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OPINIÓN

Europa debe impulsar una normativa para identificar los cuerpos enterrados sin nombre

Vista de chalecos salvavidas y restos de lanchas neumáticas supuestamente utilizados por refugiados para cruzar el mar Mediterráneo en Skala Sikaminias, isla de Lesbos, Grecia.
1 de diciembre de 2023 22:31 h

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El 9 de agosto de 2023, 41 personas desaparecieron frente a la costa de Lampedusa. Según los testimonios de los cuatro pasajeros supervivientes, la embarcación había partido de la costa de Túnez y transportaba a 45 personas, entre ellas tres niños. Este episodio conforma una parte de una larga lista de tragedias en el mar en los últimos años. Se produjo casi diez años después del naufragio del 3 de octubre de 2013, que también ocurrió frente a las costas de Lampedusa y está considerado uno de los peores accidentes marítimos del siglo XXI.

Hace cinco meses, en la noche del 13 al 14 de junio, el hundimiento de otro barco frente a las costas griegas provocó la desaparición de varios centenares de personas. Debido a las insuficientes operaciones de recuperación de los restos del naufragio y a la falta de exámenes forenses posteriores, no se establecerá formalmente la identidad de los hombres, mujeres y niños que fallecieron en esta tragedia, quienes engruesan así la larga lista de personas muertas sin identificar y quienes, por consiguiente, permanecen desaparecidas . La ausencia de recopilación de datos post mortem, así como la ausencia de activación de procedimientos para la recopilación de datos ante mortem de los familiares de los fallecidos, plantea muchas cuestiones éticas y legales. Dificultan la posibilidad de que los familiares de los fallecidos realicen su duelo en ausencia de cadáver o inicien los trámites administrativos habituales en caso de fallecimiento, trámites que requieren específicamente un certificado de defunción.

Durante las últimas dos décadas, las muertes de personas sin identificar en Europa y sus alrededores han aumentado significativamente. Este fenómeno está íntimamente ligado al peligro creciente de las migraciones transfronterizas y, en particular, de los cruces marítimos. Más allá de los desaparecidos en el mar, cuya identidad precisa a menudo se desconoce, debe reconocerse el aumento del número de personas fallecidas que permanecen sin identificar en el territorio europeo. Observamos, por ejemplo, una tendencia creciente a la llegada a los servicios forenses de París y Milán, de cadáveres sin ningún elemento de identidad y para los cuales no tenemos ningún protocolo específico que aplicar. Estos protocolos existen para las víctimas de desastres, pero rara vez pueden aplicarse en casos individuales que cotidianamente reciben dichos servicios.

Esta realidad se inscribe en un contexto más general en el que las ciencias forenses han logrado avances significativos, particularmente en lo que respecta al muestreo, el cruce y el archivo de datos morfológicos, biométricos y genéticos con fines de identificación humana. La realización de esfuerzos concertados a nivel europeo para definir un marco legislativo común permitiría algún día identificar a estos cuerpos anónimos. Si el derecho europeo blindase el deber estatal de identificar cadáveres anónimos, imponiendo la recogida de datos científicos ante mortem de familiares (fotografías, radiografías, material clínico y genético) y su comparación con los datos post mortem recogidos durante las autopsias de cadáveres anónimos, nos sería posible crear y consolidar bases de datos biométricos que contengan características y perfiles genéticos para maximizar las posibilidades de identificar estos cuerpos sin identidad y brindar así respuestas a sus familias y la sociedad.

El 18 de abril de 2015, en respuesta a la fuerte emoción provocada por el hundimiento de un barco pesquero, Italia tomó la iniciativa de recuperar los restos del naufragio situados a 400 metros de profundidad para intentar identificar a algunas de las aproximadamente 1.000 víctimas. Esta encomiable iniciativa desafortunadamente no se renovó durante los sucesivos naufragios y, en relativo silencio, nuestras sociedades se han acostumbrado a que hombres, mujeres y niños puedan desaparecer sin dejar rastro y sin que sus familiares sean debidamente informados.

Este año se ha conmemorado el décimo aniversario del naufragio del 3 de octubre de 2013 y sentimos que es importante convertir nuestra emoción en acción. Llamamos a un compromiso colectivo para implementar los esfuerzos necesarios para acelerar y garantizar la búsqueda de la identidad de los cuerpos no identificados, devolviendo así a sus familias los familiares desaparecidos que aún buscan. Esto no puede lograrse sin un nuevo impulso legislativo a nivel europeo en esta materia.

 

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