Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Fanáticos
El fanático. El hombre o la mujer que defiende de un modo exagerado una creencia o una opinión sin respetar a los demás es el espécimen que más ha proliferado en nuestra sociedad desde que los ciudadanos fuimos estafados por las entidades financieras en el año 2008.
Fanáticos ha habido siempre. Pero en las épocas en las que el conocimiento de la verdad es tanto o más despreciado que la cortesía para con nuestros semejantes, los fanáticos se suelen multiplicar no por miles sino por millones. El fanático no piensa. El fanático cree. Lo mismo que cuando nuestros pensamientos más oscuros empiezan a apoderarse de nuestro cerebro encendemos la radio o la televisión para huir de nosotros mismos, el fanático huye como de la peste de todo pensamiento que no concuerde ni con sus opiniones ni con sus creencias.
El fanático no quiere conocer la verdad. Lo que demanda son noticias que confirmen sus creencias, no importando que sean verdaderas o tan falsas como las distinciones académicas de algunos de nuestros dirigentes políticos. La política nacional es una fábrica de fanáticos. Lo de menos son los acuerdos entre los partidos políticos, los consensos, los grandes pactos estatales con los que procurar el bien común de una población machacada por la pandemia, además de por las consecuencias económicas de la guerra que se está librando contra la dictadura rusa, sino situarse en una u otra trinchera porque ya no hay adversarios sino enemigos.
Nos entretienen fomentando la mala hostia. No hay más que escuchar las tertulias de muchas emisoras de radio para comprobar lo divertido que les resulta dividirnos en bandos para enfrentarnos los unos contra los otros. Cualquier nadería que haga el bando contrario ha de sublevarnos. Ha de cabrearnos. Ha de enfurecernos hasta sacarnos de nuestras casillas.
En este combate, tedioso, pero tan cotidiano como un puchero de garbanzos, hay políticos que han descubierto que las mentiras, las estupideces o los insultos, no solo no reciben castigo alguno sino que son premiados, dado que para el fanático lo primordial en no pensar, no discurrir, no taladrase el cerebro tratando de lograr un criterio propio sino convertirse en un turista de si mismo para postrarse de rodillas ante el líder o la lideresa que no solo confirma sus convicciones más fervorosas, sino que posee la cualidad más demandada de este tiempo: insultar gravemente a quienes no piensan como él o como ella.
Maestros en esta especialidad artística están todo el día presentes en los medios de comunicación. Tal vez porque dichos medios en vez de trabajar para que los contribuyentes conozcamos que hacen o que dejan de hacer nuestros dirigentes, se han entregado al espectáculo, al 'show business', a la difusión constante del líder o de la lideresa que más mentiras, más insultos o más estupideces es capaz de proclamar a los cuatro vientos sin ruborizarse y, así, de esta manera tan distinguida, mantener a sus fanáticos encantados de la vida.
Sobre este blog
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