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11 de agosto, el recuerdo anual en Mérida por la entrada de las fuerzas golpistas en el 36

Cementerio Mérida

JL

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Poco duró la guerra civil en Mérida, la resistencia de la ciudad al avance desde Sevilla y rumbo a Madrid, ya que apenas 25 días depués del inicio del golpe militar contra la República un 18 de julio de 1936, las fuerzas del teniente coronel Yagüe, que pasaría luego a la Historia como “el carnicero de Badajoz”, tomaron Mérida.

Era el 11 de agosto, la ciudad no tenía guarnición militar, la República había decidido tiempo antes desmantelar cuarteles del Ejército en temor de asonadas contra la legalidad democrática, y los edificios de la milicia se habían reconvertido a usos sociales. Era Badajoz la única base con Ejército profesional que se resistió a los fascistas mandados por Franco.

Todos los 11 de agosto se recuerda, en defensa de los que “perdieron la vida en defensa de la libertad”, en el cementerio de Mérida , aquel día, en el que los milicianos y algún oficial de la policía civil, la Guardia de Asalto, intentó defender la hoy capital de Extremadura; en este caso el acto será a las 10.30 de la mañana en ese camposanto, organizado por la asociación para la recuperación de la memoria histórica de Mérida y comarca, y el PSOE local, y al que asistirá el alcalde socialista de la ciudad, Antonio Rodríguez Osuna.

Toma y represión

Le fue relativamente fácil aquel 11 de agosto a legionarios, otros militares y regulares marroquíes apoderarse de ese nudo de comunicaciones por carretera y ferrocarril.

Los últimos resistentes depusieron las armas en un sótano de la plaza de España donde se habían atrincherado. Uno a uno, según subían las escaleras y llegaban a la calle, eran fusilados sin miramientos.

La represión fue tan brutal como los golpistas habían decicidido en esos primeros compases de la guerra: escarmiento ejemplar, sembrar el terror para desmotivar cualquier otra resistencia futura. Desde aquel agosto del 36, hasta el año 1943, siete años, fueron fusilados, incluso sin consejo de guerra y juicio previo, un número indeterminado de republicanos de toda la provincia.

En un libro sobre la historia de aquel período, el maestro y periodista Fernando Delgado escribió, con testimonio de familiares del que era médico forente y certificaba y firmaba las defunciones por fusilamiento, que podrían haber sido entre 4.000 y 5.000 asesinatos entre 1936 y 1943.

“...Y nosotros a dos mil”

Es conocido el recuerdo, la frase que escuchó entonces a los mayores, un niño llamado Alberto Oliart Saussol, hijo de padre catalán y madre emeritense, que en un libro de memorias cita la sentencia de los hombres de las familias de la derecha local. “Nos mataron a 14 [los republicanos, tras la llegada a la ciudad de mineros de Cala, Huelva, habían asesinado a catorce personas distinguidas de la derecha emeritense] y nosotros a dos mil”.

Oliart con el tiempo fue ministro de Defensa y Sanidad en los gobiernos de UCD con Adolfo Suárez.

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