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El neón rojo de la sala Galileo Galilei vuelve a brillar: el templo musical reabre sus puertas tras un año de ERTE

Anika canta y toca el charango durante la canción 'Aire' de Ombligo.

Guillermo Carazo

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El clásico neón rojo de la sala Galileo Galilei de Madrid se ha vuelto a prender tras más de un año sin que este iluminase uno de los templos musicales más reconocidos del Estado español.

El pasado sábado 5 de junio el dúo madrileño Ombligo –formado por Ángel Cáceres (guitarra, silbido y voz) y Anika (violín, voz, charango y guitarra)– colgó el cartel de “no hay entradas” en cada uno de los dos pases que realizaron con motivo de la reapertura de la Galileo Galilei. “El directo es nuestro estado natural (...) Somos un grupo de ver en directo, sin duda”, asegura Ombligo a elDiario.es.

La sala bajó el cierre en marzo de 2020 con motivo de la crisis sanitaria. El último sold out que albergó –500 personas– fue en la presentación del disco Banda sonora para una película que no existe (Entrebotones, 2020) de Ombligo. En estos casi quince meses de cierre la sala ha perdido a Germán Pérez, uno de los dos fundadores, y ha estado de ERTE hasta el pasado viernes. “Lo estamos pasando francamente mal”, confiesa Ángel Viejo, cofundador de Galileo Galilei.

Banda sonora para una reapertura

En octubre de 1985 Germán Pérez y Ángel Viejo inauguraron la sala Galileo Galilei. Este característico espacio helenístico anteriormente había sido el Cine Galileo. Quizá por ello Ángel Viejo haya pensado que un dueto como Ombligo –que ama y crea bandas sonoras cinematográficas–; sea el encargado de devolver la música al templo castizo. 

Ombligo nació oficialmente en 2016, fruto del encuentro entre Anika y Ángel Cáceres en un parque de Madrid donde improvisaron “con una guitarra y una botella de anís”, recuerdan Cáceres y Anika. Su música –que se nutre del gypsy, swing, jazz, folk, boleros, entre otros géneros y estilos musicales– se compuso en los vagones, y las calles y plazas de la capital. De allí brotó su inconfundible sonido progresivo y la comicidad que hoy les lleva a ser uno de los dúos más extraordinarios de la escena musical. “Comenzamos a ir a los vagones del metro a sacar algo de dinero y ahí compusimos nuestros primeros temas. Los estrenábamos en el vagón. La verdad que ahora estamos hasta arriba, pero en cuanto nos vemos sin conciertos nos encanta tocar en las calles y bajo tierra. La calle necesita mucha música”, opina Ombligo.

Para una banda de directo como Ombligo, lanzar un disco a días de comenzar un estado de alarma nacional no ayuda. Su último LP apenas pudo salir de gira y esto repercutió en su proyecto musical autoproducido. “Han sido unos meses muy locos de incertidumbre en nuestro calendario y en nuestros bolsillos. A pesar de eso, hemos ido haciendo conciertos desde junio hasta hoy sin parar, más pequeños (y no por ello menos especiales). Hemos tenido mucha suerte (...) Pero extrañamos el escenario de la Galileo, le tenemos mucho cariño a esa sala. No solo por lo que históricamente significa para la cultura en Madrid, sino porque siempre nos hemos sentido muy a gusto tocando ahí”, señala la banda madrileña.

Para este concierto de reapertura, Anika y Ángel Cáceres han estado durante varias semanas creando los arreglos de sus canciones para subir al escenario en formato banda. El pasado sábado, frente al neón de la Galileo, el dúo fue acompañado por Pablo Navarro al contrabajo, Raúl Marquez al segundo violín, Bruna González al cello, y Eduardo Molina a la percusión y a la tabla de lavar. “Hemos estado haciendo arreglos para cuerdas para todos los temas, los viejos y los nuevos, escribiendo las partituras a mano a la vieja usanza. Ha sido un poco locura porque mientras hemos estado con pequeñas giras y con nuestros otros proyectos”, explica Ombligo.

Vivir (por y para) la música

Las paredes de la sala Galileo exponen las instantáneas de decenas de figuras destacadas de la escena artística nacional e internacional, desde Javier Krahe a Michel Camilo. Artistas que fueron vistos y escuchados desde las mesas que llenan el espacio que un día, hace 36 años, construyeron, mano a mano, Germán Pérez y Ángel Viejo. 

Germán Pérez Pérez falleció el pasado mes de febrero. El cofundador de la sala Clamores y Galileo Galilei tenía setenta años cuando un problema de corazón acabó con su vida. Germán Pérez creó en los ochenta Clamores que fue (y es) uno de los espacios nacionales más respetados para la música jazz. Fueron muchas las interacciones que se compartieron en redes sociales para lamentar su pérdida y darle las gracias por su vital labor cultural.

Tras la muerte de Pérez, varias personas se cuestionaron si la sala seguiría celebrando conciertos en directo después de la pandemia. Sin embargo, Ángel Viejo no se planteó abandonar la Galileo: “si me hubiera pasado a mí lo que le ha pasado a él, él tampoco lo dejaría. Vamos a continuar en la lucha”. “Gracias a que el local es mío, los gastos son algo menores, si fuera alquilado sería muy complicado. Nos han dado unas pequeñas ayudas, muy pequeñas, que no nos sirven para la subsistencia. Me estoy gastando todos los ahorros que tenía”, expone el propietario y programador de Galileo. Viejo está preparando un homenaje para rendir tributo a su amigo y compañero. Este será en clave de jazz, uno de los géneros preferidos de Germán Pérez.

En los próximos días, Galileo Galilei vuelve a traer la música a la capital del Estado de la mano de Eva McBel, Cristian de Moret, Paula Becker y Pancho Varona, un asiduo a la mítica sala del neón rojizo (hoy de led), que ahora cuenta con distancia de seguridad entre mesas, pero con la misma calidad de sonido que le ha convertido en referente dentro de la música en vivo del circuito nacional. 

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