La psicóloga Beatriz Molina, sobre las compras compulsivas: “Pueden dar la sensación de haber perdido el control”
Ir de compras forma parte de nuestra vida cotidiana. Todos necesitamos comida, ropa nueva y artículos para la casa. Pero ahora entramos de lleno en una época del año en la que gastamos un poco más de lo habitual: la publicidad y la presión por adquirir la mejor de las ofertas nos lleva muchas veces a entrar en un ciclo de gasto excesivo, facilitado y promovido porque nuestras posibilidades de compra están vigentes las 24 horas del día, los 7 días de la semana, con anuncios que nos recuerdan constantemente cuáles son las mejores ofertas de nuestros productos favoritos.
Pero muchas veces gastamos por aburrimiento o estrés, porque estamos tristes, o para celebrar algo. Hay personas que pierden el control frente a la necesidad de comprar, gastan mucho más allá de sus posibilidades, no sin sentir una culpa abrumadora después de cada compra de un artículo inútil.
Este círculo vicioso define la compra compulsiva, una adicción conductual que enmascara mecanismos más profundos: estrés, ansiedad, privación emocional o baja autoestima, además, de consecuencias financieras y emocionales que impactan en la vida cotidiana. Beatriz Molina, psicóloga sanitaria y colaboradora de Ags Psicólogos Madrid, nos ayuda a conocer un poco más qué son las compras compulsivas y qué hacer para romper este círculo.
¿Qué es la compra compulsiva?
Tal como nos explica la psicóloga, las compras compulsivas aparecen cuando “la persona siente un impulso muy intenso por comprar y usa esa acción para aliviar un malestar interno”. Por tanto, y contrariamente a la creencia popular, no se trata de una falta de fuerza de voluntad o de un problema de presupuesto. La compra compulsiva enmascara mecanismos psicológicos que están fuera del control de la persona.
“No es un capricho, sino una forma rápida de gestionar emociones que se sienten muy desagradables, como frustración, tristeza o soledad, entre otras”, explica Molina. Todas estas emociones tienen su origen en un estrés acumulado, conflictos sin resolver o experiencias pasadas “que han dejado al cuerpo más sensible”.
Aunque pueda parecer contradictorio, las compras compulsivas “pueden generar culpa, ansiedad y una sensación cada vez mayor de haber perdido el control”, advierte Molina. El problema es que la persona cada vez compra más de “forma automática, como si el impulso fuese más rápido que su capacidad de decidir, y eso afecta mucho a la autoestima”. Todo ello no hace más que incrementar los problemas, tanto económicos, como de convivencia con el resto de la familia, por tanto, “este hábito termina generando más malestar que alivio”, afirma Molina.
Compras ‘normales’ frente a compras compulsivas
¿Qué diferencia hay entre las compras normales, los gastos ocasionales y las compras compulsivas? Lo que diferencia unas de otras es que el comportamiento se convierte en la principal manera de la persona de afrontar el estrés. Es decir, la persona continuará comprando excesivamente incluso cuando esto perjudique a otras áreas de su vida. “La compra compulsiva se convierte en una vía de escape que ofrece un alivio inmediato pero muy breve, porque va seguido a menudo de culpa, pero acaba reforzando la conducta porque durante unos segundos produce una sensación de calma”, afirma Molina.
“Las compras atraen porque activan el circuito de recompensa del cerebro: la simple idea de conseguir algo nuevo produce un pequeño aumento de bienestar y hace que la experiencia resulte estimulante”, explica Molina. Pero se trata solo de algo momentáneo, una sensación agradable pero pasajera, que obliga a la persona a buscarla constantemente.
Muchas veces, la presión exterior es tan feroz que la persona siente la “presión por aprovechar ofertas con las que el vendedor busca generar una sensación de urgencia. Todo ello alivia el circuito de recompensa del cerebro, de forma parecida a lo que ocurre en otros procesos adictivos, haciendo que la compra resulte especialmente tentadora cuando la persona se siente ansiosa y saturada”, matiza Molina.
¿Qué pistas están detrás de la compra compulsiva? Como explica Molina, un comprador compulsivo “siente impulsos difíciles de frenar, compra más para calmar emociones que por necesidad, oculta gastos o se arrepiente después, y nota que esta conducta empieza a afectar a su economía, a su tranquilidad o a la relación con los demás”.
Como demuestra este estudio publicado en American Journal of Drug and Alcohol, igual que la adicción, la compra compulsiva a menudo acompaña otros problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión, se convierte en una compra repetitiva que responde a una respuesta primaria a acontecimientos y sentimientos negativos, y puede incluir síntomas equivalentes al deseo y la abstinencia, concluye el estudio.
¿Cómo podemos romper el círculo de la compra compulsiva?
Para poner fin a las compras compulsivas es esencial entender las motivaciones que hay detrás de este comportamiento excesivo. Observar los impulsos de compra, sobre todo durante momentos de estrés, aburrimiento o tristeza, puede proporcionar información crucial sobre los desencadenantes de estos comportamientos.
Porque, como reconoce Molina, “para controlar este impulso no basta con prohibirse comprar; es más útil aprender a manejar el momento en el que aparece la urgencia”. Es clave, por tanto, “reconocer qué emoción está detrás; si es nerviosismo, tristeza o saturación por cansancio para poder actuar de otra manera y no en automático”.
Para la psicóloga, es fundamental hacer algo que “baje la activación del cuerpo, como darse unos minutos, respirar, alejarse, caminar o hablar con alguien un instante para recuperar claridad”.
En el caso de que la conducta esté ya muy instalada, es fundamental “trabajar en las casusas emocionales a nivel terapéutico que la mantiene, ya que suele ser lo más eficaz para recuperar o crear una relación más sana con las compras”, recomienda Molina.
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