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Los seres humanos hacemos la historia en condiciones independientes de nuestra voluntad.

Pacto o esterilidad

El presidente del Partido Popular, Pablo Casado.

Javier Pérez Royo

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Estuve siguiendo por la mañana la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. A continuación leí el artículo de la serie que está dedicando “The Atlantic” a la COVID-19 correspondiente al 14 de abril. Es algo que vengo haciendo diariamente en las últimas semanas. Suelen ser artículos extensos, pequeños ensayos, cuya lectura lleva mucho tiempo, pero en los que se aprende mucho.

“Our Pandemic Summer” es el título del artículo firmado por Ed Young, en el que trata de identificar los pasos que habría que ir dando para hacer frente y conseguir dejar atrás la crisis desatada por la COVID-19. Lo abre, para situar al lector en la perspectiva temporal adecuada, con la opinión de dos reconocidos especialistas en epidemiología y enfermedades infecciosas, Michael Osterholm, de la Universidad de Minnesota y Devid Sridar, de la Universidad de Edimburgo. “Pienso que la gente no ha entendido que no se trata de las dos próximas semanas, sino de los dos próximos años”, ha escrito el primero. “Todo el mundo quiere saber cuando terminará esta situación. Esta no es la pregunta correcta. La pregunta adecuada es: ¿cómo continuamos?” O lo que es lo mismo: ¿qué estrategia hay que mantener de manera prolongada para dejar atrás la crisis en la que estamos inmersos?

La batalla contra la COVID-19, que el CIS ha detectado como la primera preocupación de los ciudadanos, va a durar mucho. Si pudiéramos fijar una fecha para poner fin a la misma, psicológicamente sería más llevadera. Pero no es posible. Nadie puede en este momento decir cuándo la COVID-19 dejará de ser una amenaza que impide una convivencia normal, aunque normalidad no signifique exactamente lo mismo que significaba antes. Pero sí una convivencia sin distanciamiento, que permita que se abran las escuelas, que se pueda ir al cine, al fútbol o a un restaurante o reunirse con los amigos. Se habla de entre dieciocho y veinticuatro meses, pero no se tiene garantía ninguna de que vaya a ser así. En estas condiciones vamos a tener que convivir durante un tiempo que se nos va a hacer muy largo.

Las prisas de Pablo Casado, tan evidentes en todas sus intervenciones desde hace varias semanas y confirmadas esta mañana, son malas consejeras. Este no es momento para tener prisa desde la oposición, porque las circunstancias no lo permiten.

LaCOVID-19 ha llegado a nuestro país inmediatamente después del inicio de la legislatura que se abrió con las elecciones del 10 de noviembre de 2019. Quedan casi cuatro años de legislatura con un Gobierno que es prácticamente el único que puede constituirse con la composición del Congreso de los Diputados resultante de las elecciones generales del 10 de noviembre. No existe posibilidad alguna de éxito de una moción de censura.

Esto es algo que tiene que ser interiorizado tanto por los partidos que votaron la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, como por los partidos que no lo hicieron. El Gobierno que hay es el que hay y el Congreso de los Diputados tiene la composición que tiene. Y hasta que se celebren las próximas elecciones generales va a ser así. Y para dichas elecciones queda mucho tiempo.

Estoy convencido de que tanto los partidos que votaron la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno como los partidos que se opusieron a ella, preferirían no encontrarse en la situación en la que se encuentran. Pero es lo que toca. No van a poder dedicarse a otra cosa que a enfrentarse a la emergencia que la COVID-19 ha provocado. Emergencia que, por su propia naturaleza y alcance, va a obligar a llegar a acuerdos. Ni los partidos de la investidura ni los que se opusieron a ella tienen fuerza suficiente para tomar las decisiones que van a tener que tomar. Lo que haya que hacer, que todavía no podemos saber con exactitud qué será, desbordará con mucho la representatividad de los partidos que están en el Gobierno o que aprobaron su formación y la de los que están en la oposición. La fragmentación del Congreso de los Diputados, que se viene repitiendo desde 2015, no permite otra alternativa. Con el porcentaje de voto y el número de escaños de cada partido no cabe otra política que el pacto.

La alternativa al pacto es la esterilidad. Pablo Casado no puede articular una mayoría alternativa a la de Pedro Sánchez y menos todavía tras la sustitución de Ciudadanos por Vox como segundo partido de la derecha española. Tiene que moverse, en consecuencia, dentro de la relación de fuerzas que se dibujó con el resultado electoral del pasado mes de noviembre. Y esa relación de fuerzas, en la situación de emergencia en que se encuentra el país, conduce a donde conduce.

La dirección del PP tiene que entender que tiene varios años por delante en la oposición y que no hay atajos a su disposición para llegar al Gobierno. Cuanto más tiempo tarde en entenderlo más estará condenándose a la esterilidad.

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