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El cazatalentos que seleccionó a Montilla y Blanco para Enagás aconseja ahora fichar a consejeros apolíticos y con estudios superiores

Luis Conde, en una foto de archivo.

Rodrigo Ponce de León

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Cuando hay un intenso debate sobre la refundación del capitalismo con las exigencia de un salto reputacional en los consejos de las compañías, hay empresarios que optan por la estrategia de la confusión. Solo de esta manera se puede explicar el salto al vacío que ha cometido Luis Conde, presidente y fundador de la consultora de recursos humanos Amrop Seeliger y Conde, que en un artículo de opinión publicado este miércoles en Expansión tira por tierra los criterios de su propia firma en la contratación de los exministros José Blanco y José Montilla como consejeros independientes en Enagás.

En teoría, Luis Conde trata de explicar en el artículo que los argumentos para fichar a consejeros en las grandes empresas han cambiado y deben seguir un “buen modelo de gobernanza corporativa” por lo que hay que cumplir “con las exigencias regulatorias que se imponen, con el conocimiento digital requerido y con un muy alto nivel de preparación de los candidatos”, cuando la realidad es que su compañía ha despreciado sus propios planteamientos con la recomendación para fichar a los dos exministros.

Para empezar, el presidente de Seeliger y Conde asegura que los candidatos deben ser un “hombre o mujer de edad entorno a los 50 años –Formación académica superior (abogado, economista o ingeniero) preferiblemente complementado por una MBA y con dominio del inglés”, cuando Blanco y Montilla no tienen estudios universitarios ni nada parecido a un máster y, como ocurre con gran parte de la clase política española, no hablan inglés.

El criterio más sorprendente que defiende Conde es que “los candidatos no debieran tener una significación política” pero la realidad es que Montilla se afilió al PSC en 1978 y no ha parado de copar cargos políticos desde entonces y Blanco entró en el PSOE ese mismo año y desde entonces ha mantenido su carrera vinculada al partido y a la política.

Blanco ha sido concejal, senador, diputado, eurodiputado, secretario de Organización del PSOE, vicesecretario general de los socialistas y ministro de Fomento en el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Montilla también ha sido concejal, parlamentario autonómico, senador, diputado, alcalde de Cornellá, presidente de la Diputación de Barcelona, primer secretario del PSC, ministro de Industria, Comercio y Turismo con Rodríguez Zapatero y presidente de Generalitat de Catalunya.

Conde tiene una relación ambivalente con la política. Fue el primero en contradecirse hace años al obviar su criterio de evitar la “significación política” en la contrataciones de su propia empresa: en 2013 fichó a la expresidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre como presidenta del consejo asesor de la compañía y en 2018 contrató al exministro de Fomento Íñigo de la Serna como socio en la oficina de Madrid.

Como muchos otros políticos, las carreras de Blanco y Montilla han estado vinculadas a una formación política desde sus inicios y no tienen nada que ver con las exigencias enumeradas por Luis Conde para contratar a un consejero como son “independencia acreditada” y “conocimiento sobre los aspectos generales del sector y con cierta afinidad al mismo”.

Blanco como ministro tiene en su haber la privatización parcial de la empresa de aeropuertos AENA, muy criticada por la izquierda, pero nunca ha tenido relación con el negocio gasístico. Por su parte, el mayor acercamiento de Montilla como ministro de Industria al mundo del gas fue su protagonismo en la polémica y fallida OPA de Gas Natural contra Endesa. Con los currículum de ambos políticos es difícil que se cumpla el requisito de “visión estratégica del negocio” o que sea “tenga experiencia previa en la participación de consejos de administración o de consejos asesores”, como demanda Luis Conde.

Así es complicado entender que la selección de los dos exministros no se ajuste precisamente a las pautas que el directivo de recursos humanos trata de desdeñar como son “la familiaridad, la cercanía –el consejo es un órgano de intimidad– y la confianza que te daba el conocimiento de esa persona”, es decir, los vínculos de la política.

Otras características que deben tener los consejeros de grandes empresas que expone el presidente de Seeliger y Conde son más subjetivos de atribuir: “librepensador, creativo, innovador y con autóritas para ser capaz de cuestionar ideas preestablecidas y provocar reflexión” o tener “valores que encajen en la cultura empresarial a la que se vaya a incorporar, es decir: servicio, ética, liderazgo, criterio propio, prudencia, colaboración, humildad, integridad y responsabilidad”.

De momento, Montilla ha elevado aún más la polémica de su nombramiento en Catalunya tras anunciar que trabajará para Enagás desde su oficina de expresident de la Generalitat.

Pero si hay un criterio enumerado por Luis Conde que incumplen tanto los políticos nombrados consejeros en la empresa gasística como el propio presidente de Seeliger y Conde con la publicación del artículo es este: “Sentido común”.

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