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Viejos laureles y pop comercial, unidos en el nuevo disco de Paul McCartney

Luis J. Menéndez

 

Paul McCartney

Paul McCartney

Egypt StationCapitol / UniversalPOP6/10Egypt Station

Supongo que cuando a un músico le queda poco para convertirse en octogenario y afronta la grabación de un nuevo disco, resulta inevitable preguntarse si tal vez se trate del último. Supongo también, que resulta tentador en esas circunstancias, plantear el mismo como una suerte testamento, de obra magna de despedida. Y hay casos, los menos, en los que efectivamente todo sale según el plan previsto. Se me ocurre así a bote pronto, el Blackstar de Bowie.

Macca, sin embargo, no es un ni mucho menos hombre o un artista convencional. Sabedor de que lleva condenado desde hace cincuenta años a ejercer de mito viviente y que, por muy genial que resulte su trabajo, jamás superará el impacto social y cultural de lo que hizo con los Beatles, se diría que hace ya mucho tiempo que sus movimientos están dictados por mera diversión.

Me viene a la cabeza aquella lejana colaboración junto a Michael Jackson con la que aparentemente, ambos disfrutaron como niños. La imagen y tantas otras desde entonces da que pensar si, más allá de su aspecto de eterno adolescente, McCartney no sigue siendo en realidad un crío encerrado en el cuerpo de un anciano multimillonario.

Tiene esto que ver con su nueva colección de canciones, Egypt Station, un trabajo que como los cinco largos que McCartney lleva publicados durante el siglo XXI, mantiene el tipo más que bien pese a no aportar absolutamente nada al devenir del pop de nuestro tiempo.

En el que es su decimoséptimo álbum en solitario, hay un poco de todo. Por supuesto, ecos de los Beatles y abundante espacio para el rock setentero marca de la casa Wings. Alguna canción emocionante en su candidez como Happy with You, una declaración de amor y al mismo tiempo una oda a la redención personal. Y también, por qué no decirlo, alguna que otra broma pesada, como ese ejercicio pop global para adultos que es Back In Brazil.

De hecho, Macca no se limita a reverdecer viejos laureles y en algún caso hasta se lanza a la arena del pop comercial de nuestro tiempo: Fuh You bien podrían firmarla Maroon 5 o Imagine Dragons. Para todo esto recurre a un todo terreno de la producción como Greg Kurstin (Adele, Lily Allen, Kylie, Foo Fighters, Sia, The Shins,…) que al igual que en pasado ya hicieron Paul Epworth o Mark Ronson, mayormente se limita a actualizar a los estándares contemporáneos el sonido característico del mito.

Idles

Idles

Joy as an Act of ResistancePartisan / [PIAS]PUNK9/10Joy as an Act of Resistance

Hace unos meses la editorial Caja Negra publicaba Los fantasmas de mi vida, un compilación de textos firmados por Mark Fisher (1968-2017) en los que el periodista y pensador británico daba cuenta de sus obsesiones, no necesariamente por este orden: depresión, música y política. Hay un texto en concreto, titulado Las tendencias militantes alimentan la música que arranca así: “La idea de que la música puede cambiar el mundo parece hoy irremediablemente ingenua”.

Para Fisher, el pop “puede despertar las conciencias o inducirnos a contribuir con una buena causa, pero no deja de ser entretenimiento”. En ese sentido, la política entendida como cualquier acción que aspira a intervenir en la sociedad, podría hacer mucho más por la música que a la inversa.

Este mismo pensamiento se refleja en la actitud del quinteto británico Idles, que titulan su segundo largo Diversión como un acto de resistencia y obran en consecuencia musicalmente. En un momento, con el siglo XXI ya bien entrado, en que se discute la razón de ser del rock y las guitarras, sólo hace falta la aparición de una banda con la urgencia y la inmediatez de Idles para constatar lo falaz de ese argumento.

Al igual que la música de baile plantó cara al conservadurismo de la Thatcher y John Major, rechazando las normas sociales establecidas y planteando una epicúrea sociedad paralela, Idles reivindican el empoderamiento lúdico. Lo de menos es si para alcanzarlo se recurre al formato clásico de banda o a la tecnología del siglo XXI.

En realidad, a estas alturas Idles tampoco viene a descubrirnos la sopa de ajo. Su planteamiento estético no dista demasiado del de Fucked Up, Pissed Jeans y otras bandas mayormente norteamericanas que en la última década actualizaron el discurso del hardcore. Al brutalismo vocal de aquellos Idles le añaden unas gotas de oscuridad, porque de casta le viene al galgo y en su caso Bristol, la ciudad de la que provienen, hace cuarenta años ya que vio nacer a Disorder, The Pop Group, Maximum Joy o Glaxo Babies. El resultado de esta combinación de sabores “clásicos” y frescura contemporánea es uno de los discos llamados a definir el presente 2018.

