Quo Vadis, Podemos
Apasionante recta final de las negociaciones para la posible investidura de Pedro Sánchez el próximo dos de marzo. Un tiempo en que los movimientos del tablero político se hacen tan complejos, de difícil previsión, que en cada hora tenemos una sorpresa aún mayor. Las buenas formas se tornan por momentos en sexo, mentiras y cintas de video; ruedas de prensa, postureos y teatros hacen el deleite de los periodistas apostados en una fría sala del Congreso de los Diputados. Ha habido un detonante de todo, una causa conocida y esperada, el acuerdo que el PSOE y Ciudadanos acaban de cerrar, un acuerdo de investidura, sobre varios ejes fundamentales, algunos de los cuales giran en torno a una reforma exprés de la Constitución: supresión de los aforamientos políticos a todos los niveles, incluido el autonómico; la garantía de que no se aumentará el IRPF a las “clases medias”; la reducción del IVA cultural del 21% al 10%; la reforma del Senado y la reducción del mandato presidencial a ocho años como máximo; la disminución del número de firmas necesarias para una propuesta popular legislativa; y finalmente, la supresión de las Diputaciones Provinciales por otro órgano denominado “consejo de alcaldes”.
Mientras se reunía la mesa a cuatro de las denominadas “fuerzas de izquierdas y progreso” y “fuerzas del cambio”, paralelamente se cerraba un acuerdo entre Pedro Sánchez y Albert Rivera, líderes del PSOE y de Ciudadanos, que se daban el “sí quiero” en una cita secreta. Y me consta que este acuerdo, explicado posteriormente con todo detalle y con luz y taquígrafos, ha sido transparente y todos en esa mesa conocían los contactos. No obstante, la reacción teatral no se hizo esperar, Podemos sufrió una rabieta de niño pequeño, obnubiló su mente el despecho de la infidelidad de Sánchez con Rivera, y dio por zanjadas las negociaciones con el PSOE, dando un portazo y quedando a los negociadores del PSOE con un palmo de narices. Venían enfadados por ser ya el segundo plato, ¡a nosotros nadie nos pone los cuernos!, su plan era reventar la reunión por despecho y venganza, pues no quieren ver ni en pinturas a Albert Rivera, el amante secreto; la turbación que ha generado ese acuerdo con –como les gusta llamar- el partido sucedáneo del PP, Ciudadanos, se ha tornado en miedo escénico, que debe de ser algo psicológico, un odio visceral y celoso que convendrían tratar con especialistas en psiquiatría, o quizás haya sido ese color rojo intenso de esa sala del Congreso que les puso nerviosos. Los celos son muy malos, me lo dice mi amigo Juan, así que lo que quieren realmente son nuevas elecciones y acabar con este teatro de feria, para liquidar lo poco que la corrupción ha dejado en este enfermo y viejo país. Pero lo peor, es que han arrastrado a los otros partidos de la mesa, Izquierda Unida y Compromis, que eran los testigos y padrinos de la previsible boda, al abismo de lo absurdo y al seguidismo de Podemos; emplazándolos a una nueva pieza teatral que tendrá lugar tras el primero “NO”, el próximo dos de marzo. Si salga entonces un matrimonio de conveniencia o no, o un variopinto serrallo conjunto de todos, o unas nuevas elecciones, lo veremos en el próximo capítulo.
No me voy a ir sin dedicar unas palabras a los testigos y padrinos de la boda. Me asombra y causa profunda tristeza la dependencia y falta de autonomía de lo que queda de Izquierda Unida, prácticamente desaparecida en el arco parlamentario y dirigida por un soso Alberto Garzón que de procurador de la reunión ha pasado a gato escaldado; y también la de Compromis, que sigue ciegamente las directrices de su amo Pablo Iglesias, aunque se dicen libres de Podemos. Desearía que sus dirigentes tuvieran agallas para decir uno solo de los puntos del acuerdo que no se pueda considerar de izquierdas o de progreso; uno solo. Esa frase vacua de “nuestros programas son antagónicos” constituye un argumento discursivo ilógico y falaz, pues no explica el antecedente a dicha conclusión: ¿porqué?. Es un castigo divino que este país tenga que seguir soportando a políticos de tercera que no ven más allá de sus intereses partidistas, obviando el interés general de los ciudadanos, y zurrándose de miedo cada vez que alguien se levanta de una mesa. El “Pacto del miedo” con Podemos es evidente, aunque en el fondo quisieran unirse y ampliar el acuerdo que PSOE y Ciudadanos han logrado, pero no se atreven por pura cobardía y por miedo a Podemos. ¡Pues que se vayan, ya volverán si quieren!
Particularmente, no puedo estar más de acuerdo en todos estos puntos de consenso alcanzados, pues son cuestiones que desde la sociedad civil, de cualquier signo político, se vienen postulando como necesarias; incluso algunas de ellas, como el mandato presidencial de ocho años, ya existen en la Comunidad de Extremadura. No se enteran que los ciudadanos de este país quieren políticos sensatos, no extremistas, buenos gestores y que busquen el bien de todos. Por eso, en el ámbito social y laboral, el PSOE sí mantiene su propuesta de tres contratos: indefinido; de formación; y uno temporal con una duración máxima de dos años, indemnización creciente e incentivos para pasar a indefinido. Ambos mantienen su promesa de negociar con la Unión Europea el objetivo de déficit sin aplicar más recortes sociales; de forma que la sanidad y la educación queden blindadas como derechos fundamentales en la Constitución, y que se reforme el artículo 135 de la misma para que se garantice la financiación de todos los derechos sociales. Asimismo, pretenden establecer grandes pactos a nivel nacional en Educación, Sanidad e impulsar un plan de emergencias sociales. PSOE y Ciudadanos han dado ejemplo de que para acordar hay que ceder en algo, el resto son extremismos e imposiciones. ¡El que quiera ser vicepresidente que se lo pida a los Reyes Magos!
Todavía resta que el PSOE consulte a su militancia sobre su opinión, resultado que si bien no vinculará al comité federal, siempre deberá ser tenida en cuenta. Creo firmemente que ninguna de estas medidas causa fricción con el programa de Podemos, ni con el de Izquierda Unida, Compromis o Mareas. Si el próximo dos de marzo Podemos vota contra la investidura de Pedro Sánchez, en una auténtica maniobra maquiavélica, se habrá puesto a las órdenes del Partido Popular, a su vera, para que el fracaso de esta investidura sea el fracaso de la democracia y el país se vea abocado a unas nuevas elecciones.
Tendrá que explicar porqué vota no a una reforma laboral, no a una nueva Ley de Educación, no a un plan de emergencia social para los más desfavorecidos, no al compromiso de no subir los impuestos para las clases trabajadoras y sí para las grandes fortunas, no al blindaje constitucional de la Sanidad. Tendrá que explicar porqué no han querido negociar y se han levantado de la mesa con pueril pataleta. La Sociedad española no se lo perdonará; pero yo todavía tengo esperanzas de que recapaciten, y no tengamos que recordarle a Pedro Sánchez en la segunda votación del cinco de marzo esa frase latina que San Pedro escuchó de Jesús: «¿Quo Vadis, Domine? Romam vado iterum crucifigi» («¿Dónde vas, Señor? Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo»).