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Medios inciertos

Pedro Gómez Damborenea

Son las seis y media de la mañana y padezco de cambio horario. He salido de España por vacaciones. Este insomnio mañanero me ha hecho devorar la prensa nacional y ver que todo sigue igual, que el enemigo se mantiene firme en Bruselas y que la cosa sigue jodida. Probablemente muchos no puedan ir de vacaciones, aunque España bata récords turísticos que nos ayudan a sobrellevar la depresión nacional.

Más allá de la palabras y declaraciones anormaloides de un comisario con nombre de cómico, lo más interesante de la semana ha sido la venta de The Washington Post. Echo la cabeza atrás y rememoro Todos los hombres del presidente. No creo que haya periodista, ni siquiera Ana Rosa Quintana si la queremos meter en el cajón de periodista, que no haya soñado de alguna manera con tener de fuente a Garganta Profunda. Los otrora gigantes de la prensa son hoy simples castillos de cristal de futuro incierto pero apasionante.

Las crisis da miedo por la fragilidad que mostramos ante su destrucción, y la que viven de los medios no es diferente. Los periodistas se refugian donde pueden a la espera y los editores parece que ya no existen y si existen no saben nada. Nadie puede dudar de que Amazone es un proyecto de éxito y que su creador apueste por un diario no puede ser otra cosa que una buena noticia. Sin duda, algo habrá visto y habrá pensado; algo diferente a lo que ven cada día los viejos editores despistados. A nadie le cabe la menor duda que el modelo cambia y llegará a algún destino.

Me gustaría tener una varita mágica y saber qué va a pasar en España; un lugar donde los medios tradicionalmente más potentes están casi arruinados. ¿Qué será de El País o de El Mundo cuyo destino depende de terceros? ¿Estamos a punto de vivir una revolución del panorama mediático? Quién sabe. Lo único que está claro es que nada volverá a ser igual y que los usuarios de internet dispuestos a pagar por la información no son muchos.

Gran parte del cambio está en manos de la publicidad. El panorama es absurdo y se debe aclarar. Un anuncio en un medio escrito, que se ve al pasar las páginas, es caro. Un anuncio en internet es ridículamente barato y se mide en clicks e impresiones. No sé cuál es el camino, pero algo debe pasar porque llegará un momento en que el gratis informativo, la publicidad en internet a precios de risa y los contratos periodísticos de bajo precio no casarán como ahora en tiempos de crisis. El resultado será más información basura, un género que abunda en demasía.

Lo mismo que al anunciante buscaba la publicidad de calidad del papel, deberá buscar la de los medios digitales de calidad que quieren encontrar su hueco y no tienen intención de cobrar al lector. Es un dilema complicado y no conozco a nadie que aún haya encontrado la solución.

Pero no importa. Tiene un punto de a aventura. Por algún lado saldrá la luz y mientras hay un montón de gente que está arriesgando y buscando soluciones. A lo grande, como en el Post, o como pequeños empresarios emprendedores, como en El Diario Norte, en el diario.es, en Alternativas o en Mongolia. Ningún proyecto cuando nace conoce su futuro. Veremos, pero hay que intentar la aventura porque, sin duda, habrá un futuro para la prensa y esperemos que sea bueno.

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