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Un año intenso, sin grandes éxitos y con el miedo todavía en el cuerpo

Teatro

Pablo Caruana Húder

17 de diciembre de 2022 22:16 h

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Este año 2022 quizá no sea recordado por una obra en especial, por un gran éxito o la revelación de un creador o actor. Ante la pregunta de cómo ha sido la 'cosecha' de este 2022 quizá la única respuesta posible sea: extensa y desigual. Comenzó la temporada este septiembre con el miedo en el cuerpo. Los profesionales alertaban de una bajada del público antes de verano. La tendencia, si bien no puede confirmarse que se ha revertido, parece que no se confirma. El público en estos últimos meses parece haber vuelto a los teatros a pesar de la situación económica. Pero no será hasta que acabe la temporada que se podrá hacer balance. Atrás quedaba la temporada anterior en que la asistencia bajó cerca del 20% con respecto a años anteriores a la pandemia.

El último gran éxito teatral sigue siendo Una noche sin luna, de Juan Diego Botto estrenado en 2021 y que continua su larga gira. Este año el montaje fue premiado con dos galardones en los Premios Max, certamen en el que se reconoció a otra de las figuras ascendentes y a tener en cuenta este año, María Velasco. Acaba un año, en definitiva, intenso, dominado por la omnipresencia de los teatros y festivales públicos, por la dificultad de sacar adelante proyectos y grandes producciones; y que, cómo no, ha tenido trifulcas, confirmaciones y algún que otro descubrimiento. De ello damos cuenta en este artículo.

El año de Juan Mayorga

El 4 de febrero saltó la noticia, el gran dramaturgo español se pasaba al 'lado oscuro': la gestión cultural. Mayorga era nombrado director artístico del Teatro de la Abadía. El autor y director de escena acababa de triunfar con Silencio, la obra que adapta el discurso de ingreso de Mayorga a la Academia de la Lengua, interpretada por Blanca Portillo. Y justo después de ese estreno, el 25 del mismo mes, arrancó en el Teatro María Guerrero Golem, nuevo e inquietante texto dirigido por Alfredo Sanzol que abría su dramaturgia al género del terror en un montaje que contó además con otros de los valores en alza de la interpretación, Vicky Luengo. Pero no acabaría ahí la historia. El día 1 de junio Mayorga recibió el Princesa de Asturias de las Letras ¿Lo próximo? ¿El premio Nobel? Suena lejano, pero quizá no lo sea tanto. Pero el presente manda y será a partir de este próximo enero que se podrá comenzar realmente a evaluar su gestión al frente de la Abadía: su apuesta por Fernanda Orazi para revistar la tragedia griega, nada menos que con Electra; la vuelta al repertorio de Helena Pimenta con un Tabori, Coraje de madre; su incursión también como director de un nuevo texto, María Luisa; y la llamada a uno de los grandes, Rodrigo García, que llegará ya en mayo con nuevo montaje y título marca de la casa: Cristo está en Tinder.

Los 'pablos'

Pablo Remón y Pablo Messiez son dos de los valores que se han consolidado este año. Madrileño el primero, argentino el segundo. Bien diferentes, pero a los que unen ciertos parámetros: tienen un público cada vez mayor y más fiel, sus propuestas se centran en el actor y la escritura en escena y cuentan con grandes actores a los que saben dar libertad y exprimir al mismo tiempo. Remón avasalló en taquilla con quizá la gran comedia de la temporada, Los farsantes, que contaba con Bárbara Lennie, Nuría Mencía y Javier Cámara. El madrileño redondeó temporada en el Conde Duque con Barbados en 2022, un remake de una obra anterior suya con dos grandes, Emilio Tomé y Fernanda Orazi. Messiez, por su lado, revolucionó la temporada en las Naves del Matadero de Madrid con La voluntad de creer, obra que se apoyaba en la película Ordet de Dreyer y que a finales de diciembre intentará conquistar Barcelona; la obra se programará en la sala grande del Teatre Lliure, la Fabià Puigserver. Se llevarán algún que otro Premio Max.

Lluís Homar, Almagro y un largo y tórrido verano

Llegó el verano y, con él, el Festival de Almagro. La inauguración fue de aúpa. El gran evento del teatro del Siglo de Oro se abrió con un desabrido homenaje al fundador de la Compañía Nacional de Teatro y del propio festival, Adolfo Marsillach. Una lectura dramatizada con grandes nombres de la escena como Núria Espert que supuso el divorcio artístico entre el director del Festival, Ignacio García, y el director del Centro Nacional de Teatro Clásico (CNTC), el actor catalán Lluís Homar. La tensión se podía cortar con cuchillo en las achicharradas calles de Almagro. Y es que detrás se escondía un verdadero enfrentamiento entre la dirección de Almagro y la Compañía Nacional.

Las coproducciones de la CNTC con productoras privadas y otros festivales estaban haciendo resentir la presencia de la Compañía en Almagro, una presencia fundamental para la economía del festival. Colaboraciones además muy ligadas a Cataluña. No le quiten a este sainete su parte de mística mesetaria, de resistencia numantina a la colonización pecuniaria catalana. El asunto terminó con una dura carta de renuncia por parte del director de Almagro. Una carta que más que una cantiga de amigo era un cantar de gesta castellano. Ya se está buscando nueva dirección para el Festival de Almagro, todo apunta a un perfil de gestor, se baraja el nombre de Irene Pardo, de la Red Nacional de Teatros Públicos.

