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De genocidas nazis a dictadores croatas, las otras polémicas tumbas de Franco

Tumba del dictador croata filonazi y su familia Ante Pavelic, en el cementerio de San Isidro de Madrid.

Sergi Pitarch

València —

La España del dictador Francisco Franco se convirtió en un refugio para sátrapas, genocidas y asesinos que formaron parte o apoyaron a las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Pese a que el país había dicho que se mantenía neutral en la contienda que derrotó al nazismo y el fascismo, numerosos protagonistas de los exterminios a judios, gitanos o antifascistas encontraron acomodo en un Estado en el que, no solo se sentían seguros, sino que en algunos casos recibían honores y escapaban de las respectivas justicias nacionales e internacionales.

Con el paso del tiempo, algunas de estas personas siguieron tranquilamente con sus vidas hasta su fallecimiento. Al no poder regresar a sus respectivos países al estar buscados por la justicia, sus restos yacen en cementerios españoles bajo suntuosas tumbas en las que, todavía hoy, se celebran actos de homenaje, enaltecimiento y no es difícil ver flores que familiares y leales continúan depositando. Se han convertido en lugares de peregrinación que siguen recordando sus acciones.

La intención del Gobierno de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos vuelve también a abrir el debate sobre las tumbas de algunos de estos dictadores y genocidas que tienen importantes monumentos de recuerdo en suelo español. Es el caso del que fuera “caudillo” croata y dictador de un régimen títere nazi en Croacia, Ante Pavelic, o de su lugarteniente y director de los campos de exterminio de este país balcánico, Vjekoslav Luburic. El primero enterrado en el cementerio de San Isidro de Madrid en un espectacular sepelio familiar y el segundo en Carcaixent.

Ambas tumbas están claramente señalizadas y son lugar de peregrinación de miembros de la extrema derecha que reivindica sus figuras y lo que significaron en la historia croata. Pero estas loas y la localización de estas tumbas pueden tener los días contados. Matías Alonso, del Grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica, asegura que con la nueva ley de memoria histórica que impulsa el Gobierno de Pedro Sánchez se podría prohibir estas concentraciones “anticonstitucionales” y proceder a una exhumación para que los cuerpos descansen en lugares más discretos o sean devueltos a sus países de origen.

El dictador Ante Pavelic huyó a la Argentina de Perón tras la Segunda Guerra Mundial, pero tras sufrir varios atentados que casi le cuestan la vida en 1957 viajó a España, país que consideraba más seguro. El sátrapa fue recibido con honores por el régimen de Franco pese a que había perseguido a judíos, serbios, gitanos y a la oposición croata (sobre todo comunista) con un número de asesinados que rondaría los cientos de miles. El dictador moría en diciembre de 1958 y recibía sepultura en el cementerio de San Isidro de Madrid.

Su lugarteniente, Vjekoslav Luburic, se refugió en España tras la Segunda Guerra Mundial en el municipio valenciano de Carcaixent protegido por el régimen de Franco, que le facilitó otra identidad: Vicente Pérez García. Rehizo su vida, se casó y tuvo cuatro hijos trabajando en una imprenta del municipio, que también utilizó para difundir las ideas supremacistas croatas. Nunca dejó su activismo y luchó contra la Yugoslavia de Tito desde España.

Luburic fue asesinado por un agente secreto del mariscal Tito en 1969 que se infiltró en su imprenta, como relata el periodista Francesc Bayarri en su libro Cita a Sarajevo. Desde esa fecha, el cuerpo de uno de los dirigentes más sanguinarios del régimen filonazi croata descansa en una tumba en el cementerio de este municipio valenciano.

El litoral valenciano también fue refugio, sobre todo la costa Blanca, para miembros destacados de la alemania nazi. Es el caso de Gerhard Bremer, oficial de las Waffen-SS, que participó en la invasión nazi de Polonia, los Balcanes y Francia. Al concluir la guerra, estuvo encarcelado desde 1948 hasta 1954. Después, con su mujer, emigró a Dénia y fundó uno de los primeros complejos turísticos del turismo reciente de la ciudad, el Bremers Park Bungalows, en un paraje tan idílico como podía ser Les Rotes antes de cualquier atisbo de masificación urbanística. Los restos de Bremer se pueden visitar en el cementerio de Dénia. Aunque en este caso, en un nicho como los demás ciudadanos y sin ninguna simbología.

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