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Las seis heridas de Kurt Cobain

Kurt Cobain en una de las grabaciones caseras de Courtney Love

Pedro Moral Martín

Kurt Cobain baja del escenario, agarra una cámara con las dos manos y la acaricia, mientras empieza a amasar saliva dentro de la boca. Cobain escupe a la lente que le está grabando y se va hacia la otra punta del escenario, destruyendo todo lo que se encuentra en un comportamiento entre ridículo y desesperado. No lo hace por llamar la atención. No quiere ser imitado, necesita estallar, sacar toda esa hiperactividad que sus padres no supieron curar. No está loco, ni drogado o, al menos, su comportamiento no obedece a la influencia de las drogas. El líder de Nirvana no era tan especial pero, en tan solo 27 años de vida, no dio tiempo a comprobar si efectivamente era un genio.

Pero un mito sí. Alguien demasiado sensible, alguien que estaba descontrolado y confuso y que no toleraba la humillación. Esto es lo que queda claro en Kurt Cobain: Montage of Heck, un regalo audioviusal filmado por Brett Morgen, el director de The Kid Stays in the Picture, uno de los mejores documentales jamás hechos sobre Hollywood, a través de la escandalosa y trágica figura del productor Robert Evans.

Morgen se ha encargado de desnudar al inventor del grunge en una cinta que tiene momentos terroríficos, también irónicos y también muy kitsch. Es decir, puro Cobain. El filme no ahonda en los asuntos de Nirvana, ni en las teorías conspiratorias que rodean su muerte, es una narración en orden cronológico a través de diarios, vídeos y audios que el músico, el mismo que acabó una de sus actuaciones enseñando el pene a una de las cámaras que lo grababan, dejó a lo largo de su vida. Una existencia durante la que sufrió cinco humillaciones y un fuerte dolor de estómago, seis heridas graves que provocaron que se disparara en la cabeza el 5 de abril de 1994.

El adolescente ‘follaretrasadas’ con dolor de estómago

Cuando nació, ese niño rubito encandiló a toda su familia. Era generoso, simpático y muy cariñoso. Pero era hiperactivo, una tendencia infantil que casi ningún padre sabe cómo enmendar y para la que las farmacéuticas han inventado medicamentos que al pequeño Kurt no le sirvieron para nada. A pesar de todo, la infancia de Cobain fue la ideal, a finales de los 60 en Estados Unidos, y concretamente en Aberdeen donde, los que menos tenían, tenían lo suficiente. Con las maravillosas imágenes de las decenas de vídeos caseros que grabaron los padres del músico y con un montaje muy cuidado, Morgen conduce al espectador hacia la primera humillación en la vida de Cobain: el divorcio de sus padres.

Los vídeos en Super 8 del pequeño Cobain se mezclan con terroríficas animaciones de sus dibujos. Tiburones que devoran hombres, hombres que despedazan tiburones, rostros sombríos y un ligero odio hacia el típico (y muy americano) comportamiento machista y homófobo. Cobain era rebelde y ni su padre ni su madre lo quisieron en casa. Nadie está preparado nunca para sufrir el rechazo de sus seres queridos. Fue en esta época cuando probó la marihuana y se convirtió en adolescente.

Para la terrible adolescencia de Cobain, Morgen utiliza la animación perfilada del holandés Hisko Hulsing. Los poderosos efectos animados coronan una de las partes más fuertes del filme, aquella en la que, tras un intento desesperado por perder la virginidad con una chica con fama de ‘cortita’, todo el instituto le insulta y le señala como ‘follaretrasadas’. Cobain se ató a las vías y el tren le pasó demasiado cerca.

Fue entonces cuando descubrió el postpunk y lo convirtió en una vía de escape. Formó un grupo que podría haberse llamado Lengua Viperina pero que acabó siendo Nirvana. Ensayaba en una habitación minúscula cantando de cara a la pared mientras empezaba a sufrir sus terribles dolores de estómago, una enfermedad crónica que jamás fue diagnosticada y que también le afectó emocionalmente. Morgen lo ilustra en el documental con nauseabundas imágenes de intestinos en pleno proceso de digestión.

El día que no tenga un mañana

A pesar de los comportamientos suicidas del músico, Courtney Love sigue siendo señalada como una de las autoras del supuesto homicidio del líder de Nirvana. Desde que un artículo de Vanity Fair la acusara de drogarse mientras estaba embarazada, lo que afectó poderosamente a Kurt Cobain, Love ha sido perseguida por la prensa. Harta de todo esto, hace varios años cogió la llave del trastero donde guardaba todos los recuerdos de Kurt Cobain y se la dio a Morgen para que hiciese lo que quisiera.

Courtney nunca vio el filme hasta que estuvo terminado, incluso después de contar al director ese terrible capítulo de su vida en el que por culpa de una infidelidad no consumada por su parte, Cobain coqueteó de nuevo con la muerte. Courtney se siente culpable, pero gracias a su respaldo y a que Frances Bean Cobain es productora ejecutiva, Morgen se pudo sumergir en innumerables documentos elaborados por el propio Cobain: letras de canciones inéditas, poemas, ideas terroríficas y sórdidos pensamientos como el de desear fornicar con su propia madre, también una cantidad bestial de material audiovisual grabado durante los cuatro años en los que Courtney y él no paraban de consumir heroína y cientos de casetes con grabaciones de voz y extrañas mezclas de sonidos sacados de películas de terror y de ciencia ficción, de solos de guitarra y de fragmentos de álbumes pop.

Todo este material que estuvo analizando concienzudamente durante años es el que nutre este fantástico documental que lleva el título de uno de los casetes más reveladores con los que se encontró Morgen, Montage of Heck. El filme muestra cómo la vida de Cobain estuvo marcada por distintas humillaciones que le fueron destruyendo. Las declaraciones de Love que le señalaban como un suicida potencial se refuerzan con la constante repetición en sus diarios de la palabra “suicidio” o de frases como “el día más feliz de mi vida será el que no tenga un mañana”. Cuesta imaginar que ese chico tan mono, tan tierno y juguetón que se quedaba embobado mirando a su bebé (a la pequeña Frances) tuviera un dolor sentimental tan agudo que le llevaría a suicidarse con una escopeta. Un trágico final que le colocó como otro ilustre miembro del club de los 27.

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