Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Esperando a los bárbaros?
En vísperas del cincuenta aniversario de la muerte del dictador, una extrema derecha cada vez más crecida reivindica sin pudor alguno, en las instituciones y en la calle, la España de Francisco Franco; y se congratula, además, de que una gran parte de la juventud española sienta añoranza por el régimen dictatorial. Algo que la realidad cotidiana parece empeñada en demostrar. Hasta el punto de que, en sectores tan sensibles como el educativo, hay profesores que se tientan la ropa para comunicar valores democráticos a unos alumnos que ya no se cortan para alzar el brazo o cantar el 'Cara al sol'.
¡Como si no existiera la Ley de Memoria Democrática! Como si la momia de Franco no hubiera sido desalojada del Valle de los Caídos (hoy Cuelgamuros)! ¡Como si no lleváramos casi medio siglo de libertades a nuestras espaldas! ¡La extrema derecha ha decidido tomarse las suyas, poniendo en peligro las de la mayoría social del país. El franquismo parece resurgir de sus cenizas y se ha naturalizado en nuestra vida colectiva. Cualquiera de las burradas que digan sus huestes, cualquiera de las agresiones que practiquen en plena calle o en el mismo Parlamento, cualquiera de las presiones y amenazas vertidas en las supuestas “redes sociales” (auténticos vomitorios de la extrema derecha) …, pasa ya desapercibida para una sociedad adiestrada a “pasar de pantalla” con cada infamia que se perpetra.
Todo esto, por supuesto, no ha surgido de la nada. Venía engordando desde el acceso de la izquierda al Gobierno y la deslegitimación radical de Pedro Sánchez que la derecha puso en marcha al ganar la moción de censura contra Mariano Rajoy. La aparición de Vox y, con ella, el contagio ultraderechista del PP, el gamberrismo institucional que PP y Vox han venido practicando, el insulto y la bronca permanente para ocultar su indigencia… han venido siendo la práctica habitual de las derechas mancomunadas y aledaños mediáticos en las legislaturas de la izquierda.
¿Resultado final? Desprestigio de la política, trabajado a conciencia, (bronca a bronca y bulo a bulo), por los sectores más reaccionarios del país. La antipolítica está servida, como gran oportunidad para que los supuestos salvadores de España lleguen al poder. Desgraciadamente, hacer política hoy en día se ha convertido en sinónimo de lo que no hay que hacer, porque todos los políticos, y todas las políticas, son iguales, según creencia que se ha hecho circular con notable éxito. Al final, no querer saber nada de la política es la única ideología política que se está imponiendo en España.
Algo que no es nuevo en este país, que sufrió un golpe de Estado y una Guerra Civil, tras una rebelión armada contra los políticos del momento. Que eran los que sostenían la República. Los militares rebeldes que se alzaron en armas contra la legalidad republicana y quienes les apoyaron no eran políticos. Eran simplemente “nacionales”, gente de bien, de orden. Españoles de toda la vida.
Que resurgen ahora con el odio puesto y con el mismo espíritu de exclusión y de españolizar España a su imagen y semejanza. Con alguna modernización en sus consignas de choque. De modo que ahora la rebelión contra los políticos de la izquierda que gobierna tiene como objetivo dejar constancia de que “sólo el pueblo salva al pueblo”. No un pueblo cualquiera. El pueblo español, usurpado por esa parte del país que organiza operaciones de cerco a Ferraz o piñatas para apalear en imagen al legítimo presidente del Gobierno, que pone al inmigrante bajo sospecha permanente, que señala y agrede a quienes no comulgan con sus ideas, que atentan contra sedes de partidos democráticos, que se oponen siempre a cualquier avance en materia de igualdad…
Y se alinean con los adoradores y pelotas de Trump, de Milei, de Netanyahu, de Putin, … De todos los autócratas que (des)gobiernan el mundo privatizándolo, convirtiéndolo en un inmenso imperio de su propiedad, con el apoyo de los milmillonarios del planeta. No es de extrañar, por tanto, que España haya sido en los últimos tiempos sede frecuente de actos de la internacional reaccionaria, que han hecho del actual presidente del Gobierno el enemigo a batir. Al parecer, la España gobernada por Sánchez está empezando a ser una excepción indeseable en un mundo sometido al imperio de la fuerza, la arbitrariedad, la destrucción de los pueblos, el fin de las políticas sociales y la ausencia absoluta de compasión.
Uno ve este panorama y se pregunta aterrado si en España no tardaremos en ver en nuestras calles a policías cazando a lazo a ciudadanos de origen inmigrante para ser repatriados a otros países, como ya está ocurriendo en los Estados Unidos de Trump. Esos Estados Unidos que Ayuso y Santiago Abascal admiran. ¿Quién nos puede asegurar, tras los hechos vergonzosos de Torre Pacheco (la “caza al moro”), que la influencia letal del “amigo americano” no se va a dejar sentir en España, si las derechas que nos han tocado en suerte o en desgracia vuelven al poder? ¡Si ya nos están anunciando lo que va a venir!
La cuestión está ahora en saber si una mayoría del país va aceptar sin pestañear ese destino, esperando mansamente la vuelta de los bárbaros; o si, por el contrario, está dispuesta, como en los Países Bajos, a defender activamente la democracia, sus valores y las posibilidades que nos ofrece de seguir avanzando. Tal vez hechos como las importantes movilizaciones sociales registradas en España por el genocidio de Gaza sean datos que inviten a la esperanza. Y nos indiquen que ya va siendo hora de volver a politizarnos, con ideología y memoria, para frenar las amenazas de la extrema derecha y el fascismo. En caso contrario, podemos acabar añorando incluso las broncas parlamentarias del momento actual.
A este respecto, me parece pertinente recordar la admiración que sentíamos, en tiempos de la dictadura, por que en el Parlamento británico, diputados de distintos signo ideológico pudieran abuchearse mutuamente, haciendo uso de su libertad de expresión. Creo, por eso mismo, preferible la peor bronca parlamentaria a las adhesiones incondicionales hacia el 'Caudillo' de aquellas Cortes Generales que no pasaban de ser un colgajo triste del bigotito de Franco.
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