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La 'guerra' del Gobierno de Angela Merkel contra “la carne barata”

Operarios con mascarilla en la sala de despiece en la empresa cárnica alemana Westfleischs

Aldo Mas

Berlín —

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Apenas hay que pasar dos páginas de un prospecto con las ofertas de la cadena de supermercados Lidl en Berlín para darse cuenta de que la carne es uno de los productos estrella. Ocurre, sobre todo, ahora que con el buen tiempo se pueden hacer barbacoas al aire libre.

“Todo sigue a buen precio”, se lee en el centro del par de páginas dedicadas a la carne del documento de las ofertas. Lo más barato son los filetes de pollo. Unos 450 gramos cuestan al consumidor 2,84 euros. La competencia de Lidl, otras cadenas de supermercados especializadas en super-ofertas como Aldi o Netto, ofrece el mismo tipo de precios y productos en sus prospectos.

Pero esas ofertas son más que carne a “buen precio”. Para Thomas Bernhard, del Sindicato para la Alimentación, Consumo y Hostelería (NGG, por sus siglas en alemán), esos precios rebajados son síntomas del “sistema enfermo” bajo el que se produce la carne en Alemania a día de hoy.

“La industria de la carne está enferma porque está orientada únicamente a producir del modo más barato posible y, en este contexto, las condiciones de seguridad laboral y la situación de los trabajadores están siendo completamente ignoradas”, dice Bernhard a eldiario.es.

La multiplicación de brotes de coronavirus en los mataderos alemanes desde mediados de mayo, un problema que ha alcanzado niveles alarmantes tras registrarse recientemente 1.550 positivos por coronavirus en un matadero de la empresa Tönnies en Rheda-Wiedenbrück (oeste germano), ha hecho visible la situación que llevan denunciando desde hace años en NGG.

En esta organización sindical no dudan en relacionar las condiciones laborales con los reducidos precios para la carne que Lidl, Aldi y compañía ofertan semana tras semana en sus prospectos.

“En Alemania, la carne, en general, es demasiado barata. Buena parte del problema está en los supermercados. No quieren pagar más por la carne, aunque también pasa con otros productos. Los comercios quieren tener carne barata en venta y negocian precios muy bajos”, explica Bernhard. “Los mataderos de los que sale esa carne venden con escasos márgenes, lo que luego tiene como consecuencia esas malas condiciones de trabajo”, añade.

En plena conmoción por los brotes de los mataderos, el ministro alemán de Trabajo, Hubertus Heil, ha conseguido implementar una reforma para acabar con los contratos precarios en el sector a partir del año próximo. A esta ofensiva en el sector se ha sumado con otro mensaje la ministra de Agricultura, la cristianodemócrata Julia Klöckner.

La carne barata a diario “no es un derecho”

Para ella, según decía Klöckner en una reciente entrevista con el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, no existe “ningún derecho a comer todos los días carne barata”. Lidl, Aldi y demás deben haberse dado por aludidos. Sobre todo, porque el ministerio de Klöckner está “estudiando hasta qué punto se puede parar legalmente la publicidad con la carne como reclamo”.

Klöckner reconoce que el problema en el sector está, fundamentalmente, en que “con la carne, el precio del producto no se corresponde con su valor” real. Con “unos pocos céntimos por cien gramos de carne de ave, ¿Cómo puede vivir de eso una familia?”, se interroga Klöckner. Según las estimaciones que se hacen estos días en el sector, por cada euro de carne que se vende, sólo 20 céntimos van a aparar a los ganaderos.

Klöckner, en su niñez criada en una granja, se afana ahora en una cruzada personal destinada a mejorar las condiciones de vida de los animales de las explotaciones, algo asociado a mayores costes para los consumidores alemanes. A esta particular guerra contra la carne barata se le reprocha que llega demasiado tarde.

El “humo” de la ministra de Agricultura

En la industria cárnica de Alemania se cuentan unos 200 millones de animales, entre cerdos, aves y ganado bovino. Las organizaciones de defensa de los derechos de los animales alertan de que un 25% de los productos de la industria cárnica procede de animales enfermos.

Esto no evita que los alemanes, de media, coman 60 kilos de carne al año. “Es más del doble de lo que aconseja la Sociedad Alemana para Alimentación”, recordaba en su edición de hace dos jueves el semanario Die Zeit en un perfil muy crítico sobre Klöckner. Tradicionalmente, el consumo de carne en Alemania se ha asociado con prosperidad, bienestar y salud.

Bernhard, el sindicalista del NGG, es de los que no cree en la batalla que está librando la ministra de Agricultura de la canciller Angela Merkel. “Lo de la ministra es humo. Si se quisiera de verdad hacer de la carne un producto más caro pero con mayor respeto a las condiciones de vida los animales tendrían que pasar muchas más cosas de lo que se está hablando”, señala Bernhard.

Alude a la iniciativa de la ministra de crear sellos para los productos cárnicos que informen sobre el bienestar de los animales de los que proceden esos productos. De momento, y tras dos años como responsable de Agricultura, Klöckner ha conseguido que haya estos sellos para el empaquetado de la carne de cerdo. Se supone que también han de llegar sellos para otros animales.

300 millones para la mejora de las condiciones de los animales

En los supermercados alemanes, desde hace años, es habitual encontrar carne con el sello de producto ecológico. Éste indica que proceden de animales que vivieron en explotaciones donde las condiciones son sensiblemente mejores a los de la carne de oferta.

Las aves “ecológicas”, por ejemplo, tienen más espacio para vivir que las que no lo son. Viven a cuatro por metro cuadrado. Las criadas bajo criterios no ecológicos pueden llegar a ser quince por metro cuadrado, según se ha explicado en la radio-televisión pública alemana ARD. Por eso también, la pechuga de estas aves “ecológicas” puede alcanzar un precio de 30 euros el kilo cuando por las otras se pagan 5 euros el kilo.

Más allá de la idea de los sellos sobre el empaquetado de la carne, Klöckner ha puesto sobre la mesa 300 millones de euros del último paquete de estímulo que ha lanzado el Gobierno de coalición Angela Merkel para que los productores puedan invertir en la mejora de las condiciones de los animales. Sin embargo, según Bernhard, ese dinero “no cambia nada”.

“Las cosas se pueden cambiar de verdad con nuevas leyes. Pero de nuevas leyes Klöckner no está hablando”, lamenta el sindicalista. A su entender, el dinero no es tratamiento suficiente para curar la enfermedad que aflige a la industria cárnica de Alemania.

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