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¿Por qué fallan las encuestas?

Eduard Amorós Kern

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El lunes por la mañana este país se levantará con una cara bastante diferente a la que hoy presenta, en lo que a morfología electoral se refiere. Si algo reúnen los comicios electorales del próximo domingo es cualquier cosa menos indiferencia.

Han sido multitud el número de sondeos electorales los publicados por los distintos medios de comunicación que conforman el panorama comunicativo, agencias especializadas, partidos políticos... pero lo bien cierto es que nadie se atreve a aventurar cuál va a ser el resultado con el que nos vamos a encontrar.

Dos son los factores los que parecen ser el denominador común entre ellos: la supuesta y estrepitosa caída del Partido Popular y la emergencia con fuerza de partidos o marcas de nueva creación. Todo y así, estamos muy expectantes y deseosos de conocer cuál va a ser el resultado real del próximo domingo 24 de mayo.

Porque, ¿cómo es posible que con las grandes cantidades de dinero que se invierte por parte de todas estas organizaciones no se logre acertar el tiro en más de una ocasión? Para muestra un botón: recordemos el reciente caso de Reino Unido en el que el partido que finalmente logró la victoria electoral no estaba como favorito en las encuestas.

Existen diferentes aspectos que explican el motivo por lo que las encuestas suelen errar. Y digo suelen porque lo normal es que fallen, aunque nos sintamos más cómodos olvidando que sí lo hacen. Únicamente hay que acudir a las hemerotecas y ver que así es.

Personalmente conozco más de un caso en el que muchos dirigentes necesitan el refuerzo mental y la tranquilidad de que van a ganar, cuando en mi humilde opinión las encuestas pueden generar un doble problema: el primero, que el resultado sea negativo y deprima a tus acólitos para el desarrollo de una buena campaña que movilice a los electores; y el segundo, que el resultado sea bueno o muy bueno, y esto relaje al personal a la hora de movilizar al electorado. Tanto en lo uno como en lo otro, lo importante es interpretarlas con muchísima cautela y no caer en una falsa espiral de euforia o pesimismo. Por mi parte considero que frente al sondeo electoral, es preferible realizar con tiempo diferentes tipos de investigación social que nos permitan planificar acciones segmentadas y orientadas a diferentes grupos de votantes conforme a sus necesidades y problemáticas concretas. Lo cual paradójicamente es más económico y a la vez, bien desarrollado, efectivo.

Fuente: Elaborado por Gobernatia a través de datos CIS y Sigma Dos.

En este sentido, el sesgo o error que se genera entre la predicción y el resultado real apunta a varios motivos:

a) A nadie le gusta que le pregunten por sus aspectos íntimos. Este hecho es bastante significativo. A pesar de los casi cuarenta años de democracia todavía el manifestar públicamente a quién votamos genera un cierto respeto o vergüenza a gran parte de la población. Por establecer un paralelismo sería algo así como si nos preguntasen sobre el número de relaciones sexuales que tenemos semanalmente. ¿Diríamos la verdad o manifestaríamos lo que nuestro entorno espera de nosotros?

b) La técnica empleada. En relación con el punto anterior, la técnica empleada contribuye al aumento o disminución del sesgo. ¿Verdad que no es lo mismo que nos pregunte alguien que visita nuestra casa porque tiene fijada una ruta para la afijación de una muestra a que lo hagan telefónicamente y que no tengamos mucho tiempo para atenderle?. El presupuesto y coste disponible para la investigación, tiene mucho que ver en este caso.

c) La afijación de la muestra. En este punto se suelen tener en consideración las cuotas de género y edad. ¿Pero qué ocurre cuando no realizamos una afijación sociológica de la muestra en términos de renta por ejemplo u obviamos determinadas problemáticas que pueden haber surgido en el municipio?

d) El sesgo generado en el diseño del estudio, es algo más que habitual a la hora de definir e interpretar tanto qué técnica es la que mejor se adecua a nuestro objeto de estudio. Lamentablemente suele ser el criterio económico el que prevalece.

e) Nuevos usos en el comportamiento del consumidor. Hasta hace algunos años los sondeos telefónicos gozaban de un cierta credibilidad porque el teléfono móvil no formaba parte de nuestras vidas. Preguntémonos qué parte de la población vive hoy sin teléfono móvil. Dicho de otra manera, ¿qué parte de la población es la que goza y hace uso del teléfono fijo para comunicarse?.

f) La instrumentalización de los sondeos electorales. La noticia vende y esto es un recurso del que los medios de comunicación suelen hacer gala a menudo. La publicación de una encuesta genera morbo, atrae a los consumidores y los medios de comunicación, los grupos empresariales saben que esto es así. En este sentido, no es extraño encontrar estudios de opinión con fichas técnicas bastante cuestionables. En el caso de cuenten con ella.

