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Defender el futuro

Cristina Rodríguez

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Hace más de treinta años, el informe elaborado por Naciones Unidas en 1987 titulado Nuestro Futuro Común se lamentaba ya de que estábamos tomando prestado capital del medio ambiente de las futuras generaciones, unas personitas –apuntaba el informe con tino- “que no votan, no tienen poder político ni financiero y no pueden oponerse a nuestras decisiones”. Que consumimos recursos naturales no renovables a un ritmo insostenible es algo que la ONU ya sabía hace tres décadas. También la comunidad científica junto a las organizaciones ecologistas llevan alertando durante muchísimo tiempo de que calentamos la tierra de más. Aquellas advertencias se han reiterado en cumbres y reuniones al más alto nivel político, y hoy nos lo recuerda también para el sonrojo de muchos adultocéntricos Greta Thunberg, la adolescente sueca que ya para casi nadie necesita presentación.

¿Pero cómo aterrizar propuestas desde la ecología política para combatir los pronósticos más catastróficos?

Sí, hay que seguir diseñando y llevando a cabo políticas valientes como ya está haciendo el gobierno del Botánico y muchos ayuntamientos del país, pero también es necesario que un órgano superior vele por que la protección del medioambiente sea un derecho y una prioridad sea cual sea el color del gobierno de turno. Mi propuesta es que se cree para el estado español una Defensoría de las Generaciones futuras, independiente del Ejecutivo y de las Cortes Generales, y que garantice el cumplimiento del artículo 45.2. de la Constitución española, que explicita que “los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva”.

Países como Suecia, Finlandia, Bélgica, Alemania o Reino Unido ya se ha puesto en práctica el mecanismo de la defensoría, siguiendo la invitación que la UNESCO hizo en 1997 a las instituciones públicas.

Es hora de desarrollar aquí un instrumento de protección ambiental similar. Es hora de demostrar que la celebración de la cumbre COP25 en España no es una anécdota ni se va a quedar en un mero escaparate más. Por el futuro de una juventud que nos está pidiendo en la calle aquello que desde hace tiempo ya reclaman los movimientos ecologistas y la comunidad científica.

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