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Otro cine bíblico es posible y estas películas lo demuestran

'El canto de los pájaros', de Albert Serra, una mirada heterodoxa al material bíblico

Ignasi Franch

La temporada navideña y los días de Pascua han sido tradicionalmente usados por las televisiones para reemitir espectáculos cinematográficos de temática religiosa. Con el permiso de las miniseries televisivas y de las películas orientadas al nicho de mercado de la derecha religiosa estadounidense, el cine bíblico se suele identificar con la épica de Los diez mandamientos y otras producciones mastodónticas del Hollywood clásico.

Hay que recordar, en todo caso, que el Hollywood clásico también era el Hollywood censurado (incluso el poderoso Cecil B. DeMille tuvo problemas por el talante potencialmente erótico de algunas imágenes de The sign of the cross), así que sus representaciones de lo religioso están condicionadas por los restrictivos parámetros marcados por diversos grupos de presión en la década de los 30. En paralelo, desde fuera de Hollywood, otros autores han defendido una manera muy diferente de acercarse al material bíblico.

De alguna manera, las superproducciones religiosas tienen algo de espejo de la lujosa solemnidad de la iglesia. Cineastas como Roberto Rosellini (Francisco, juglar de Dios) y Pier Paolo Pasolini (El evangelio según san Mateo), en cambio, ofrecieron unas obras fuertemente asentadas en la austeridad formal y que proyectaban un espíritu más social. Dos realizadores ateos crearon una cierta tradición alternativa de aproximaciones fílmica a lo cristiano.

La heterodoxia no ha acostumbrado a ser bien recibida. Pasolini se enfrentó a críticas preventivas por llevar a cabo una película sobre Jesús de Nazaret, especialmente tras la polémica generada por el segmento que firmó para el filme episódico RoGoPaG. Dos décadas después, La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, fue recibida con un pequeño atentado y múltiples piquetes, además de ser prohibida en diversos países. Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard, causó una polémica que llevó al realizador francés a defender que su obra no trataba de la María bíblica.

Como la propuesta godardiana, otras películas (Mary, de Abel Ferrara, es un ejemplo) se circunscriben más en la obra de su autor que en una tendencia concreta de acercamiento a lo religioso. El Albert Serra de El canto de los pájaros, en cambio, parece tener un ojo en esa tradición abstracta de un cine religioso austero que ha tendido a la depuración y también a la parodia (véase Simón del desierto, de Luis Buñuel). Otro cine bíblico es posible y destacamos cuatro películas que lo demuestran.

El evangelio según san Mateo, de Pier Paolo Pasolini

El evangelio según san Mateo

Ateo, rojo y homosexual, el realizador de Accattone sorprendió con una mirada delicadísima al evangelio de Mateo (algunas traducciones del título, como la realizada en España, añadían un matiz indeseado por su autor). Pasolini optó por una traslación literal de la fuente textual, a la que dieron cuerpo actores no profesionales.

El evangelio según san Mateo incluía algunos toques de experimentación estética que la alejaban de un neorrealismo que parecía haberse extinguido y, a la vez, mutaba en manos del Pasolini primerizo o de Ermanno Olmi (Il posto). La búsqueda de una pureza de la imagen no pasaba siempre por el camino de simplicidad señalado por Francisco, juglar de Dios. La escenificación de la matanza de los inocentes, por ejemplo, adquirió un aspecto cercano al reporterismo.

El cineasta italiano dejó escrito que no le interesaba si Jesucristo era un mesías o no, sino la vertiente más humanista y solidaria del mensaje evangélico. Posteriormente, lamentó la inclusión de escenas milagrosas que podían desviar la atención del espectador. Su filme, en todo caso, se convirtió en un clásico transversal del cine religioso para todo tipo de sensibilidades.

El mesías, de Roberto Rosellini

El mesías

El director de Roma, ciudad abierta había hecho una aportación muy relevante al cine religioso más austero mediante la ingenuista Francisco, juglar de Dios. Dos décadas después, y tras años de dedicación a proyectos de divulgación televisiva, se despidió del cine con una mirada a la vida y muerte del Jesucristo bíblico.