Bezerra no muere porque no quiere

Paco Bezerra se convirtió en trending topic este pasado noviembre. Algo inusual en esto de las escénicas. Su respuesta en la Asamblea de Madrid a Gonzalo Babé, el representante de Vox, ese espontáneo “sáquese de la boca a los madrileños porque los madrileños no quieren estar en su boca”, hicieron que la solitaria cruzada que este dramaturgo emprendió hace cinco meses contra la Comunidad de Madrid y contra la dirección artística de los Teatros del Canal llegara con fuerza a la ciudadanía.

Este periódico ha seguido el caso desde que la Comunidad de Madrid a través del consejo político que administra los Teatros del Canal apartó en julio de la programación la obra sobre Santa Teresa de Jesús de Bezerra, Muero porque no muero. Hace unas semanas la profesión arropó al dramaturgo en la lectura dramatizada que organizó la Fundación SGAE de esta obra que ganó el premio que la Fundación organiza, el Jardiel Poncela. Cada día se estrecha más el círculo sobre la directora de los Teatros, Blanca Li, que ha pasado estos meses sin atender a la prensa hasta el pasado viernes que ofreció una rueda de prensa; y sobre la Comunidad de Madrid, que defiende que la administración puede pasar por encima de las direcciones artísticas de un teatro y ha instaurado un modelo de contratación que así lo permite. La historia no va a parar, Bezerra no parece que vaya a callar y, cada semana que pasa, la sociedad civil va entendiendo que este es un conflicto que va más allá de las personas y entronca con derechos fundamentales como el de expresión o libertad de creación.

La danza: grande en lo pequeño

En el mundo de la danza han sido los creadores independientes y de estructuras pequeñas quienes han suscitado mayor interés. Con la Compañía Nacional de Danza en una deriva de invisibilidad que no parece vaya a parar, han sido creadores como Jesús Rubio Gamo, Lucia Marote, Janet Novas o la brasileña Poliana Lima quienes han ido marcando el paso.

Mención aparte merece también la pieza recién estrenada en las Naves de Matadero por la bailaora Rocio Molina, Carnación. Esta artista, que además este año ha ganado el León de Plata de la Bienal de danza de Venecia, ha presentado un montaje rupturista, de una danza existencial cercana a la poesía del silencio que abre los portones, como nunca, entre el flamenco y la danza contemporánea.

Málaga 'power'

Si hay algo que haya sorprendido en este mundo de las artes escénicas es la irrupción de una parte de la geografía española olvidada teatralmente y maltratada por sus gobernantes locales: Málaga. Alberto Cortés, La Chachi, Luz Prado, Alessandra García, Violeta Niebla. Una generación nacida en los ochenta, que surge de la pura independencia y el háztelo tú mismo y que conciben la escena de otro modo. Están en otra y eso se nota y se agradece. Pero atención con Málaga, que es larga. En abril llega una maravilla a los Teatros del Canal de ya una veterana coreógrafa, Luz Arcas, que estrenó en la Bienal de Flamenco de Sevilla, Mariana, puro folk convertido en contemporaneidad. El otro descubrimiento ha sido Interior Noche, de Serrucho, una pieza inclasificable que tras su paso el Festival de Otoño ya está comenzando a tener gira.

Escena internacional decepcionante

Quizá lo más decepcionante de todo el año. Aparte de valores seguros y ya hiperinstaurados en sus códigos y su manera de hacer, como el italiano Romeo Castellucci, Robert Lepage o Krystian Lupa, el asunto ha estado bien árido, sobre todo después del decepcionante paso por el Festival de Otoño de dos de los supuestos grandes de la escena internacional dominada por el canon francés: la brasileña Christiane Jatahy y el portugués Tiago Rodrigues. La gran sorpresa saltó en el festival de Cádiz, en el FIT, donde se presentó por primera vez un trabajo de otra brasileña, Janaina Leite, con una de las dramaturgias en escena más reveladoras de los últimos años; y con la confirmación de la creadora chilena Manuela Infante que presentó Cómo convertirse en piedra.

Quepa también citar en este apartado la aparición de la argentina Marina Otero y la sana continuidad del trabajo del francés Pascal Rambert que este año estrenó, con todas las funciones vendidas en el Teatro de la Abadía, Finlandia junto con los actores Israel Elejalde e Irene Escolar.

Demasiados adioses

Todos los años, inexorablemente, la muerte se cobra su deuda. Murió uno de los grandes de la escena internacional, el director Peter Brook, y uno de los grandes de la interpretación, Jean-Louis Trintignant. En España falleció uno de los actores más queridos por el público en los últimos 50 años: Juan Diego. Pero también se fueron otras patas fundamentales de la historia teatral como Alicia Hermida y Berta Riaza, ambas comenzaron a trabajar en 1947, Hermida lo haría hasta 2016, 75 años sobre las tablas. Este año ha sido especialmente cruel con los actores, así también despareció Paco Merino, el actor que se decía invisible y lo hizo todo, el gran Chete Lera, la valenciana Mariana Fernanda D’Ocon o Carmen de la Maza. También desparecieron dos hombres bien queridos por la profesión, el director catalán Joan Ollé y el dramaturgo y director valenciano Salva Bolta.

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