 

Chris Liebing

Chris Liebing

Burn SlowMute / [PIAS]ELECTRÓNICA8/10Burn Slow

En la portada de Burn Slow luce la típica etiqueta promocional que exhibe argumentos de venta: “Con la colaboración de Gary Numan, Cold Cave, Aleen, Polly Scattergood y Miles Cooper Seaton”. Es una enumeración de nombres importantes que sirve para ubicarnos inmediatamente en el universo musical que habita Chris Liebing, quien hasta ahora había sido conocido esencialmente por su faceta de DJ. Pero limitar este trabajo -el primero en quince años que muestra las producciones del músico alemán- a una retahíla de artistas invitados, es hacerle un flaco favor a un disco verdaderamente notable.

Las sesiones de Liebing en templos de la música de baile como el Omen, Space, Amnesia o Fabric le sitúan como uno de los nombres de referencia del techno germano: oscuro y con un punto siniestro, pero sin abandonar el pulso bailable. Algo parecido sucede con este disco que nunca pierde tono a pesar del trasiego de personal invitado. Con un punto culminante: los veinte minutos de Trilogy, ejercicio de minimalismo gótico que rivaliza con los logros del Plastikman de Closer y Consumed.

“Después de un tiempo / me preguntaron si volvería / querían traerme de nuevo / porque me necesitaban en este mundo” dice la letra de No Regrets firmada por el propio Liebing y con la que se cierra el disco. Pues bienvenido de nuevo.

 

Clutch

Clutch

Book of Bad DecisionsWheathermakerSTONERBook of Bad Decisions

7/10

En su homenaje a la generación del 76 (Spirit of ’76, lo titulan) la veterana banda de Maryland deja claro que no está por la labor de cambiar a estas alturas. Doce discos después de su debut, Clutch siguen siendo una garantía en lo suyo, una trituradora de rock clasicote construida a partir de riffs inapelables de la escuela Blue Cheer y producción en la cara.

Tal vez carezcan del carisma de Queens Of The Stone Age y su renuncia a juguetear con el mainstream les haya impedido encadenar tres o cuatro éxitos de los que sí goza Josh Homme. Pero, a cambio, Neil Fallon y los suyos se han ganado a pulso una reputación a prueba de bombas tanto por su actitud cara a la industria -llevan una década autoeditando sus discos- como por el escandaloso (para bien) nivel medio de sus discos.

Book of Bad Decisions no es una excepción, aunque haber recortado el minutaje habría ayudado a ganar aún más en pegada. Por supuesto que hay detalles a comentar, como esa apuesta por el funk blaxploitation que es In Walks Barbarella, elegida como single de avance del disco y que pide a gritos que Hollywood se fije en ella para ilustrar la secuencia estrella de un thriller de acción.

Por lo demás, entre los homenajes a la vida en la carretera que caracterizan las letras de Fallon, a lo largo de quince canciones, el disco apenas da un par de respiros y vuelve a ser un nuevo ejercicio de rock’n’roll high energy activado para terminar de explotar en directo.

 

Radio Océano

Radio Océano

Memorias do óxidoSubterfugePUNK7/10Memorias do óxido

El sello madrileño Subterfuge sigue empeñado en rastrear la historia oculta del pop y el rock de este país. Ya en su día, cuando la arqueología pop era poco menos que un oasis, ellos fueron los primeros en reivindicar a Alfonso Santiesteban y en sacar a la luz oscuras grabaciones de Pegamoides, Los Vegetales o La Banda Sin Futuro en la serie Canciones Desde La Tumba.

Esa actividad ha vuelto a coger velocidad y de un tiempo a esta parte, se suceden las referencias de bandas olvidadas, mayormente del periodo de finales de los setenta y primeros ochenta: en los últimos tres años ha habido discos dedicados a Plástico, Puskarra, Como Huele!, Aristogatos y el recopilatorio Euskodemos, arqueología en ferrocromo, dedicado a bandas de punk navarras y del País Vasco.

Igualmente ubicados en la cornisa cantábrica en aquellos años ochenta de la Movida, Radio Océano fueron hijos de la rica y revoltosa escena musical gallega. En su caso, su centro de operaciones fue una A Coruña ligeramente apocada por el Vigo de Siniestro Total, Golpes Bajos y Os Resentidos.

Radio Océano llegaron a registrar un disco en 1986, titulado Nin falta que fai con RNE ejerciendo de sello discográfico. Algo que de por sí solo da bastantes pistas del terreno que pisaba este irreverente cuarteto, que llegó a rechazar una invitación para representar a España en el Festival de Eurovisión. Efectivamente, eran otros tiempos.

Memorias de Óxido es la crónica de cómo Johnny Rotring, Ross Mero, Renato 414 y Sit Down evolucionaron como banda desde la absoluta impericia técnica hasta una más que aseada concepción del punk (“estoy de Michael Jackson hasta los huevos”, cantan en Quisiera que Stanley me confundiera con Livingstone). Musicalmente, la banda estaba bastante mas conectada con la actitud nihilista y protosiniestra de Parálisis Permanente que con la retranca gallega de los Siniestro Total.

La edición la componen dos discos, el primero dedicado a las grabaciones de estudio en el encontramos su único disco, un single y una maqueta. El segundo cuenta con diferentes tomas en directo, que van desde un temprano concierto de 1982 hasta la reunión de la banda para tocar en su ciudad en 2017.