Su representación del personaje principal aparece, de nuevo, despojada de artificios. Apenas hay pasajes musicales que subrayen la intencionalidad emocional de las escenas, ni escenas espectaculares. El cineasta priorizó los planos lejanos en localizaciones al aire libre y unos trabajos de cámara funcionales y sin afectaciones. Los personajes se muestran en clave cotidiana: trabajan, caminan y dialogan.

El Jesús de Rossellini insiste en las ideas de apoyo a los pobres, de connotaciones antioligárquicas enfatizadas por el enfrentamiento con las élites religiosas judías. También se distancia de la agresividad del Antiguo Testamento para insistir en las nociones del amor y del perdón. Estrenada en 1978, la película supuso una aproximación tan clásica como apta para tiempos de auge de la teología de la liberación y sus llamadas a la defensa (a veces filorevolucionaria) de los desfavorecidos y los explotados.

Mary, de Abel Ferrara

Mary

Atendiendo a su premisa, Mary podria haver sido una de esas christian movies que abastecen el mercado norteamericano desde el éxito de La pasión de Cristo: tras encarnar a María Magdalena en una película bíblica, una actriz se entrega al misticismo. Pero detrás de Mary estuvo nada menos que Abel Ferrara.

Quizá el realizador de Teniente corrupto había tomado nota del éxito de El código Da Vinci, del interés que despertó por los evangelios apócrifos. Firmó un peculiar artefacto que trata, en parte, de una María Magdalena representada como discípula aventajada de Cristo. Las escenas de época aparecen como fogonazos dentro de un dispositivo sorprendentemente ecléctico. El realizador italoamericano lanzó dardos hacia el mundo del espectáculo, alertó sobre la intolerancia religiosa e incluyó debates entre uno de los protagonistas, un teólogo de ficción, y ensayistas reales.

Con sus protagonistas hipócritas y egocéntricos, su fotografía oscura y su partitura musical algo tenebrosa, Mary proyecta un cierto abatimiento y pesimismo. A pesar de haber pasado desapercibida en el momento de su estreno, quizá debido a su talante misceláneo y difícil de clasificar, resulta una propuesta estimulante donde conviven lo chocante, lo meditativo... y lo inquietante. Si Mel Gibson había llevado la crucifixión al terreno del torture porn con su pasión cinematográfica, Ferrara filmó una memorable escena de resurrección donde lo bello y lo siniestro se entrelazan.

El canto de los pájaros, de Albert Serra

El canto de los pájaros

A mediados de los años sesenta, Luis Buñuel hizo su propio acercamiento a ese cine religioso del despojamiento formal mediante Simón del desierto, una parodia sobre las desventuras de un místico. Pueden verse trazas de ello en El canto de los pájaros, segundo largometraje profesional de Albert Serra. Con Honor de caballería, el realizador catalán había llevado a la pantalla un Quijote drenado de épica, salpicado de lírica agreste y humor. Su siguiente película fue una narración lacónica y chocantemente cómica sobre el viaje de los Reyes Magos.

Serra dobló la apuesta del Rosellini de Francisco, juglar de Dios, y sus franciscanos extremadamente ingenuos. El vaciado de los oropeles del cine bíblico es completo. No hay séquitos apabullantes ni ropajes sublimes, sino tres pioneros (o tres chiflados, como el trío cómico The Three Stooges) cansados que cruzan el mundo persiguiendo una estrella. En paralelo al asilvestramiento cómico-poético que nos regalan los intérpretes, brillan los paisajes de las islas Canarias, Francia e Islandia.

Gustoso de jugar con grandes figuras de la literatura y la historia, Serra ofreció una propuesta provocadora en varios sentidos. Para los espectadores más impacientes, destacará el uso del tiempo: el autor ofrece encuadres fijos y largamente sostenidos por los que se mueven (o no) unos personajes cansados que discuten sobre el camino a seguir o la posibilidad de superar un desnivel. Gag interminable y a la vez cine de autor contemplativo, El canto de los pájaros es una experiencia inenarrable de belleza estética y larguísimos silencios rotos a través de unos diálogos que parecen extraídos de una versión catalana de Muchachada nui.

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