'Peter y el dragón' y la máquina de renovar clásicos
En abril del año pasado, durante la Cinemacon de Las Vegas, Disney expuso un espectacular calendario en el que anunciaba nada menos que 24 estrenos en dos años, contando con las novedades de Dreamworks, Pixar, Marvel y LucasFilm. De la factoría del ratón animado, pocos estrenos eran realmente nuevos: es decir ni secuelas, ni precuelas, ni spin-offs, ni adaptaciones, ni remakes, ni reboots, ni todo el vocabulario que rodea la industria.
Cierto es que se trata de términos que existen en el negocio del séptimo arte desde que existe. Acusar de falta de originalidad es arriesgado dado lo peliagudo del término y los límites de creatividad tan amplios que se dan en cualquiera de estos productos.
Aun así, hablamos de un gigante que ha ganado este año 7.620 millones de dólares, un 13% más que en 2015 durante el mismo período. La empresa busca constantemente nuevas fórmulas para hacer dinero y rentabilizar sus ingresos, no siempre apostando por la innovación o las estrategias modernas. De hecho, parecen haber encontrado una máquina de fabricar efectivo que les funciona bastante bien. Se trata de realizar remakes de sus propios filmes, ahora rodando con actores reales y utilizando técnicas de animación modernas. Vuelven sobre sus pasos como industria y prueban suerte vendiendo el mismo caramelo con el envoltorio cambiado.
Lo de siempre vende
Por ahora, los clásicos actualizados les han funcionado bastante bien en taquilla, además de en cualquier tienda o plataforma que venda merchandising. Se podría decir, incluso, que todo empezó con Tim Burton. Alicia en el país de las maravillas recaudó la aplastante cantidad de 1.032 millones de dólares en todo el mundo. La película reimaginaba, bajo el sello timburtoniano, el clásico de 1951, un auténtico carnaval para amantes de la animación que se tornó oscuro pero divertido en manos del director de Ed Wood.
La obra de Lewis Carroll vista por Burton abrió la puerta a una infinidad de posibilidades. No es difícil imaginar a un ejecutivo del estudio echando un vistazo a la ingente cantidad de títulos que tenían archivados y frotándose las manos. Lo único que había que hacer era quitarles el polvo y volverlos a enseñar pero con actores de carne y hueso.
Cuatro años después, se estrenó Maléfica, spin-off de la carismática villana de La bella durmiente, una película de animación de finales de los cincuenta y también un cuento de Charles Perrault. Angelina Jolie reapareció delante de las cámaras desde que hizo Salt e hizo ganar al estudio unos nada desdeñables 758 millones de dólares.
Eso sí, en este caso era una historia nueva que contaba los orígenes de la maldición de la joven que se pinchó con una rueca el día de su decimosexto cumpleaños. La fórmula era la misma y les funcionó hasta el punto que se espera secuela para 2018.
Con la gasolina que proporciona romper el box-office, la máquina de renovar clásicos siguió funcionando. Poco después, recibía 500 millones con la Cenicienta de Kenneth Branagh. Para la productora del film, Suzanne Todd, la nueva joven que pierde un zapato tenía “algo del encanto de la película original y una gran calidad”. En palabras suyas, “Branagh lo ha convertido en algo maravilloso, romántico y accesible”, contaba a AFP.
La fórmula también ofreció su primer tropiezo, el relativo fracaso que suponen los 292 millones de Alicia a través del espejo. A pesar de que se trataba de un filme que le daba una nueva interpretación al personaje de Carroll, e incluso el de Burton, con una versión feminista de Alicia, según afirmaba su director.
Pocos meses después, el estreno de El libro de la selva confirmó que sólo había sido un mal trago. A día de hoy, la puesta a punto del libro de Rudyard Kipling dirigida por Jon Favreau, lleva amasados más de 900 millones de dólares. Eso sin mencionar que le queda recorrido en el mercado doméstico, lo que hace pensar que alcanzará las cifras de la de Tim Burton.
El propio realizador definía su película a AFP diciendo que en ella “se retoman los viejos mitos, las viejas historias, los viejos arquetipos y los viejos personajes y se reciclan con la tecnología más innovadora”. Es decir, que artilugio renovador sigue bien engrasado.
El sabor añejo de lo novedoso
Esta semana llega a nuestras pantallas Peter y el dragón, remake de Pedro y el dragón Elliot, una película de animación estrenada en 1977 y dirigida por Don Chaffey. Apenas 39 años después, la casa del ratón resucita una de las películas menos famosas de una década particular en la que también estrenaron Robin Hood, Los Aristogatos, Los Rescatadores o Las grandes aventuras de Winnie the Pooh.
Pero aquí no termina el asunto. Pronto se estrenará La bella y la bestia de Bill Condon en la que Emma Watson será la incauta joven y Dan Stevens el maldecido peludo. Le seguirán una adaptación en imagen real de Mulán, otra de Dumbo y una precuela de Aladdin que lleva por título provisional Genios. Además de preparar una nueva versión del capítulo de Tchaikovsky en Fantasía. O lo que es lo mismo, una nueva adaptación de El cascanueces que dirigirá el siempre azucarado Lasse Hallström. Ah, y una secuela de Mary Poppins que continúa la historia de la del 64, esta vez protagonizada por Emily Blunt.
Se podría decir que a los veteranos les gusta ver cómo sería hoy aquella película que machacaron en VHS o Betamax. Mientras que a los más jóvenes les atrae descubrir qué tienen esas historias para resistir los embates del tiempo. Por el momento parece que quedan nuevos viejos clásicos para rato.