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Los primeros días de los recién llegados a Ceuta: “¡Gracias Mohamed VI!”

Issa Bobbo y Amadou Moustapha, recién llegados a Ceuta, muestran sus tarjetas del Centro de Estancia Temporal.

Gonzalo Testa

Ceuta —

Chándal de estreno, calcetines con chanclas y una toalla de mano blanca sobre la cabeza o al cuello para protegerse de las inclemencias climatológicas que han mantenido durante tres días a Ceuta aislada de la península. Los cerca de 900 migrantes subsaharianos llegados a la ciudad autónoma en los últimos días son fácilmente reconocibles en los alrededores del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), cuyas 512 plazas han quedado más desbordadas que nunca, con más de 1.400 ocupantes.

Issa Bobbo y Amadou Moustapha, dos veinteañeros, se graban con un teléfono móvil junto a la planta desalinizadora que nutre de agua a toda la ciudad. Ambos son cameruneses y llevan apenas 48 horas en Ceuta. El primero anhela reunirse con su hermano mayor en Francia. El segundo coloca su mano a tres palmos de altura para describir al hijo que ha dejado en su país natal. Como muchos, sueña con llegar a Alemania. 

Todavía sin ropa de abrigo, teléfono móvil o un sitio en el que pasar parte del día para ganar unas monedas –como aparcacoches o acarreando bolsas de la compra–, los últimos en superar el doble vallado fronterizo deambulan junto a las playas de la bahía norte y empiezan a conocer la ciudad, charlan en las colinas que rodean al CETI o acuden a dependencias policiales para rectificar errores de escritura de sus nombres en los primeros documentos de filiación.

El resto forma largas colas dentro del centro de acogida ceutí para cumplimentar trámites burocráticos, someterse a pruebas sanitarias o recibir asesoramiento legal con vistas a una posible solicitud de protección internacional.

Este camino es, sin embargo, descartado por los procedentes de África subsahariana debido al bloqueo que sufren en la ciudad autónoma quienes solicitan asilo. Pedir protección internacional en Ceuta suele traducirse en la permanencia en la ciudad durante al menos un año, lo que desincentiva esta opción. Por lo general, prefieren ser trasladados cuanto antes a la Península Ibérica, para probar suerte en algún punto de esta o viajar a otros países de Europa. 

“Frío” en las tiendas instaladas junto al CETI

A unos cientos de metros de Issa y Amadou, otro compatriota que prefiere no dar su nombre ruega por un jersey para abrigarse mientras regresa al CETI para almorzar. Es uno de los aproximadamente 200 migrantes que han sido ubicados en las tiendas de campaña militares instaladas en el aparcamiento del Centro Ecuestre anexo.

Anoche, relata, pasó “frío” en las carpas instaladas ante la saturación del centro. Aunque nada comparable, apunta,  al que sufrió durante los cuatro meses anteriores en los bosques marroquíes que circundan Ceuta por donde cerca del mediodía podía verse a efectivos de las Fuerzas de Seguridad del país vecino patrullando a caballo.

“Ahora estoy aquí y si España me abre los brazos”, no cierra la puerta a quedarse. Hace un año dejó a su esposa y sus tres hijos en el centro de África. Un año marcado por el largo camino que separa su país del suelo español que logró pisar hace dos días. Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos dibujan el mapa de su travesía migratoria. 

Ahora tendrá entre cuatro y cinco meses para pensar hacia dónde orientar su futuro. En los periodos de mayor congestión del CETI, cerca de 80 migrantes salen cada semana hacia Algeciras para ser acogidos por una ONG o ser ingresados en un Centro de Internamiento para Extranjeros de la Península, en un intento de proceder a su expulsión.

Este es el periodo de estancia media actual, excepto para los demandantes de asilo, cuyo bloqueo en la ciudad autónoma se dispara a un año, una práctica denunciada este miércoles por Amnistía Internacional dado que “impide la libre circulación” de los peticionarios. 

“Las fuerzas marroquíes no estaban”

Alrededor del CETI proliferan dos versiones sobre cómo se fraguaron los últimos saltos de la valla. En las últimas ocasiones, los migrantes emplearon una nueva técnica para sortearla. No pasaron por encima, sino por la zona más baja: derribaron sus puertas y alambradas con “mazas y cizallas” a pie de tierra.

Algunos aseguran que las Fuerzas de Seguridad marroquíes “no estaban”. Otros, que sus nuevos itinerarios de acercamiento al perímetro permiten evitar a sus vigías con la misma efectividad que a las cámaras térmicas de la Guardia Civil.

“¡Gracias Mohamed VI! ¡Gracias Dios! ¡Gracias España! ¡Boza, boza, boza!”, clamaban los recién llegados en plena noche camino del CETI tras su última entrada en grupo. Ahora, explican fuentes policiales españolas, utilizan para llegar a la valla una vaguada ubicada en un tramo conocido como Finca Berrocal en el lado español, cerca del morabito de Sidi Ibrahim, que resulta ciega para los medios tecnológicos de vigilancia.

Sin un preaviso marroquí, la Guardia Civil se queda sin tiempo de reacción cuando se percata de la presencia de los migrantes para movilizar a los cien efectivos de los GRS que duermen en el centro de la ciudad.

“Marruecos podría hacer más pero también menos”

“Es difícil”, diagnostican fuentes policiales con experiencia sobre el terreno, “decir si Marruecos podría haber hecho más el viernes, cuando contuvo a más de 250 personas, o el lunes, si los indocumentados también les engañaron, si se miró para otro lado, si no se pudo hacer más... Lo que es seguro es que podrían hacer menos y que las entradas serían diez veces más”.

Es su respuesta a las sospechas de un posible cumplimiento de la amenaza realizada por las autoridades marroquíes a la Unión Europea como respuesta al fallo del Tribunal europeo que concluyó que el acuerdo agrícola de la UE no es aplicable al Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos. El ministro de Agricultura alauí habló de “graves consecuencias”, recordando su papel para la “estabilidad de la región norteafricana” y su rol como “gendarme” de la frontera sur

Menos de una semana después, entraron a través del vallado fronterizo de Ceuta cerca de 900 personas en 72 horas. No obstante, durante la madrugada de este martes, los agentes marroquíes frenaron un acercamiento a la valla de unos 300 migrantes repartidos en dos grupos.

Hace más de diez años, antes de que Rabat militarizase el entorno de Ceuta con instalaciones permanentes y decenas de puestos de vigilancia a lo largo de sus 8,2 kilómetros de perímetro, el Ministerio del Interior propuso colocar un entramado de cables (la “sirga tridimensional”, con la que solo se experimentó en Melilla), tendió 'mallas antitrepa' y coronó de alambres con cuchillas (las 'concertinas') las vallas para evitar los saltos en grupo.

Incapaz de ponerle puertas al campo y deseoso de “depender menos” de la colaboración marroquí, que los políticos siguen tildando de “excelente”, Interior busca ahora nuevas formas de blindar sus fronteras.

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