Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Lo que se avecina
La España auténtica, la real, la de toda la vida, se extiende a lo largo y ancho del país. Se apresta ahora a ganar su última batalla a la anti-España, poniendo cerco al palacio de la Moncloa. Falta poco, pues, para que Pedro Sánchez salga del Gobierno, preferiblemente con los brazos en alto. PP y Vox, reconvertidos en el nuevo Movimiento Nacional, y en fechas tan cercanas a ese icónico 18 de julio de otros tiempos, completarán la gesta de acabar con el sanchismo. Lo harán juntos, Núñez Feijóo y Abascal, que han tomado el relevo al “Tanto monta, monta tanto” de nuestros gloriosos Reyes Católicos.
Aunque es Vox quien mejor se lo está montando, a juzgar por lo que se ve. Porque es Vox quien nos está sirviendo el aperitivo de lo que se avecina, si España, su Gobierno, termina definitivamente en manos de sus salvadores. Negación de la violencia machista; desaparición de consejerías y concejalías de igualdad; bajadas de impuestos (junto con reclamación de inversiones al Gobierno Central); ataques despiadados al colectivo LGTBI; fin de ayudas sociales consideradas “ideológicas”; restauración de la familia tradicional, frente a las familias “politizadas”; control familiar de la educación, para que no se desvíe de los principios católicos; apoyo a eso contrario al derecho al aborto y que pasa por llamarse “derecho a la vida”; reaparición descarada de la censura a todos los niveles; retirada de carriles bici, en coherencia con el negacionismo climático; deshumanización del inmigrante … Y Gobiernos autonómicos de coalición, que conceden, como en la Comunidad Valenciana, carteras de Interior y Justicia, además de Cultura, a la formación de Abascal. Y parlamentos presididos por lo mejor de cada casa de la ultraderecha…
Resumiendo: el PP ganó las elecciones del pasado 28 de mayo, pero es Vox quien se lleva el gato al agua, imponiendo implacablemente sus presupuestos ideológicos y su agenda política. Es el PP “nacional” quien exhibe en su fachada madrileña de Génova la bandera arcoíris, pero es el alcalde Almeida, y otros ayuntamientos con coaliciones de derechas, quienes la retiran o simplemente se abstienen de colocarla. Es el PP “nacional” quien mantiene en su vocabulario la violencia machista, pero es la coalición PP-Vox en los ayuntamientos quienes la niegan, y con muy malos modos. Es Núñez Feijóo quien se ha impuesto como programa electoral “derogar el sanchismo”, pero es Santiago (y cierra España) Abascal quien ha organizado su particular “marcha verde” para irlo poniendo en práctica allí donde aspira a ser, y llega a ser, partido de Gobierno. Porque, hasta la fecha, es Vox quien ordena y manda. Y lo que ordena y manda es lo que al final va a misa, póngase María Guardiola como se ponga, que ya acabarán poniéndola de vuelta y media en su propio partido, para, al final, llevarla por el camino adecuado, como así ha sido.
Y su palabra de no gobernar con la ultraderecha por cuestión de principios fue al fin engullida por los votos necesarios para que la chica extremeña pudiera gobernar en su región. Naturalmente, por orden directa de Núñez Feijóo, otro político de palabra devaluada, que empezó apoyándola, hasta que quienes parecen mandar de verdad en el PP mandaron parar. Un dato más de la ausencia de liderazgo y de convicciones sólidas que ha venido mostrando quien aspira a suceder a Pedro Sánchez al frente del Gobierno Central.
Hasta la fecha, es Vox quien ordena y manda. Y lo que ordena y manda es lo que al final va a misa
Un señor que lo mismo descubre el derecho a decidir de los diversos territorios de España, que acaba descubriendo que unos territorios (por ejemplo, el de Ayuso) pueden decidir más que otros. Que aplaude por igual a quienes deciden coaligarse con Vox, que a quienes lo rechazan, para al final decantarse por la coalición. Que promete “derogar” el sanchismo y acaba reconociendo a ultimísima hora que una de sus grandes realizaciones, como la reforma laboral, fue acertada, ¡cuando las derechas, junto con los “filoterroristas” y enemigos de España, estuvieron a punto de cargársela con el único fin de hacer caer al Gobierno! Y hasta admite ahora que mantendrá, si gobierna, los impuestos a la banca y a las energéticas, aunque, eso sí, reformulados.
Viendo tal cúmulo de contradicciones, parece inevitable pensar que en ellas late cierto cálculo de fondo. Que tal vez Núñez Feijóo intente hacer de policía bueno, dejando el de policía malo para Abascal. De este modo, el “moderado” candidato del PP puede advertir al votante asustadizo: “No me obliguéis a pactar con Vox, que luego ya veis lo que pasa con esos brutos. Si queréis que gobierne sin radicalismos, concededme la mayoría absoluta”. Y, así, se reserva su imagen de persona respetable para cuando llegue el gran día de su coronación.
De momento, la guerra sucia se la reserva a la extrema derecha, a la que atiende con total servilismo, dejándole hacer y decir cuanto le venga en gana, sabiendo que la va a necesitar. De ahí que se sienta muy crecida. Tan crecida, que tal vez empieza a asustar seriamente a sectores importantes de la sociedad española. Sectores de la izquierda social que, visto lo que se está viendo, pueden considerar que es mejor votar que quedarse en casa, engrosando la abstención electoral. Habrá, con toda seguridad, mucha gente empujada a pensar que los avances sociales y en derechos y libertades ni caen del cielo ni son irreversibles, sino que tienen que ser continuamente refrendados en las urnas. Mucha gente que se sentirá abocada a ejercer su derecho al voto como un acto de resistencia. Porque será un voto en defensa propia: en defensa de todos aquellos derechos políticos y sociales que las fuerzas reaccionarias quieren quitar a este país. Un país que, dicho sea de paso, no siente necesidad alguna de que los de siempre le vuelvan a poner el No-Do que adoctrine nuestras vidas.
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