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La soltería femenina: una amenaza para los hombres y una elección para las mujeres

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Esta semana he compartido un vídeo en el que una mujer explica, a raíz del discurso machista de que las mujeres sólo se fijan en un 20% de los hombres, porqué está empezando a ocurrir esto y advierte de que seguirá ocurriendo si no son ellos los que “se ponen las pilas” en lugar de, como de costumbre, poner el foco en nosotras y culpabilizarnos por querer estar con hombres funcionales y en relaciones igualitarias.

A lo largo de la historia se nos ha enseñado a las mujeres que la pareja era un destino inevitable, casi una obligación. Que la realización personal viene de la mano de un hombre, de formar una familia y de encajar en un molde que no diseñamos nosotras. Pero hoy el panorama está cambiando con una claridad que incomoda a más de uno: cada vez más mujeres eligen la soltería como un camino válido, digno y plenamente satisfactorio y como decisión política. Y lo hacen porque ya no necesitan justificar su existencia a través de una relación, ni se conforman con cualquier tipo de hombre.

Una de las cosas más interesantes de todo esto, es la reacción que este fenómeno despierta en ciertos sectores masculinos. En aquellos que se sienten interpelados por la pérdida de privilegios. Frente a la creciente autonomía femenina, algunos hombres responden con discursos misóginos, culpabilizando a las mujeres de un supuesto “declive de las relaciones”, como si fuera tarea nuestra mantener un sistema que nunca nos ha beneficiado.

Resulta irónico, pero quienes cargan contra el feminismo y la independencia femenina suelen ser los mismos que luego se lamentan de la “soledad moderna de las mujeres” o de que “ninguna mujer quiere comprometerse”. Pero rara vez se preguntan qué papel juega su actitud en este resultado. Pretenden que seamos nosotras quienes cambiemos, quienes cedamos, quienes volvamos a aceptar dinámicas que ya no estamos dispuestas a tolerar. Como si el progreso fuese un capricho y no una conquista necesaria.

Las mujeres tenemos cada vez más claro que es preferible estar solas que mal acompañadas. Que una vida sin pareja puede ser una vida llena: de amistades, proyectos, autonomía económica y emocional. Y que el miedo a la soltería fue siempre una herramienta de control, no una verdad ni una obligación universal.

En cambio, algunos hombres que rechazan revisar sus comportamientos, sus expectativas o su visión de las relaciones se encuentran ante un espejo incómodo. La soledad que temen no se debe a que las mujeres nos hayamos “vuelto exigentes”, sino a que ellos se resisten a evolucionar con el mundo. La misoginia no es atractiva, ni moderna, ni deseable. Y quienes insisten en sostenerla probablemente sí terminen solos, no por culpa de las mujeres, sino por su incapacidad de aceptar que el respeto y la igualdad no son negociables, o incluso, la higiene, son básicos.

Además, hay un elemento generacional que no puede ignorarse. Las mujeres jóvenes crecen viendo modelos distintos: mujeres independientes, profesionales, viajeras, mujeres que eligen si tener hijos o no, si convivir o no, si compartir su vida o disfrutarla por su cuenta. Para muchas, la soltería ya no es un estado transitorio, sino una opción tan válida como cualquier otra. En contrapartida, un número de hombres jóvenes parece atrapado entre el deseo de una pareja “moderna” y la expectativa de que esa mujer se ajuste a roles tradicionales. Esa contradicción, obviamente, no se sostiene.

Lo curioso es que la solución está a la vista y es fácil, pero no todos quieren verla: la igualdad relacional no es una amenaza, sino una oportunidad. Las mujeres que hoy eligen su libertad no lo hacen para desafiar a nadie, sino para vivir más plenas y, sobre todo, más tranquilas. Los hombres que decidan revisar sus creencias, dejar atrás discursos machistas y relacionarse desde la responsabilidad afectiva no tendrán nada de qué preocuparse. Pero quienes insistan en pedirnos que retrocedamos, que abandonemos nuestra autonomía o que callemos ante el machismo, inevitablemente se quedarán atrás.

El nuevo escenario relacional no es una guerra, ni va a volver a ser el tipo de relación que tenían nuestros abuelos o nuestros padres. Es una invitación al crecimiento personal de todas las partes y al desarrollo de la conciencia feminista. Las mujeres ya lo estamos transitando con decisión y aceptación. Queda por ver cuántos hombres están dispuestos a hacerlo también.

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