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Empeñados en que nada cambie

Cristina Rodríguez

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Desde que hace unos días registré en Les Corts una Proposición no de Ley para que el Consell fomente entre la ciudadanía el conocimiento de la iniciativa internacional ‘Lunes sin carne’ y que facilite la adhesión de los comedores escolares del País Valenciano a esta iniciativa, las críticas han arreciado en dos direcciones que, no por clásicas y ya manidas, he de admitir que no han dejado de sorprenderme.

Por un lado, están los que dicen: “ya está Compromís, a lo importante”, despreciando la medida y ridiculizándola. Por otro lado, quienes creen que Compromís –esa “izquierda radical”, ya saben- intenta “adoctrinar” y “controlar” la vida de las personas.

Empezaré por desmentir esta última falacia reaccionaria. Nuestra propuesta no limita la libertad personal, sino que la amplía, ya que para mucha gente esta campaña y la opción de sustituir por un día la carne por legumbres u otras proteínas son en absoluto o en parte desconocidas. ¿Desde cuándo ofrecer más información supone restringir cualquier libertad? ¿Desde cuándo dar más opciones, ampliar la mirada, es adoctrinar?

No estamos pidiendo que la gente deje de comer carne, sino que ponemos sobre la mesa que existe la posibilidad de reducir su consumo. Y lo hacemos, además, en un ámbito como la escuela, donde afortunadamente las pequeñas cabecitas de nuestras criaturas no tienen tantos prejuicios acumulados como tenemos las personas adultas.

Sobre la magnitud de nuestras propuestas, me pregunto por qué determinada gente ridiculiza estas medidas y por qué lo hace con tal virulencia. ¿No será que esta misma gente que se opone a estos pequeños cambios de hábitos lo que quiere en realidad es que nada cambie?

Son las mismas personas que se oponen a que las mujeres vayamos ganando espacios públicos; a que se visibilice al colectivo homosexual; a que se pongan más facilidades a circular en bicicleta por nuestras ciudades. Si tan pequeños y ridículos son esos cambios, ¿por qué se oponen?

No podemos decir que estamos contra el cambio climático y no hacer nada para mitigar la situación. La problemática del calentamiento global no se combate firmando protocolos de compromisos de emisiones y guardándolos en un cajón, como ha hecho el señor M. Rajoy. Permítanme la obviedad: pero las cosas cambian haciendo cambios, por pequeños que estos sean. Y aún diría más: las cosas cambian con políticas valientes, aunque al principio puedan generar controversia. Las cosas cambian gracias, por ejemplo, al Plan de Producción Ecológica de la consellera Elena Cebrián, a la determinación en Educación del conseller Vicent Marzà y su equipo, que trabajan por una escuela pública abierta e inclusiva, o al giro en política de movilidad que Joan Ribó está acometiendo –por fin- en la ciudad de València.

Escribió Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”. 2018 es un año magnífico para continuar cambiando.

*Cristina Rodríguez, diputada de Compromís en Les Corts

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