Pimpinela merece discusión
Pimpinela son hermanos. Es un detalle que nos cruzamos cien veces y cien veces borramos, como se borra la cara del hombre que se embute el disfraz en el circo. Lucía Galán Cuervo lleva una vida peleándose con su hermano Joaquín en el escenario, y en cierta medida son aún un one-hit wonder, un grupo cuyo nombre nos trae a la cabeza una única canción. Olvídame y pega la vuelta se publicó hace treinta años redondos. Eso sí, mientras los one-hit wonders se apagan y dejan una estela de un solo punto brillante, Pimpinela siguen haciendo giras cruzando paralelos y meridianos. Un único tema pero con variaciones, como una pelea a veinte asaltos.
El programa Trop Trending Tele que se emite en LaSexta a veces puntúa los extractos del canal Telecinco con una señora que personifica la clientela de sus programas estrella y condensa su interés en una frase: “yo quiero que se peleen, que discutan muy fuerte”. La pelea sentimental es el menú principal de Telecinco, que lleva décadas explotando en monocultivo a la mujer despechada. Belén Esteban de titular y Rosa Benito en las bajas por salud, se turnan para alimentar el motor infinito de la esposa que se lamenta de la adversidad, se mantiene fuerte en el diluvio y dice las cosas a la cara y sin apocarse.
Esa es también la carne del culebrón latinoamericano, la relación agriada que no se termina de despejar nunca, el fatal infortunio que se lamenta a viva voz a la cara de un novio-esposa-prometido que es parte de la catarata que el destino nos arroja en dirección contraria. El culebrón es el lamento constante a la fatalidad, y Pimpinela lo destila en dosis de tres minutos.
Te vas a enterar, el musical
El dúo argentino se ha hecho fuerte en esa disciplina y ha logrado eclipsar el recuerdo de las jotas de picadillo de Carmen Morell y Pepe Blanco y el de los enfrentamientos entre Dolores Abril y Juanito Valderrama, que en constante itinerario por la península se llamaban “chuchurrío” y “poquilla cosa” y titulaban a lo suyo Peleas en broma, para quitar plomo a quien pensara que la actuación había descarrilado en vivo y se había convertido en una de esas peleas de gallos que tanto gustan hoy entre los raperos.
Valderrama y Abril eran pareja, como también lo eran Morell y Blanco, pero los Pimpinela practican una pelea a salvo, puramente técnica, a envite por canción y a llave por estribillo. Los títulos de sus canciones componen un mosaico donde caben todas las trifulcas de pareja: Es mentira, A ésa, Valiente, ¿yo, qué soy?, Dímelo delante de ella, A dormir afuera. Es la moviola de una bronca, el repaso fotograma a fotograma del enfrentamiento.
Su equivalente perfecto podrían ser los luchadores enmascarados mexicanos en los enfrentamientos de Pressing Catch que emitieron durante años las TDT. Billy Corgan, el hombre que tocaba todos los instrumentos en los discos de Smashing Pumpkins, sostenía que esa lucha simulada es muy parecida a las improvisaciones musicales; requiere conocer muy bien los fundamentos y además estar muy atento para coordinar tus movimientos según las decisiones de los demás. Para lograr la pirueta en lugar del accidente fatal.
Desmoronarse con red
Pimpinela requiere canciones nuevas para cada gira porque funciona como las broncas de vecindario, son un espectáculo inacabable pero no se puede soportar que sean idénticas, que se digan siempre exactamente lo mismo. Necesitamos un hallazgo nuevo en cada ocasión, algún improperio imprevisto, una pequeña variación que nos permita regresar a ese tema central, esa imprecación convertida en clásico, ese one-hit donde se pega la vuelta.
Pero como Pimpinela son hermanos que fingen ser pareja, pueden asomarse al abismo de la bronca en escena a resguardo del desastre. Una bronca real sería una gira que se cancelaría por abandono en la primera actuación. La alternativa es si cabe más perversa, como recuerda el caso de Fleetwood Mac. En su libro Pégate un tiro para sobrevivir, Chuck Klosterman recuerda que Rumours, el disco de más éxito de la banda, se compuso mientras se descomponían las relaciones sentimentales de la banda, y sucedían engaños, desengaños y cambios de pareja. “Casi todas las canciones del álbum hablan de relaciones que se acaban”. En consecuencia, la monumental gira del grupo consistía en recitar canciones llamando sinvergüenza al músico que tenía al lado. “¿Qué clase de capullo obliga a su exnovia a hacer los coros en una canción donde la acusa de ser una golfa?”. Noche tras noche, estadio tras estadio, millón tras millón de copias vendidas. Un peaje excesivo que pone en su lugar la ilusión de la pelea real sostenida en escenario.
Pimpinela vuelven a España para una gira en octubre, y recorrerán las capitales con ese espectáculo técnico de pelea desenmascarada a medio camino entre el culebrón importado, el altercado vecinal y los enfrentamientos en Telecinco. Un punto medio entre tres abismos, donde el público, sabiéndose a salvo, puede disfrutar de la música de las parejas que discuten y se pelean muy fuerte.