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Sara Barquinero Escritora

“A veces nos comprometemos afectivamente mediante la obsesión, que es casi peor que el amor romántico”

La autora Sara Barquinero, de 27 años, debuta con 'Estaré sola y sin fiesta'

Clara Giménez Lorenzo

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¿Qué haría un paseante al encontrar un diario abandonado junto a un contenedor de basura? Probablemente, no repararía en él. O tal vez lo hojearía y lo volvería a dejar en el mismo sitio, acaso ocuparía unos minutos de su pensamiento. Pero también podría llevárselo; entonces tendría días y días para leer con detenimiento, sentiría cada vez más curiosidad por la persona que lo escribió. Comenzaría a imaginar su vida, necesitaría saber nuevos detalles: dejaría de ser un simple texto ajeno para convertirse en una obsesión.

Es lo que le ocurre a la protagonista de Estaré sola y sin fiesta , la primera novela de Sara Barquinero (Zaragoza, 1994), publicada por Lumen (Penguin Random House). El suceso real de encontrar un diario en plena calle en 2017 sirvió a Barquinero, entonces estudiante de Filosofía y ahora doctoranda especializada en Kant, para escribir primero un trabajo académico. En 2018 obtuvo una beca de creación en la Residencia de Estudiantes con la que publicó su nouvelleTerminal (Milenio, 2020), y paralelamente comenzó a desarrollar una ficción en torno al manuscrito. “Siempre me ha interesado mucho la literatura que tiene que ver con los objetos encontrados, textos que tienen que ver con manejar documentos reales”, explica a elDiario.es.

El documento real, en este caso, es el diario de una mujer llamada Yna, que funciona como la crónica de un enamoramiento que sucede en la Zaragoza de los 90: Yna piensa continuamente en Alejandro, se pregunta dónde estará, espera con ansia su vuelta, proclama su amor, aunque solo han pasado una noche juntos. La protagonista de Estaré sola y sin fiesta, que habita en nuestro presente, encuentra el manuscrito por azar y da alas a su propia obsesión. Lo que en un inicio parece un hallazgo anecdótico se convierte, conforme avanza la trama, en un pretexto para exorcizar sus propios fantasmas, una excusa para escapar de una realidad que no le satisface. La protagonista de Estaré sola y sin fiesta, cuyo nombre nunca es revelado al lector, lo tiene todo: pareja, trabajo, amigos... pero en el fondo no se siente vinculada a la vida que ha construido, y la inquietud por averiguar lo ocurrido con Yna y Alejandro se transforma en una huida hacia delante, también en un viaje por la geografía española: Zaragoza, Bilbao, Barcelona o Peñíscola son algunos de los lugares que visita la protagonista persiguiendo las huellas del diario. 

Sobre el apego y la disolución de los vínculos

Hay quien ve en el texto de Barquinero ecos de Roberto Bolaño o Julio Cortázar, pero la autora cita entre sus referentes más cercanos a autores como el húngaro László Krasznahorkai o el mexicano Eduardo Ruiz Sosa, en cuyas obras, Guerra y guerra y Anatomía de la memoria, se trata el tema de la memoria singular, la de aquellos que carecen de memoria porque no son grandes figuras. También, con relación a la neurosis amorosa que vertebra toda la novela, están presentes como inspiración literaria la escritura de Annie Ernaux y el pensamiento de la socióloga Eva Illouz, quien en El fin del amor indaga sobre la disolución de lazos y la falta de compromiso que rige los vínculos afectivos del capitalismo tardío.

Precisamente, el concepto de “relaciones negativas” que acuña Illouz está muy presente en la trama de Estaré sola y sin fiesta: la protagonista no siente ningún apego hacia su pareja ni prácticamente hacia sus amistades; huye de cualquier tipo de atadura, pero tampoco quiere estar sola, lo que le lleva a tener muchos encuentros casuales con desconocidos. Solo uno de ellos, Julián, con quien se cruza durante su búsqueda, acaba por dejar una huella inesperada. “Durante un largo tiempo, las relaciones monógamas totalmente anegadas funcionaban no solo por el caballero andante sino por la mujer que esperaba su amor toda la vida”, opina Barquinero. “Eso ya está roto, pero como los hombres en general carecen de una educación emocional apta y nosotras rehusamos a atarnos a según qué cosas, las relaciones se convierten en una especie de consumo de cuerpos capitalista”.

“Me interesaba indagar en la intersección entre la ruptura con el amor romántico, el consumo de cuerpos y una vuelta incluso reaccionaria hacia el pasado”, prosigue la autora. “No queremos vínculos pero sí queremos afectividad permanente, y muchas veces la única forma en la que queremos comprometernos afectivamente es mediante una obsesión que es casi peor que el amor romántico”. Es lo que le ocurre a la protagonista, que transforma su desapego en una idealización que tampoco es la solución a ninguno de sus problemas. El texto, con un ritmo trepidante que traslada a la perfección la creciente obsesión de la protagonista, tampoco ofrece ninguna respuesta, aunque a Barquinero sí le interesaba mostrar “la necesidad de una nueva educación emocional sin querer caer en una nostalgia reaccionaria”. 

Estaré sola y sin fiesta es, en el fondo, una reflexión sobre la vulnerabilidad, un intento de plasmar la dificultad de equilibrar la reafirmación de nuestra individualidad con el sentimiento de pertenencia a una comunidad. No es sencillo mostrarnos vulnerables ante nuestros seres queridos, o incluso ante personas que solo nos acompañan una noche. A veces, como ocurre en esta novela, un hallazgo casual puede romper el frágil equilibrio, hacer que nos replanteemos nuestros vínculos, tal vez toda nuestra vida. Se trata de encontrar, como dice la protagonista, un término medio “entre la intensidad de un amor y otro, de la desesperación absoluta a la indiferencia total, de los celos perversos al más sincero aburrimiento”.

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