g) La necesidad de un clima de normalidad. Esta es otra condición necesaria con la que debemos de contar para lograr un mayor atino en el pronóstico. Lo contrario nos aboca a un escenario de alta incertidumbre, tal y como apuntamos en el siguiente punto.

h) El voto oculto. Este es un aspecto muy importante a considerar y que rápidamente se olvida cuando vemos publicada una encuesta. Por el contrario es lo que acaba contribuyendo a la generación de grandes sorpresas. Recordemos el caso de Cameron.

i) El prestigio del que goza la marca en el momento. En relación al punto anterior es lógico entender que aquellos que se sientan más identificados con la marca de un partido político sean más reacios a manifestar su simpatía cuando no es políticamente correcto. Recordemos el caso de los sondeos en el momento que la gente se manifestaba en contra de Aznar con el “No a la guerra”.

j) La capacidad movilizadora del electorado de las marcas políticas. Aunque la masa de militancia con la que cuentan los partidos políticos no es abundante en términos porcentuales de población, sí que es cierto que cuando se gobierna se puede llegar a contar con entramados clientelares que contribuyan a esta movilización. Recordemos las elecciones europeas de 2009 en las que el fantasma de la corrupción empezaba a planear sobre la cabeza del Partido Popular con el caos de los trajes de Camps, y este partido se dedicó a llamar uno por uno a todos sus cargos de confianza en el gobierno para lograr una movilización masiva de su electorado y militancia en unos comicios que no son los favoritos para la población.

Todo y así, acierten o no las encuestas, vamos a permanecer muy expectantes y deseosos de conocer cuál va a ser el resultado real del próximo domingo 24 de mayo. Todo apunta a que en la Comunitat Valenciana, salvo gran sorpresa, asistiremos al desplome de la marca del Partido Popular, y la configuración de un hemiciclo más heterogéneo de lo habitual. Por primera vez en muchos años, se empieza a evidenciar que el Partido Popular perdería su hegemónica mayoría absoluta.

Más allá de lo que pueda opinar la comunidad científica en cuanto a los aspectos técnicos y metodológicos en el diseño y aplicación de un estudio de opinión público sobre la situación política: cuestiones asociadas al sesgo muestral, a su afijación por cuotas, a la técnica empleada, etc,... lo cierto es que las encuestas publicadas hasta el momento evidencian el sentir de la sociedad valenciana, esto es, la decepción y el desengaño. Se refleja el descontento hacia el actual ejecutivo valenciano.

La política salvaje de “reajustes” ejercida por el Gobierno de España y el de la Generalitat Valenciana en estos últimos años no han dejado indiferente a la ciudadanía. El constante ejercicio de recortes en Sanidad y en Educación, la supresión de ayudas a la Dependencia para casos extremos, el ingente número de despidos y EREs en el sector público, así como unas tasas de paro que no presentan mejoría, han ido contribuyendo al cultivo de un enorme malestar social generalizado de las personas, y que a su vez, se ve acrecentado por a la actitud pasiva e inmovilista de los respectivos gobiernos nacional y autonómico a la hora de aplicar medidas que realmente contribuyan a la reactivación de la economía. Y lo más grave, que tanto sufrimiento no ha servido para nada.

Rectifico, sí que ha servido para algo: para crear una sociedad más injusta y más desigual. Que a lo mejor, tampoco es demasiado casual.

En esta Comunitat Valenciana atrás han quedado los tiempos en los que se ataban los perros con longanizas, en los que la prioridad eran los grandes eventos, generadores de mucha riqueza para unos pocos, aunque nos hiciesen creer que éramos los mejores a través de instrumentos propagandísticos como Canal 9. La nueva realidad describe a una sociedad desesperada, aturdida, hipotecada, que ha malgastado todos sus recursos y gobernada todavía por quienes han dedicado su esfuerzo al saqueo de lo público para beneficio propio.

El hartazgo es más que evidente, ya nadie se calla, ya nadie es indiferente ante los hechos. Y lo que se evidencia es que urge un cambio. Un cambio que no se ha de fundamentar en la figura de ningún superhombre; es más simple, la sociedad tras el empacho de corrupción aclama más bien un gobierno de mujeres y hombres honestos y con vocación de servicio dispuestos a trabajar por defender los derechos de los valencianos y dispuestos a luchar por una sociedad más justa, y que contribuyan a devolvernos el orgullo identitario como pueblo tan denostado a lo largo de estos últimos años.

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