Seis amenazas para los refugiados rohingyas en los campos de Bangladesh
Casi 700.000 refugiados rohingyas han llegado a Cox's Bazar, Bangladesh, desde el pasado 25 de agosto. Los miembros de esta minoría musulmana, carente de derechos y profundamente discriminada, buscan en este distrito bangladesí la seguridad de la que carecen en Myanmar.
Aunque en las colinas de Cox’s Bazar han encontrado un paréntesis a la violencia que sufrían al otro lado de la frontera, también se enfrentan a nuevos problemas y amenazas en forma de condiciones de vida precarias, una temporada de lluvias acechante y profundos temores por la seguridad personal cuando cae la noche. Estos son algunos de ellos:
1. Los campos en sí son un riesgo para la salud
Las condiciones de salud en los campos son preocupantes y ya se han producido brotes letales de enfermedades contagiosas como el sarampión y la difteria. La próxima temporada de lluvias, que generalmente da comienzo en abril, agrava el riesgo de aparición de enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea acuosa aguda, el tifus y la hepatitis o por vectores relacionados con el agua como el dengue.
2. La llegada del monzón
Bangladesh es uno de los países más vulnerables al cambio climático. Debido a la completa deforestación que presenta la zona y a la propia topografía de los campos de refugiados, el riesgo de deslizamientos de tierras y de inundaciones durante la cercana temporada de lluvias es muy alto. La mayoría de las letrinas y de los pozos construidos apresuradamente para responder al aluvión de refugiados, requiere ser rehabilitada o incluso desmantelada antes de la llegada de las precipitaciones.
De lo contrario, las inundaciones podrían hacer que estos saneamientos se desbordaran y contaminaran las fuentes de agua potable. Así mismo, las intensas lluvias monzónicas y los fuertes vientos tienen la capacidad de inundar grandes áreas y de destruir refugios enormemente frágiles.
3. Inseguridad tras la caída del sol
Tanto mujeres como hombres aseguran que en los asentamientos se sienten inseguros por la noche debido a la precariedad de los refugios, al hacinamiento y a la casi total ausencia de iluminación tras la puesta de sol. Los hogares encabezados por mujeres, las mujeres solteras y los niños no acompañados son especialmente vulnerables.
“Tengo miedo, sobre todo por la noche. No salgo sola ni para ir al baño ni para ducharme. No podemos cerrar la puerta. Ni mi padre puede dormir. Siento que podría pasarme algo en cualquier momento”, nos confiesa, Shamemar, refugiada rohingya de 18 años.
En 2017, la mayoría de las mujeres y niñas víctimas de una violación que buscaban atención médica y psicológica en los centros de Médicos Sin Fronteras habían sufrido los abusos en Myanmar. En las últimas semanas, los equipos de MSF han percibido un aumento de las mujeres que buscan asistencia a causa de lesiones sufridas a manos de sus parejas.
Entre las lesiones tratadas por los equipos de MSF hay contusiones, laceraciones, quemaduras y fracturas. Los casos más graves han requerido el ingreso en las unidades de hospitalización. Las víctimas también reciben asesoramiento en materia de salud mental. No obstante, para garantizar una solución más humana y duradera, existe una necesidad urgente de refugios seguros a las que derivar a estas mujeres.
4. Embarazos resultantes de una violación
Los obstáculos e impedimentos para que mujeres y niñas víctimas de violencia sexual reciban ayuda son inmensas: estigma, vergüenza, miedo a represalias y falta de información sobre la atención que pueden recibir son algunas de las barreras que, a veces, resultan infranqueables. Desde finales de agosto, las unidades de Salud Sexual y Reproductiva de MSF han asistido a 226 supervivientes de violencia sexual. Pero es probable que el número de víctimas sea mucho mayor dado que muchas nunca acuden a las clínicas en busca de tratamiento.
Además, muchas llegan demasiado tarde para recibir la profilaxis después de la exposición y los anticonceptivos de emergencia tras sufrir la violación. Las mujeres que han intentado ellas mismas interrumpir sus embarazos llegan, a menudo, con hemorragias o en estado séptico.
Hay ocasiones en las que mujeres que han quedado embarazadas como resultado de una violación no pueden regresar a su comunidad. Aunque estamos tratando de encontrar alternativas para estas niñas y mujeres, las posibilidades en los campos son extremadamente limitadas. En Bangladesh no hay muchas alternativas seguras a las que puedan acudir estas víctimas y menos aún si se trata de una mujer rohingya.
5. Estrés cotidiano y flashbacks de hechos violentos
Muchos refugiados están traumatizados por lo que han experimentado en sus lugares de origen. El estrés de la vida diaria en campos donde tienen que hacer frente a la falta de alimentos y de oportunidades para ganarse la vida, y al temor por su seguridad personal contribuye a agravar su sufrimiento. A las clínicas de MSF llegan refugiados que sufren flashbacks o recuerdos retrospectivos de eventos violentos y traumáticos, ansiedad, estrés agudo, pesadillas recurrentes o imposibilidad para conciliar el sueño.
En los casos más graves, los pacientes no pueden cuidar de sí mismos ni de sus familias. Los consejeros de salud mental les ayudan, a través de sesiones individuales y en grupos, a hablar sobre sus experiencias, procesar sus sentimientos y aprender a sobrellevarlos para reducir los niveles generales de estrés. Los rohingyas afrontan además, incertidumbre sobre lo que les deparará el futuro, si mejorarán sus condiciones de vida o si algún día podrán regresar a sus hogares.
6. Continúan las llegadas
Los refugiados rohingyas continúan cruzando la frontera desde el estado birmano de Rakhine. Según ACNUR, solo en febrero, llegaron 3.236 refugiados a Bangladesh. “[En Myanmar] la situación es realmente difícil y tenemos muy limitados los movimientos. Es imposible trabajar o incluso ir al mercado a comprar comida'', afirma Subi Katum, refugiada rohingya de 70 años que cruzó la frontera el pasado 7 de marzo.
Los rohingyas recién llegados traen consigo historias desgarradoras de aldeas incendiadas, familiares asesinados y de una violencia que sigue activa y que se traduce en la destrucción generalizada de aldeas y medios de vida. “Mi esposo murió y el marido de mi hija desapareció”, añade Subi. ''Muchas personas han sido asesinadas o están desaparecidas. Espero que todo esto termine un día, pero no puedo decir lo que nos concederá el futuro“.