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Amar en tiempos del Tinder

Elena Herrera compartiendo su panel Liberté, Egalité, Beyoncé: feminismos en la cultura pop.

Silvia Nanclares

Hace tres años, Amparo Lasén, Elena Casado Antonio A. García -sociólogas, profesoras, investigadoras y residentes en la Universidad Complutense- decidieron lanzar la propuesta de investigar colectivamente sobre lo ordinario. Desde dos sentidos claves: lo ordinario como aquello rutinario, superficial e incluso banal pero con la capacidad al mismo tiempo de ordenar socialmente nuestras conductas y subjetividades. Entendiendo la sociología como un punto de vista, las jornadas Sociología Ordinaria proponen anualmente bajar a pie de tierra y manchar su metodología en el barro con el fin de explorar todo lo que la cotidianidad tiene para enseñarnos.

En esta edición se han explorado diversidad de tonos y formatos de análisis sobre cómo y dónde los afectos y las emociones se están manifestando en nuestro día a día. Las emociones, esos “pensamientos encarnados”, que atraviesan cualquier acción de nuestra vida, por más que la academia, las lógicas productivistas y el mundo heteropatriarcal se nieguen a reconocerlas e incluirlas en los órdenes del día de las grandes reuniones. Durante estos dos días pasados en Medialab-Prado y bares satelitales, nuestras ordinarias emociones han pasado por una vez al centro del debate, contagiado éste por la solemnidad irónica y gamberra que se le presupone a estos ya casi legendarios encuentros.

¿El objetivo? Demostrar que sí, es posible devanarse los sesos para encontrar códigos semióticos y relaciones de poder en los grupos de Telegram, en las páginas de contactos o en las chuches con forma de labios fruncidos. “Muacs”, emoticonos que hacen :**, gifs animados, pornificaciones de los encuentros casuales o habituales, son objetos y espacios que median hoy día nuestras relaciones, la comunicación de nuestras emociones y nuestro deseo.

Una propuesta especialmente prolífica

La edición de este año ha proporcionado varias alegrías a las organizadoras: “Para empezar—reconoce Amparo Lasén—, el número de propuestas que recibimos en la convocatoria abierta ha sido mayor que en años anteriores”. El criterio de selección que ha primado este año es, según Antonio A. García, “la coherencia: que los temas y los formatos pudieran bailar entre ellos”. Porque de coreografía se ha hablado también mucho, no tanto desde el sentido literalmente técnico de la ejecución de la danza si no de la proxemia relacional, del baile de juegos de poder y asimetrías que todo choque de subjetividades ( y todo cortejo es un baile) conlleva.

Parece que lo emocional ha trascendido las palabras clave de la convocatoria abierta para encarnarse en el espacio de las jornadas. Elena Casado apunta: “Es increíble ver en la misma sala a gente con la que hemos coincidido en espacios muy distintos (relaciones fraguadas online y offline). Las emociones han sido el objeto del encuentro pero también han sido para mí algo fundamental en la experiencia de estos dos días. Y aunque no me había parado a pensarlo, a raíz de algunas conversaciones con participantes creo que es importante también poner en valor el hecho de que todo esto se hace sin ninguna subvención, con tres personas que servimos más bien como interfaz de conexiones y de provocación para el encuentro, la conversación, etc., y con una buena disposición a la colaboración que se nota en el ambiente y se contagia.”

Dos días de investigación “indisciplinada y bastarda” en torno a los escenarios contemporáneos de nuestras emociones, los cuales están cargados de políticas de género, formas de participación codificadas, puestas en juego del capital sexual, intimidades específicas creadas en red, espacios de gestión de hormonas y arquitecturas de algoritmos de afinidad que median nuestras relaciones hoy día. Dos días para detenerse a pensar si todas estas formas de relacionarnos, por más innovadoras y lúdicas que nos resulten, están o no a salvo de las inercias normativas.

La cuestión metodológica -o de cómo y dónde accedemos a los materiales emocionales que nos sirven para investigar- y los formatos de comunicación innovadores han sido otras dos cuestiones relevantes de las jornadas. Aquí, y como afirma Lasén, “lo más interesante eran las propuestas donde se entrelazan experiencias de las metodologías propias, como los modos en que hacemos y actuamos en lo personal y laboral, con las metodologías de investigación y reflexión”.

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¿Momentos destacados de esta edición?