 

Spiritualized

Spiritualized

And Nothing HurtBella Union / [PIAS]SPACE POP7/10And Nothing Hurt

Cuando Jason Pierce montó Spiritualized tras las disolución de Spacemen 3, el proyecto, una continuación natural de la propuesta de aquellos, se situaba en la vanguardia pop del momento. Eran los años del shoegaze, pero Spiritualized planteaban ir mucho más lejos de la simple recreación de atmósferas vaporosas utilizando guitarras y tintes analógicos.

La cultura de las drogas convirtió aquel proyecto en en una alegoría psicodélica que aspiraba a alcanzar la espiritualidad por vía musical. Tomando drogas para hacer música para tomar dogas fue el título de uno de los trabajos de Spacemen 3.

Han pasado casi treinta años de aquello y con And Nothing Heart Spiritualized –esencialmente un alter ego artístico del propio Jason Pierce- han publicado ocho discos, alguno tan destacado como el ya mítico Ladies and Gentlemen We Are Floating in Space. De alguna forma, el proyecto de Pierce ha calado entre los aficionados al pop independiente y mentar a Spiritualized provoca reverencias masivas entre un público ya no tan exclusivo como antaño.

Quien más quien menos puede recitar de carrerilla los elementos básicos a partir de los que se construyen sus composiciones: gospel, ambient, el minimalismo de La Monte Young y Terry Riley, y unas dosis adecuadas del rock clásico de los sesenta, de los Rolling Stones a la Velvet Underground.

And Nothing Hurt no cambia ni una coma de esa receta. Han sido seis años de trabajo para levantar en soledad (y sin embargo rodeado de músicos) un álbum impecable desde el punto de vista de la ortodoxia, pero que se encuentra a un solo paso -algún tema como The Prize lo supera- de la empanada sinfónica. Continúa así  en la línea de lo que les ocurrió en su día a Mercury Rev, otros perros verdes que terminaron por ser abducidos por el circuito más mainstream de lo independiente.

Que en el arte del disco Pierce se muestre a sí mismo como un solitario astronauta en un mundo desconocido, tiene algo de trampa. Hace ya bastante tiempo que en ese planeta ya no habita sólo J. Spaceman. Por eso será que su nuevo disco, tan bonito como inofensivo, rayando incluso el terreno de la nostalgia, no cuenta ya con la capacidad de tiempo atrás para trasladarnos a universo de territorios inexplorados.

 

Throbbing Gristle

Throbbing Gristle

Heathen Earth / Mission of Dead Souls / Journey Through a BodyMute / [PIAS]INDUSTRIAL8/10Heathen EarthMission of Dead Souls Journey Through a Body

Nueva entrega de la serie de reediciones que, con motivo del 40º aniversario del debut discográfico de Throbbing Gristle, el sello Mute está llevando a cabo con el catálogo de los padres de la música industrial. En una anterior entrega hace menos de un año, vieron la luz The Second Annual Report, 20 Jazz Funk Greats, y The Taste Of TG: A Beginner’s Guide to Throbbing Gristle. Ahora es el turno de tres nuevas referencias que ven la luz en CD digipack y vinilo.

Cronológicamente hablando, la primera sería Heathen Earth (1980), un disco con el que la banda registró su sonido de directo en una situación riesgo controlado, citando a una serie de amigos en su local de ensayo y grabando el resultado de esa actuación en un 8 pistas con una mínima edición posterior.

Entre esos invitados, además de Jhon Balance (fututo compañero de Sleazy en Coil) o el periodista Jon Savage, se encontraba Monte Cazazza, que registró el concierto en directo para la posteridad, tal y como puedes comprobar en el Youtube sobre estas líneas. La edición de Mute imita la que Industrial Records publicó en 2011 con un segundo disco que incluye desde otras tomas en directo hasta los singles Subhuman y Adrenalin.

Mission of Dead Souls es otro directo igualmente simbólico en la carrera de Throbbing Gristle. Se trata del registro sonoro del último concierto que dio la banda antes de su disolución, el 29 de mayo de 1981 en el Kezar Pavillion de San Francisco. En las notas interiores, Jon Savage habla de conciertos de Throbbin Gristle en los que la violencia se palpa en el ambiente y hasta llega a hacerse explícita contra el grupo.

Sin embargo, en el vídeo que se conserva de este concierto y que también puede verse en Internet, el público californiano parece relajado y hasta sonriente ante la descarga sonora de una banda impertérrita. Con las relaciones dinamitadas dentro del grupo, se intuye que la tensión emocional iba por dentro, actuando de motor de una música explícitamente violenta.

Esta tanda se cierra con Journey Through a Body. Es otro ejercicio de improvisación pura publicado en 1982, a través del pequeño sello alemán Walter Ulbricht Schallfolien. Se registró durante cinco días -uno para cada una de las “canciones” que conforman el álbum- en los estudios de la RAI, la TV pública italiana que inicialmente propuso a Cosey Fanny Tutti una colaboración conceptualmente vinculada a los sonidos del cuerpo humano. Terminó por convertirse en el último disco de estudio de la etapa clásica del grupo y también una de sus manifestaciones más extremas.

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