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Por qué los ricos votan más que los pobres

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Eduardo Azumendi

Los barrios con menos renta son los que registran también menos votos en las urnas. Así de claro. Una verdad que resulta especialmente relevante en un momento en el que se avecina un bombardeo electoral: elecciones generales, municipales, forales en Euskadi, europeas, autonómicas en varias comunidades... Para esa parte de los ciudadanos que peor lo está pasando las elecciones ni siquiera existen. Se trata de una abstención estructural. Braulio Gómez, investigador y doctor en Ciencia Política y Sociología en la Universidad de Deusto, se ha acercado hasta Otxarkoaga, uno de los barrios más deprimidos de Bilbao, para impartir una conferencia con el sugestivo título de '¿Por qué en el barrio de Abando –con una elevada renta per cápita– vota hasta un 82% de los ciudadanos y solo un 43% en Otxarkoaga?'.

Se trata de una cuestión sobre la que viene insistiendo y alertando en los últimos años. Junto al analista Manuel Trujillo, del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ya advirtió hace dos años en su trabajo 'Urnas vacías en los suburbios de las ciudades' que “los espacios urbanos más pobres de España, al igual que los más pobres de Estados Unidos o el Reino Unido, están fuera de la democracia”.

¿Cómo se explica esta abstención? Braulio Gómez la achaca a la alta concentración de ciudadanos desconectados de la vida social. A lo que se une que el sentimiento de ineficacia de la política es más alto entre los ciudadanos excluidos. “Es un drama de la democracia. Los ciudadanos con menos recursos piensan que su voz y su opinión no se tiene en cuenta”, apunta. Y entre los ricos ocurre justo al contrario. “La gente que vive en los barrios más ricos y, por lo tanto, dispone de más recursos, acude a votar porque lo ven como un refuerzo para seguir manteniendo su posición social, para seguir apuntalando un mundo que a ellos les funciona muy bien. Entiende que ese mundo político les representa y, sobre todo defiende sus intereses. Son plenamente conscientes de que su voto va a influir en su destino”.

Se trata de un 'agujero negro' de la democracia, según definición del investigador. “No es un problema de ahora, relacionado con una corriente al alza de desafección hacia la política. La abstención en los barrios pobres viene de lejos, se trata de algo estructural. Se trata, por así decirlo, del nuevo precariado político, que al 'pasar' de las elecciones y de la política concede más poder e influencia a los grupos con más renta, que siguen votando en bloque y sin apenas fisuras”.

Efecto contagio

Otro de los problemas añadidos es que la abstención en estas circunstancias es contagiosa y se retroalimenta. “Estos ciudadanos están fuera de todo, de todos los circuitos y los espacios públicos. Sin trabajo o con trabajos precarios, sin dinero para el ocio... Esa exclusión les lleva a perder la ilusión y la motivación por votar”.

El resultado es que una parte muy importante de la población se queda fuera y los políticos tampoco ponen demasiado interés en recuperarlos. “La redistribución del capital político es fundamental para conseguir la igualdad, para lograr una democracia de calidad. Si esa ciudadanía está desmovilizada, los políticos no tienen interés en atender sus demandas y concentran su atención donde pueden obtener algo. Sí o sí, es fundamental que la desigualdad política entre en la agenda de los partidos, como ocurrió con los pensionistas”.

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