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Los rostros del narcotráfico en el mayor granero de cocaína del mundo

David Beriain en el valle del VRAE, granero de la producción de cocaína a nivel mundial / Discovery Max

Hugo Domínguez

En un frondoso valle peruano una lona cubierta de agua rompe la monotonía de tonos verdosos. Los pies de un campesino surcan el plástico, afanados por aplastar el mayor número posible de hojas. Después de recorrerlo varias veces, el hombre se para en seco. Se baja los pantalones y comienza a orinar en un punto escogido al azar. El ritual continúa esparciendo sal, lejía, y tras dejarlo reposar, se adereza con gasolina y cal. Así se cocina la coca.

El rostro del periodista David Beriain no disimula su asombro ante la escena que observan sus ojos. Es testigo directo de la elaboración de la pasta base de la cocaína. Ha conseguido introducirse en un punto de la geografía peruana inhóspito para la gran mayoría de los mortales, incluso para las autoridades locales. “No sabemos lo que hay detrás, la cocaína que llega a España solo tiene un 30 o 40 por ciento de pureza. Yo supongo que si alguien consume cocaína y ve el programa, le hará pensar qué es lo que se está metiendo en el cuerpo”.

El programa del que habla este reportero trotamundos es 'Amazonas clandestino', una serie documental de seis entregas en la que se nos abre una ventana, investiga el tráfico ilegal, los conflictos armados y la lucha por los recursos que están desangrando el pulmón del mundo. Reportajes que estrena el 10 de marzo Discovery Max y con los que Beriain ha querido “que la gente sienta la aventura, el vértigo” que ha sentido él cuando se ha tenido que poner delante de los protagonistas para conversar con ellos, en situaciones que, a veces, hielan la sangre.

Noche cerrada solo interrumpida por la luz de los faros de un coche. El periodista llega a una cabaña donde se ha citado con un sicario. Su seudónimo es Gato, y tapa su rostro con una fina tela, mientras en su mano empuña un revólver, que hace balancear apuntando peligrosamente a su invitado. Este mercenario de un capo de la droga cuenta, con una parsimonia que inquieta, cómo se dedica a asesinar a aquellos “que no han sido rectos”. “El castigo es cortarles los pies o quemarles vivos, y tras el miedo de la primera muerte por encargarlo, ahora Gato se siente orgulloso”, abunda David Beriain, quien confiesa el vertigo que sufrió al ver que tenía que intentar empatizar con unos asesinos.

Historias personales en el principal granero mundial para el tráfico de la cocaína: el Valle del VRAE, enmarcado en las faldas de los Andes y los primeros ríos que dan vida al Amazonas. Un territorio sin ley que concentra el 20% de la producción mundial de una droga en torno a la cual se ha forjado una industria. El negocio de los estupefacientes “mueve más dinero que países como Noruega o Dinamarca y mata más gente que la mayoría de las guerras”, describe el periodista.

En toda cadena de producción hay un principio y un final, y el eslabón más débil lo ocupan los recolectores, dedicados a la siembra de la hoja de coca. Se refieren a sí mismos como agricultores y no se paran a pensar en los efectos de su cosecha. Una planta con flor sudamericana que para ellos es un sustento de vida, tal y como cuenta una campesina mientras sus manos repletas de ampollas extirpan la hoja. La materia prima. “Es interesante conocer este proceso porque explica en qué mundo surge la sustancia que luego en las calles de Europa costará el doble que el oro”, añade Beriain.

También ha presenciado el quehacer de los cocineros de la coca en sus laboratorios clandestinos, a los narcopilotos que se juegan la vida y su libertad de distribuir la mercancía y a los militares que combaten este mercado ilegal. Para el reportero “el sistema que está montado, el mundo en el que vivimos no tiene sentido, porque con una mano pagamos el consumo y con la otra pagamos la lucha contra las drogas. Es como si el narcotráfico no fuera otra cosa más que la expresión más salvaje y más cruel del capitalismo reglado por la ley más dura de oferta y demanda”.

Pero el documental no se fija solo en Perú. Beriain emprende un viaje por Bolivia, Brasil, principal consumidor de cocaína y punto de salida de la que se dirige hacia Europa, y Manaos, la capital amazónica, donde entrevista a un clan mafioso de pasadores y sicarios. “Preparar y grabar el documental nos costó todo el año 2014. Hubo un trabajo previo sobre el terreno para conocer a los testigos, y luego grabamos durante seis meses con dos cámaras y un realizador”.

El proceso de paz dentro de las FARC

El proceso de paz dentro de las FARCEs uno de los mayores atractivos que encierra este thriller documental. El periodista navarro ha conseguido, tras meses de duras negociaciones, acceder a los campamentos de las FARC cuando la paz se roza con los dedos. Un momento histórico congelado en el último episodio, todavía en edición. “Tuvimos ocho meses de contactos con las FARC en cuatro países distintos para no comprometer a nadie. Ha sido muy complicado, pues hay que tener en cuenta que si han aguantado 50 años es por algo, con unos mecanismos de seguridad muy grandes”.

Con una producción al más puro estilo cinematográfico, con planos aéreos y secuencias casi imposibles, Beriain acompaña a los guerrilleros con la idea de conocer la 'otra Colombia', controlada por los insurgentes. De hecho, descubre la situación de los civiles en medio de una guerra que parece tiene los días contados. Él lo ha percibido así: “Hay un deseo muy grande, y yo tengo mucha confianza, ahora no se pueden permitir fracasar. Se deben eliminar los cálculos cortoplacistas, porque es lo que se merece la sociedad colombiana”.

No solo hay espacio para hablar de la droga y su expresión más virulenta. Un escenario como el Amazonas brinda dos temas más que el documental trata en profundidad. Uno de ellos es la nueva fiebre del oro. Se ha convertido en uno de los conflictos más importantes que atraviesa actualmente el Amazonas. Las cámaras se trasladan hasta Madre de Dios, una remota región del Amazonas peruano colonizada por miles de misioneros ilegales. Allí, el reportero ha contemplado “deforestación, contaminación, corrupción y enfrentamientos con las autoridades”. Una práctica ilegal a la que los autóctonos se niegan a renunciar porque, como ocurre con la cocaína en Perú, “es la única forma de vida”.

Y el otro gran asunto sobre el que pivota otro capítulo de la serie es la lucha por los recursos de la selva. El Amazonas está llorando de dolor. “Hay lugares en la selva que están arrasados. La deforestación ha alcanzado el 20% de la superficie total, lo que equivale a Francia y Alemania juntas”. Las razones las tratan en el documental y las adelanta someramente Beriain: “Por un lado el desinterés de los países soberanos que creen que hay que civilizar lo salvaje, y por otro lado, están apareciendo tesoros ocultos como el oro o el petroleo, y se ha declarado una batalla por ellos”.

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