Uno niño, cubierto con una manta, empujando una maleta casi tan grande como él en la frontera entre Ucrania y Polonia. Una pareja que se abraza en la intimidad de un resort convertido en centro improvisado de refugiados en Moldavia, mientras llora la pérdida de su sobrino en combate. Una mujer que aprende a usar un arma para defender a sus hijos en caso de ser necesario. Dos cruasanes sobre el escaso equipaje preparado a toda prisa.
Desde el próximo jueves 19 de mayo, el Museo Misiones Salesianas de Madrid albergará la exposición temporal 'La vida en una maleta', un recorrido sobre la mayor crisis humanitaria registrada en Europa desde la Segunda Guerra Mundial en Europa, provocada por la invasión rusa de Ucrania. Las imágenes, firmadas por los fotoperiodistas Olmo Calvo, Bruno Thevenin, Ioana Moldovan y Edu León, recogen historias en el país en guerra y en los países fronterizos acompañando a mujeres, niñas y niños durante los primeros dos meses de conflicto.
La muestra, coordinada por el fotoperiodista Edu León, aborda la situación de personas desplazadas y refugiadas en las fronteras de Moldavia, Polonia y Rumania con Ucrania.
Lyudmila, de 75 años, llora al recordar a su sobrino muerto en la guerra y pensar en la vida que dejaron en Odesa. Su marido Nikolai, de 83, le abraza resignado. Llevan 53 años juntos y aseguran que en todo ese tiempo nunca han discutido. Nikolai nació en 1938 cuando la IIGM comenzaba. Ya sabe lo que es perder gente amada en una guerra. Los aviones alemanes dispararon en su pueblo. Los vecinos se tiraron al suelo, protegiéndose. Cuando los aviones se fueron todos se pusieron en pie menos su madre.
Lyudmila, de 75 años, llora al recordar a su sobrino muerto en la guerra y pensar en la vida que dejaron en Odesa. Su marido Nikolai, de 83, le abraza resignado. Llevan 53 años juntos y aseguran que en todo ese tiempo nunca han discutido. Nikolai nació en 1938 cuando la IIGM comenzaba. Ya sabe lo que es perder gente amada en una guerra. Los aviones alemanes dispararon en su pueblo. Los vecinos se tiraron al suelo, protegiéndose. Cuando los aviones se fueron todos se pusieron en pie menos su madre.
Una niña dibuja corazones sobre el vaho de las ventanas del tren, a punto de partir hacia Polonia desde la estación de Lviv, al oeste de Ucrania.
Una niña dibuja corazones sobre el vaho de las ventanas del tren, a punto de partir hacia Polonia desde la estación de Lviv, al oeste de Ucrania.
Un domingo por la mañana, la familia de Olga abandonó Zaporiyia, cerca del río Dniéper. Con sus dos hijos, Divia, de 5 años, y Damir, de 8, sus padres y su hermano, viajó más de 900 km para llegar a la frontera. Allí a su hermano y a su padre no les permitieron cruzar, pues el gobierno decretó la prohibición de abandonar el país a los ciudadanos varones de entre 18 y 60 años. “Lo más importante es que los niños estén vivos”.
Un domingo por la mañana, la familia de Olga abandonó Zaporiyia, cerca del río Dniéper. Con sus dos hijos, Divia, de 5 años, y Damir, de 8, sus padres y su hermano, viajó más de 900 km para llegar a la frontera. Allí a su hermano y a su padre no les permitieron cruzar, pues el gobierno decretó la prohibición de abandonar el país a los ciudadanos varones de entre 18 y 60 años. “Lo más importante es que los niños estén vivos”.
Una niña originaria de Siria, y que se encontraba refugiada en Ucrania, espera junto a su familia y decenas de personas más la llegada de un autobús para ir a los centros de acogida de Przemysl (Polonia). Después de cruzar el paso fronterizo de Medyka tuvieron que esperar durante muchas horas mientras nevaba y con unas temperaturas muy bajas sin ningún lugar donde resguardarse.
Una niña originaria de Siria, y que se encontraba refugiada en Ucrania, espera junto a su familia y decenas de personas más la llegada de un autobús para ir a los centros de acogida de Przemysl (Polonia). Después de cruzar el paso fronterizo de Medyka tuvieron que esperar durante muchas horas mientras nevaba y con unas temperaturas muy bajas sin ningún lugar donde resguardarse.
Taras, de 21 años, besa a su novia Asya, de 17, al cruzar la frontera entre Ucrania y Moldavia. Con esa edad ya saben lo que es huir de una guerra. Taras salió de su país saltándose la ley marcial que obliga a los hombres mayores de edad a quedarse en Ucrania. Taras no cree en la guerra y prefiere buscar una vida nueva en Alemania junto a Asya. El amor les hizo tomar la decisión.
Taras, de 21 años, besa a su novia Asya, de 17, al cruzar la frontera entre Ucrania y Moldavia. Con esa edad ya saben lo que es huir de una guerra. Taras salió de su país saltándose la ley marcial que obliga a los hombres mayores de edad a quedarse en Ucrania. Taras no cree en la guerra y prefiere buscar una vida nueva en Alemania junto a Asya. El amor les hizo tomar la decisión.
Alona, de 37 años, y su hijo Max, de 4, tuvieron “la suerte de dejar Kiev justo después de la primera explosión. Muchas personas tardaron en salir y quedaron atrapadas en los atascos que se produjeron”. Decidieron huir de Francia, donde Alona tiene una amiga. “¡No puedo creer que esto esté sucediendo, bombardean una gran ciudad europea!”.
Alona, de 37 años, y su hijo Max, de 4, tuvieron “la suerte de dejar Kiev justo después de la primera explosión. Muchas personas tardaron en salir y quedaron atrapadas en los atascos que se produjeron”. Decidieron huir de Francia, donde Alona tiene una amiga. “¡No puedo creer que esto esté sucediendo, bombardean una gran ciudad europea!”.
Bogdana participa en un entrenamiento militar para civiles voluntarios. “Aprender el manejo de las armas me ayudará a proteger a mi hijo”.
Bogdana participa en un entrenamiento militar para civiles voluntarios. “Aprender el manejo de las armas me ayudará a proteger a mi hijo”.
Decenas de personas esperan para presentar su pasaporte en un andén de la estación de tren de Przemysl (Polonia), después de llegar desde Ucrania huyendo de la invasión rusa.
Decenas de personas esperan para presentar su pasaporte en un andén de la estación de tren de Przemysl (Polonia), después de llegar desde Ucrania huyendo de la invasión rusa.
Nikita, 28, y Vika, 21, acuden al refugio del hospital infantil con su hija Uliana, de 2 años, al sonar las sirenas que alertan del riesgo de bombardeo en la ciudad de Odesa.
Nikita, 28, y Vika, 21, acuden al refugio del hospital infantil con su hija Uliana, de 2 años, al sonar las sirenas que alertan del riesgo de bombardeo en la ciudad de Odesa.
Una comunidad errante
Una comunidad errante
La ciudad ucraniana de Lviv y su estación de tren se convirtieron en las primeras semanas de guerra en uno de los pasos obligados para las personas refugiadas que dejaban atrás el conflicto. Las familias de origen romos o gitanas han encontrado más dificultades para huir de esta guerra. Muchos de ellos carecen de documentos para cruzar fronteras y su escaso de poder adquisitivo hace de esta comunidad, de nuevo, una comunidad errante.
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