Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura en Catalunya y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Pedro Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

El reclutamiento de niños soldados aumenta en Sudán del Sur tras la violencia desatada este verano

Gatkuoth, de 15 años, ha sido liberado recientemente por un grupo armado. En la imagen, el pasado 16 de agosto, en la escuela primaria de Dawa en Bentiu (estado de Unity, en Sudán del Sur). |  © UNICEF/UN028379/Rich.

Laura Olías

Relatan escenas de guerra aunque no deberían haber vestido nunca un traje militar. “Luchamos y luchamos, eché a correr y me dispararon. Caí al suelo y empecé a sangrar por la boca”. Boto tiene 16 años y ya ha tenido que esquivar la muerte en un conflicto armado, el de Sudán del Sur.

Un año después de la firma de un acuerdo de paz, el fin de la guerra civil no llega. Y, no solo eso: tras los enfrentamientos de julio que se cobraron al menos 300 vidas, Unicef alerta de un repunte en el reclutamiento de niños soldados.

Boto, liberado en 2015, no quiere pensar en volver a coger un fusil. “No tengo necesidad, como niño, de ir a luchar por nada”.

La vida como niño soldado de Boto, recogida por Naciones Unidas en un vídeo, se suma al relato de otros menores que han alcanzado la libertad recientemente. Los nombres de todos ellos son ficticios para proteger su identidad. Como la de Gatkuoth, de 15 años, al que un grupo armado arrebató la infancia a los 13. “No me gustaba ser un soldado. No hay nada bueno en serlo. Me gustaba el dinero que me daba el Ejército, aunque no lo que me hacía hacer con las armas”, contaba el menor el 16 de agosto en una escuela primaria de Bentiu, en el Estado de Unity.

Tras intentar escapar varias veces sin éxito, Gatkuoth fue liberado y ahora vive con su tía. En el conflicto que comenzó en diciembre de 2013 entre los partidarios del presidente, Salva Kiir, y su antiguo vicepresidente, Riek Machar, Unicef ha trabajado en la liberación de menores por parte de grupos armados. Con el pico de violencia registrado en julio, la organización teme que las partes enfrentadas vuelvan a caer con más frecuencia en esta forma de engordar sus filas.

Unicef estima que 16.000 niños han sido reclutados por las distintas fuerzas militares desde que la crisis comenzó hace casi tres años. En general, la mayoría de menores soldados son niños, pero las niñas también sufren estas prácticas, a las que se suma la violencia específica de género. “Algunas son convertidas en esclavas sexuales”, explica Blanca Carazo, responsable de proyectos de Unicef España.

En agosto de 2015, las partes enfrentadas rubricaron un acuerdo de paz que no se refleja en las calles. Este año, 650 niños han sido reclutados por grupos armados en Sudán del Sur, según los cálculos de la ONU. En el último mes, en mayor número aunque Unicef no se atreve a dar todavía cifras concretas. “Todo está asociado con la nueva fase del conflicto que empezó en julio de este año, sobre todo lo hemos visto en Juba, la capital”, añade Carazo.

Save The Children, que también trabaja con menores soldados en el país africano, ratifica la tendencia al alza. “En Sudán del Sur todos los grupos armados utilizan o intentan utilizar la mano de obra barata de los niños. Se usa la infancia como arma de guerra, no solo son obedientes y baratos, sino que sus familias van a estar detrás de ellos”, sostiene David del Campo, director de Cooperación Internacional de la organización.

Todos los grupos armados son culpables

La ONU también denuncia que todos los bandos incorporan a menores entre sus efectivos. En su informe anual sobre la repercusión de los conflictos en los niños así lo detalla y Human Rights Watch (HRW) pone nombre a 15 comandantes y oficiales que incurrieron en estas prácticas en un estudio, tras entrevistar a 101 menores soldados.

Un documento interno de las Naciones Unidas, al que tuvo acceso la agencia AFP, apunta que el Gobierno de Sudán del Sur reclutó de manera forzosa a niños de una aldea en la segunda semana de agosto. Algunos tenían 12 años. Aunque los estándares internacionales de derechos humanos condenan la inclusión de cualquier menor de 18 años en grupos armados, en el caso de los que no alcanzan los 15 constituye un crimen de guerra, según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

Sudán del Sur tiene además la mayor proporción de niños que no acuden a la escuela del mundo, con más de la mitad fuera de las aulas. 250.000 niños sufren desnutrición aguda grave, más de 13.000 están en paradero desconocido y aproximadamente 900.000 menores se vieron forzados a desplazarse internamente.

La relación con la crisis alimentaria

Combatir cada una de esas heridas de la guerra cuanto antes es fundamental, advierte Unicef. “Cuanto más tiempo pasa un niño dentro de un grupo armado, más difícil es que sea rescatado y que no vuelva a recaer”, afirma Blanca Carazo.

“Un niño pasa a ser soldado en un día, pero hace falta mucho trabajo e inversión para que salga de ello”, sostiene David del Campo. El aporte económico de alistar a un menor en un grupo armado supone un alivio económico para algunas familias que no pueden rechazar, explican en Save The Children.

El aumento de la violencia sexual en los últimos meses – “que se utiliza cada vez más como arma de guerra, para sembrar el miedo”, dice Carazo– ha llegado incluso a escasos metros de los centros de protección de civiles gestionados por la ONU.

Según la portavoz de Unicef, estas agresiones brutales también encuentran sus vínculos con la falta de recursos básicos y su encarecimiento. “Las familias que viven en los centros de protección sufren escasez y las mujeres salen a buscar alimentos y productos básicos, los hombres no se atreven, y ahí es cuando son atacadas. Es una espiral de violación de derechos, unida a una situación de falta de acceso a servicios básicos muy dura”.

Unicef reconoce que los retos son muchos, para lo que es necesario más inversión. La recompensa es enorme, recuerdan. Luchar contra el estigma y el miedo en las comunidades al retorno de los menores, que en ocasiones se vieron obligados a atacar a sus familias o vecinos, es fundamental para conseguir reencuentros como estos. Gatkuoth quiere ser médico “para ayudar a mi gente”. Boto lo tiene claro: “No volvería ni por todo el oro del mundo”.

Etiquetas
stats