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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Cinco lecciones del 27S para la izquierda

Sebastián Martín

1. La izquierda es proclive a la ciclotimia. Al bajón andaluz le sucedió el subidón de las municipales, que está a punto de ser enterrado por las expectativas defraudadas en las catalanas. A estas alturas, convendría remplazar la inestabilidad emocional por ciertas dosis de moderación y escepticismo. Ante todo, debe recordarse que los resultados del 27S no son matemáticamente extrapolables al escenario estatal. Han sido unas elecciones atípicas, presentadas y concebidas como plebiscito, construidas en torno a la disyuntiva sobre la independencia, dilema que ha dividido netamente el campo de la izquierda transformadora en dos bloques: Cat Sí que es Pot y CUP. Para hacerse un cálculo del espacio electoral ocupado en Cataluña por las fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia deben sumarse, pues, los resultados alcanzados por ambas formaciones. Unidas, han obtenido un 17% de los votos y 21 escaños. En 2012 obtuvieron un 14% y 16 escaños. Se confirma entonces que el horizonte de las izquierdas continúa ascendiendo, siquiera con lentitud, y acortando distancias con respecto a la socialdemocracia. En la coyuntura actual, por tanto, la izquierda rupturista puede aspirar con realismo a un quinto del electorado en las generales. Su obligación ineludible, su mayor responsabilidad, es optimizar ese factible 20% electoral en una representación parlamentaria equivalente.

2. ¿Cómo lograrlo? Si las europeas mostraron que por separado se sumaba, las municipales evidenciaron que la unidad multiplicaba. ¿Qué permiten ver las catalanas? En primer lugar, desde luego, un premio a la reivindicación sin rodeos de la independencia desde la izquierda anticapitalista. Y, en segundo, un cierto castigo a la posición más centrada de la defensa del derecho a decidir, acompañada del proyecto reformista de un Estado plurinacional. El propio asunto que ha coagulado la contienda electoral, impide entonces la trasposición mecánica de resultados y la formulación categórica de juicios acerca de la eficacia de las apuestas confluyentes. También convierte en simplista y desatinada toda comparación el hecho de que no se haya producido, con la lista propia de las CUP, una unificación completa. Sin embargo, bastará lo sucedido para que el ambiente enrarecido en el que viene desarrollándose el proceso de confluencia se exteriorice. Los partidarios de Podemos afirmarán que solo pueden aspirar al éxito si concurren bajo su nombre y por separado, porque piensan, en un acto de desprecio a la inteligencia del electorado, que sin una papeleta de esas características el votante se pierde. Los integrantes de otras fuerzas, por el contrario, apuntarán que la marca Podemos parece un tanto raída, y puede que ya genere más rechazos que adhesiones. En definitiva, todos verán confirmados en las catalanas sus planteamientos previos sobre la confluencia.

3. Entonces, ¿nada enseñan acerca de la oportunidad y conveniencia de confluir? Si se extrae alguna lección, debe tenerse previamente en cuenta que en este caso se produjo la tan denostada convergencia sellada en los despachos. Aparte de eso, si el experimento ha funcionado muy por debajo de las expectativas, puede ser también porque entre unos y otros lo han convertido en un proceso tortuoso, conflictivo y desagradable, restando seriamente su potencial efecto catalizador. Ante el espectáculo de soberbias, divisiones y desprecios cruzados, cualquier ciudadano raso puede preguntarse con toda legitimidad cuál es la seriedad para gobernar de aquellos que son incapaces de coordinar la afinidad. Bastará un mínimo de decencia y acierto en el PSOE de cara a las generales para que muchos le perdonen todos sus desmanes, y abandonen la tentación de dejar de votarles. El daño quizá sea ya irreparable, pero podría amortiguarse con una noción instrumental y pragmática de la confluencia, pensando que es pertinente allí donde permita maximizar resultados electorales en términos parlamentarios. Para ello se necesita realizar un estudio del comportamiento electoral de cada circunscripción y obrar en consecuencia. Quizá sea del todo indispensable en Álava, Huesca o Huelva si no se quiere tirar miles de votos a la basura, mientras que acaso resulte prescindible para Madrid, Sevilla o Barcelona.

4. Las catalanas, concretamente el porcentaje obtenido por las CUP, han enseñado otra cosa de valor. El temor a la identificación con los valores más intensos de la izquierda parece ya del todo infundado. Es más, ocultar la propia identidad para crecer por el centro o por los sectores desideologizados, además de enajenar los apoyos dados por seguros, proyecta una innecesaria imagen de falsedad y fullería en un escenario como el español, fuertemente marcado por la dicotomía izquierda/derecha. No parece, pues, que la coherencia izquierdista del discurso sea lo que impida ocupar un posición destacada y aglutinante en el tablero político. Se pensaba que lo que sí obstruía era la capacidad para hacerse con su «centralidad», pero esta expansión transversal y mayoritaria no la dificulta la invocación de la izquierda, sino la profunda institucionalización de la sociedad española en todas sus dimensiones, tanto en la de los partidos como en la mediática, que imposibilita la irrupción de un partido que triture y remplace a los predecesores mediante la técnica de la comunicación política.

5. Por eso las catalanas permiten igualmente abrir ciertos interrogantes en torno a la hipótesis que se maneja todavía en Podemos. Viendo su indiscutible visibilidad como actor principal de CSQEP, ¿nos encontramos ante una marca prematuramente deteriorada? Dada la presencia constante en la campaña del candidato a las generales, ¿estamos frente a un liderazgo en vías de amortización? Se puede concluir que ha sido un error manifiesto enfocar en clave estatal y universal unas elecciones tan especialísimas por su cariz nacional e independentista, pero ¿nos dicen también algo acerca de la noción del liderazgo político que predomina en Podemos? Quien aspira a poseerlo, ¿logra a estas alturas comunicar la imagen apetecida de credibilidad gubernamental? ¿O ha trazado ya en demasiadas ocasiones una silueta carente del mínimo de rigor exigible? Y visto asimismo que el protagonismo casi exclusivo en la coordinación de la campaña ha correspondido a Podemos, ¿nos hallamos también ante metodologías agotadas? ¿No deberían quizá planear estas cuestiones en las reuniones directivas de Podemos para, con sus respuestas, aconsejar cierta rectificación? ¿O es que las catalanas permiten ratificar el tono impositivo, el aguerrido tacticismo y la arrogancia con que se ha venido encarando el desafío de las generales? Dependiendo de la respuesta que se dé a estas preguntas podrá, o no, restañarse a tiempo la incipiente hemorragia que el 27S ha permitido descubrir.

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