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Un disco de culto

Keith Jarrett

Montero Glez

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En el mes de enero de 1975, el pianista Keith Jarrett andaba de gira por Europa, donde tenía cierto reconocimiento. Ya entonces, Jarrett destacaba por su capacidad para armar combinaciones sonoras con la espontaneidad de un revolucionario; y eso —lo queramos o no— se aprecia en Europa.

Nacido en Pensilvania, el continente europeo representaba para Jarrett algo más que un antiguo territorio. Porque Europa es el lugar donde se aloja el germen de una vanguardia musical que dejaría de ser novedosa para convertirse en familiar. Así lo va a demostrar Jarrett con el cuarteto europeo que monta junto al saxofonista Jan Garbarek, el bajista Palle Danielsson y el batería Jon Christensen; un conjunto musical donde el folklore y la sonoridad callejera se van a combinar con las influencias de la tradición clásica, dando lugar a dos álbumes: “My song” y “Belonging”, ambos producidos por Manfred Eicher, el hombre en la sombra, director de la disquera ECM y responsable de una ingeniería sonora tan peculiar como imitada. Todos los trabajos de su sello están basados en la nota que no se ejecuta, es decir, en el silencio. Porque dar espacio al silencio es dar espacio a la elegancia, y muy pocos lo entienden como Manfred.

Llegado el año 1975, Manfred Eicher conducía un Renault 4. Había producido los últimos discos de Jarrett con el cuarteto europeo y ahora andaba con el pianista de gira por Europa. Jarrett había anunciado una serie de conciertos de los cuales el de Colonia iba a ser el quinto.

Procedente de Lausana, el Cuatrolatas apareció en Colonia el mismo día del concierto. Manfred iba al volante, y Jarrett iba en la parte de atrás, tumbado, intentando incorporarse. Seguía con molestias en la espalda, no había pegado ojo y la resaca de la gira empezaba a zumbar alrededor del casco afro de su cabeza.

Cuando Jarrett llegó al Opera House y vio que los tramoyistas se habían equivocado de piano, decidió suspender el concierto. En vez del “Bösendorfer 290 Imperial”, habían subido del sótano otro piano. Pero eso no era lo peor. Lo peor era que el piano sonaba de aquella manera. No podía ser de otra forma. Estaba arrinconado en un camerino y sólo se usaba para ensayos de coro. Había teclas que no iban y uno de los pedales estaba inútil.

Con todo, debido al entusiasmo que había levantado el concierto, el pianista reconsideró la decisión y afinó el piano. La suerte estaba echada y, al igual que un místico que arroja al azar las monedas de un oráculo, Jarrett dejó que los dedos improvisaran el camino, haciendo del contratiempo virtud.

El 24 de enero de 1975, el concierto que dio Keith Jarrett en el Opera House de Colonia fue memorable. Manfred Eicher lo predijo y por eso registró con su equipo uno de los documentos más valiosos de la música contemporánea; un disco cuya icónica portada forma parte del imaginario de una hermandad que maneja el silencio como consigna.

En el disco The Köln Concert, el silencio se combina con las síncopas más avanzadas, dejando vía libre a la imaginación; ocurrencias sobre un acorde suelto que se van abriendo hacia arriba, y que flotan y se disuelven como humo de porro recién encendido. Se trata de una ilusión que se materializa cuando los estratos sonoros se convierten en arabescos. Las luces de Oriente se disponen a brillar en cada calada, el humo espeso entra en los pulmones y Jarrett se permite respirar sobre el silencio. Por sus efectos especiales, conseguidos a partir de tan pocos elementos, el disco del Köln Concert es algo más que una manifestación musical. Es una escultura sonora.

Acaba de salir la biografía de Keith Jarrett firmada por Wolfgang Sandner —el que fuera productor del sello alemán Wergo—. La citada biografía, traducida por Richard Gross, la publica Libros del Kultrum. En ella se nos cuenta, entre otras muchas cosas, la historia de un disco legendario como lo es el Köln Concert de Keith Jarrett. Un trabajo que aquí, en España, pudimos conocer ya entrados los años ochenta y de la mano de Nuevos Medios, la disquera distribuidora del sello ECM en España. Resulta grato comprobar cómo Julián Viñuales, responsable de la editorial que publica la biografía de Jarrett, demuestra estar influido por el concepto icónico del sello de Manfred Eicher. Luego está el detalle de las solapas, que protegen las ediciones, no sólo del polvo, sino también de los ruidos.

En un mundo globalizado, donde cada vez se presta menos atención a la diferencia, ponerse a hacer libros orgánicos que traten sobre músicos orgánicos es un acto revolucionario. Sin duda.

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