¿Tienen capacidad de agenciamiento emocional los objetos? Para Mauro Gil Fournier es claro y así lo mostró en su comunicación La nevera como espacio público: Afectos del fríoLa nevera como espacio público: Afectos del frío, una genealogía de la paulatina adopción de los frigoríficos en nuestros entornos domésticos que es a la vez una historia afectiva de diferentes grupos sociales. Piénsalo: el interior y el exterior de tu nevera están cargados de prácticas afectivas y políticas.

Nerea Calvillo abundó en esta línea de los experimentos afectivos con objetos en su comunicación Odiando intensamente un globo de 90cm, donde a través de su crónica como diseñadora y desarrolladora de una instalación dentro del Festival SOS 4.8 basada en el helio, nos animaba a imaginar nuevas formas de convivencia con sustancias no humanas.

En estas intersección de la experiencia personal y lo reflexivo es donde encontramos propuestas potentes como la de Ariana S. Cota y Luca Sebastiani, pareja y activistas del espacio okupado granadino #Duquesa29, quienes desplegaron un divertido display inspirado en las míticas peleas del grupo Pimpinela, donde escenificaban cómo sus disensos políticos, lejos de quedarse aparcados en las asambleas, contagiaban su espacio de intimidad de pareja. Sentimientos encontrados y colapso público/privado/íntimo dentro de las experiencias de activismo.

Para Lasén, muy destacable fue la propuesta de Celia Prieto y Begoña Marugán, “dos futboleras que le dieron la vuelta a la ambivalencia provocada por su sentimiento atlético y la injusta e ignorada situación de desigualdad legal que sufren las futbolistas federadas a quiénes se les niega la posibilidad de profesionalizarse”, así como la comunicación de Miguel Mesa del Castillo en torno a las arquitecturas de la fiesta, donde se repasó cómo los nuevos tipos de reuniones (desde raves o baby showers a fiestas bugchasing) despliegan unos espacios arquitectónicos específicos y codificados al servicio de las necesidades relacionales que proponen.

Como formatos destacables, funcionaron de un modo muy distendido pero rico, las discusiones creadas en corrillos en torno a la sección llamada “Café y Pósters”. Neme Arranz y Yuji Kawasima abrieron el melón del culebrón como género privilegiado para desentrañar el aparataje exagerado de nuestra sentimentalidad. Tras los tópicos clasistas y machistas de los guiones y las puestas en escena de la telenovela, se esconden resortes de subversión social de alcance masivo. Así, en tiempos de YouTube, un clip de Maldita Lisiada, se convierte en un fenómeno cultural plagado de polisemias y sentidos. ¿Quién no se sintió alguna vez dentro de un melodrama? También reveladora fue la proposición de Héctor Vidal, quien a través de su plataforma ficcional P.A.P (Plataforma de Afectados por las Plataformas de Afectados) contó cómo un director de sucursal obligado a gestionar sus propias emociones y las de “su” colectivo, empleados y clientes de la sucursal, víctimas de las acciones de la PAH.

Otras vueltas de tuerca a la mediación tecnológica de las emociones fueron los aportes de Jaron Rowan y su propuesta de amor como tecnología construida por multitud de dispositivos, algoritmos y sustancias o el estudio de Esmeralda Ballesteros a partir del grupo de wasap de unas trabajadoras ferroviarias y su código comunicacional a través de elocuentes memes político-afectivos.

A pesar de que es complicado destacar momentos o contenidos sin dejarse nada fuera en un congreso que tiene como premisa destacar lo indestacado, la democratización de la tecnología en la comunicación emocional y las transformaciones sociales que de ello se derivan podría señalarse como una constante que atravesó el encuentro. La incertidumbre acerca de las implicaciones de este nuevo ecosistema y su gestión colectiva quizá puedan convertirse en el nuevo gran “tema de nuestro tiempo”.

Esperaremos otro año atentas y expectantes la próxima convocatoria de Sociología Ordinaria, ya que, como dice Amparo para terminar: “Juntarnos para hablar de lo ordinario genera momentos extra-ordinarios de chispazos mentales, corporales y afectivos con sentido, al menos para esta socióloga ordinaria, que son un lujo en estos tiempos chungos que vivimos”.

Las jornadas terminaron el pasado jueves, pero puede que algunos de sus asistentes y las organizadoras sigan hoy bailando. Las fiestas ordinarias son sonadas, son parte de la investigación. Porque bailar es algo bien ordinario. Y sociológicamente muy relevante.

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