mi madre, que vivió la Guerra Civil en Málaga, me describió muchos años después esa imagen y el terror que le producía. En febrero de 1937, cuando entraron las tropas rebeldes en la ciudad, una gran multitud huyó como pudo por la carretera costera hacia Almería. Los barcos del bando franquista bombardearon desde el mar a los que huían y causaron una cantidad de muertos que se cifra entre 3.000 y 5.000. Este episodio, que se ha denominado La desbandá, me fue narrado cuando yo aún era niño por mi abuela, que estuvo allí, y me causó una horrorizada sorpresa.

En esa época la dictadura había impuesto un espeso silencio sobre la guerra y la feroz represión posterior, con el fusilamiento de decenas de miles de republicanos por el paradójico supuesto delito de “auxilio a la rebelión”. Yo sabía entonces que mi madre, que nació en Badajoz, nunca quiso volver a la ciudad. Muchos años después me explicó que tomó esa decisión tras la impresión que le causó saber que en agosto de 1936 el general Juan Yagüe ordenó asesinar a 4.000 republicanos que habían sido encerrados en la plaza de toros. Mi tío Manuel, hermano de mi madre, que era teniente del Ejército de la República, masón y miembro de Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, salvó la vida al final de la guerra gracias a que se exilió en México.

Pero lo que quiero contar ocurrió mucho tiempo después, en noviembre de 1975, hace ahora medio siglo. Yo tenía entonces 23 años y escribía en un semanario, Posible, que dirigía Antonio S. Palomares, tiempo después presidente de la agencia Efe. Esta revista era una de las que representaban, en la medida que permitía la censura franquista, la oposición informativa al régimen. La oposición política ya estaba organizada en dos grupos, la Junta Democrática, liderada por el PCE, y la Plataforma de Convergencia Democrática, liderada por el PSOE, que el año siguiente se fusionarían en Coordinación Democrática, denominada popularmente la Platajunta. Todos los partidos que las integraban eran entonces ilegales y el Tribunal de Orden Público reprimía la libertad de expresión. También los diversos sectores que apoyaban la dictadura se preparaban para el cambio que iba a desencadenar lo que se denominaba, en el críptico lenguaje de la época, “el hecho biológico”.

Pese a la deteriorada salud del dictador, el 27 de septiembre de ese año se produjeron los últimos fusilamientos del régimen a tres miembros del FRAP y dos de ETA, tras unos procesos sin garantías que desataron una cascada internacional de condenas, retiradas de embajadores y peticiones de clemencia, entre ellas la del papa Pablo VI. El 1 de octubre hubo celebración con una manifestación en la Plaza de Oriente de Madrid. El dictador vestía uniforme de gala de capitán general y gafas de sol, y estaba acompañado de los príncipes Juan Carlos y Sofía. Era su última comparecencia y no dejó de recurrir a la muletilla de “la conspiración judeomasónica” contra él y su régimen.

En noviembre la salud del general se había deteriorado: se acercaba el “hecho biológico”. Los partes diarios del llamado “equipo médico habitual” daban detalles, a veces morbosos, del estado de un paciente moribundo, al que parecía que le alargaban la vida artificialmente. Además de escribir en Posible, yo en aquella época colaboraba en Murcia, mi tierra, con una caja de ahorros que organizaba sesiones de lo que se denominaba cinefórum en diversas localidades de la provincia. Hay que tener en cuenta que solo había una emisora de televisión, TVE, y que en muchos pueblos no había cine. El cinefórum consistía en una introducción previa, la proyección de una película y un coloquio posterior. Yo me encargaba de hacer la introducción y dirigir el coloquio.

La tarde del 19 de noviembre de 1975 la sesión de cine era en la barriada de Los Rosales, en El Palmar, población que ha adquirido notoriedad por ser la del tenista Carlos Alcaraz.

La película que se proyectaba era Hermano Sol, hermana Luna, de Franco Zeffirelli, sobre san Francisco de Asís. La tenía fresca en la memoria, por lo que, tras presentar la película, me dirigí con el responsable de la obra social de la caja de ahorros a una cafetería cercana. Allí estaba encendido un televisor en el que se podía ver un documental sobre aves y naturaleza. Tal programación en la única televisión existente nos hizo sospechar que había ocurrido algo. La dictadura nos había hecho desarrollar la capacidad de interpretar el lenguaje de signos.

Tras el coloquio, fui a cenar a un restaurante con los dos miembros del equipo de la caja de ahorros. La conversación versó sobre la nueva etapa que se abría, llena de incógnitas, aunque no teníamos dudas de que sería la primera democracia de nuestras vidas. Me fui a dormir sin saber nada más. A la mañana siguiente, mi madre me despertó para decirme solo una palabra: “Ya”.

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