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Un economato en un pueblo de 86 habitantes para luchar contra la despoblación

Sonia Jorge en el bar que regenta en Cachorilla (Cáceres), un municipio de 86 habitantes.

Santiago Manchado

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Sonia Jorge va a abrir un colmado en su pueblo, Cachorrilla (Cáceres), de 86 habitantes. Algunos autónomos pensarán que es un suicidio, pero ella lo tiene claro. No en vano también es la propietaria del único bar que hay en este municipio, que se encuentra entre los más pequeños de Extremadura, en la comarca del Alagón, a 77 kilómetros de la ciudad de Cáceres.

También es verdad que Sonia realiza este salto con red. La Diputación de Cáceres puso en marcha a principios de año la iniciativa 'El economato revive' para dotar de tienda de ultramarinos a cinco localidades de la provincia que no disponen de este servicio. En el caso de Cachorrilla, desde hace 20 años no hay una tienda. Las próximas se abrirán en Berrocalejo, Carrascalejo, Casas de Don Antonio y Ruanes.

Durante los próximo cinco años Jorge tendrá cubiertos los pagos a la Seguridad Social, la luz y el agua de su establecimiento, que en este caso es un módulo prefabricado cedido por el Ayuntamiento que se ha instalado junto al bar. Es el principal atractivo de una medida novedosa con la que la Diputación cacereña quiere hacer frente a la despoblación, incentivar el emprendimiento y mantener vivos a los pueblos. En definitiva, darles una segunda oportunidad.

Sonia Jorge se hizo cargo del bar de su localidad justo antes de la pandemia. Pero la situación que ha padecido la hostelería por la crisis sanitaria no ha hecho mella en su optimismo. “Todo va mejorando, además en Cachorrilla no tuvimos ningún caso de COVID y se hizo vida prácticamente normal”, relata.

A pesar del tamaño de su localidad, que entre semana no llega a los 50 habitantes, Jorge tiene claro que una tienda es un servicio necesario que generará demanda porque “los fines de semana viene más gente y estudiantes universitarios que están fuera y en agosto hay mucha gente todos los años”.

Pero la decisión de esta emprendedora también tiene un cariz social. Durante el confinamiento se evidenciaron las carencias, en cuanto a servicios, de este y muchos otros municipios rurales. “Durante esos meses nos dimos cuenta de que no teníamos ni siquiera acceso a lo más básico, para comprar cualquier producto había que coger el coche y conducir hasta el pueblo más cercano”, recuerda. 

Al inicio de la crisis sanitaria, cuando no se podía salir de casa, algunos alcaldes se convirtieron en repartidores de bombonas de butano y de comida a domicilio. Es el caso del primer edil de Cachorrilla, Rubén Morera, que cada semana se hacía cargo de la lista de la compra de los vecinos. Por ello pone en valor el negocio que va a abrir Sonia Jorge y se muestra convencido de que la gente “va a comprar en la tienda aunque los productos puedan ser unos céntimos más caros”.

“Ojos de oportunidad”

Si algo positivo ha podido tener la pandemia de la COVID-19 ha sido que ha habido personas que han vuelto al mundo rural o que simplemente ahora lo han descubierto, y las administraciones se apresuran a poner en marcha medidas que potencien su atractivo para conseguir que la población ganada eche raíces.

Por eso, la Diputación de Cáceres ha aprobado este viernes ampliar la iniciativa 'El economato revive' a poblaciones con menos de 500 habitantes y suma un buen número de iniciativas para poner freno a la despoblación de su territorio, como dotar de cajeros automáticos a todas las localidades que ya no disponen de oficinas bancarias o subvencionar la rehabilitación de viviendas en entornos rurales.

Pero ahora también se trabaja en medidas más ambiciosas porque “a los pueblos, a raíz de la pandemia, se les empieza a mirar con ojos de oportunidad”, afirma el diputado de Reto Demográfico en la institución provincial de Cáceres, Álvaro Sánchez Cotrina. A su juicio, la sostenibilidad, que siempre se ha mimado en Extremadura y que ha generado tantas críticas por considerarse un obstáculo para el desarrollo económico de la comunidad, “ahora se empieza a mirar en positivo”.

Sánchez Cotrina asegura que en el último año “se ha venido mucha gente a nuestros pueblos a teletrabajar” y, por este motivo, se está trabajando en crear espacios tecnológicos para teletrabajar, se ha puesto en marcha una red de fab-labs y una oficina de retorno del talento.

Además, el 30 de junio se presentará la iniciativa Cáceres Destino Digital con la vista puesta en las empresas de desarrollo de software, que prevé la creación de 2.000 empleos en Cáceres en los próximos años. Esta propuesta es la que quiere aprovechar la nueva dinámica laboral creada por la COVID-19 e impulsar la relocalización de trabajadores, servicios y empresas de base tecnológica.

Propuestas de la sociedad civil

Pero la despoblación no es un problema urgente en Extremadura. O al menos eso es lo que dice el Consejo Económico y Social en su informe sobre reto demográfico y equilibrio, donde indica que, aunque la situación no es buena, “tampoco es la peor, no es catastrófica como parece hacernos creer”. No obstante, se recoge que “difícilmente podremos mantener habitado un pueblo donde no existe un sector terciario o donde no sea posible acceder a él en tiempos inferiores a los 30 minutos”.

Estas afirmaciones también las suscribe Sánchez Cotrina: “Es verdad que la situación no es tan dramática como en otras regiones de España, pero sí existe ese riesgo de despoblación de algunos de nuestros pueblos”.

A pesar de esto, hace cinco años que la problemática está en la agenda política y social. La Diputación de Cáceres impulsó en 2016 la Declaración sobre Despoblamiento del Medio Rural de Montánchez (Cáceres), firmada por la Junta de Extremadura, otras diputaciones, mancomunidades, la Federación Regional de Municipios y Provincias y grupos de acción local, entre otros. Desde entonces han sido numerosas las propuestas, medidas y estrategias de distintas administraciones para poner freno a la pérdida de población en las zonas rurales.

Ahora también se ha conseguido involucrar a la sociedad civil. En Extremadura se ha puesto en marcha el movimiento ciudadano abierto HackExtrem con la intención, según sus organizadores, de “hackear Extremadura y Portugal, es decir, mirar de otra forma los grandes retos que tienen nuestros territorios, coger las riendas del futuro y construir una nueva sociedad”. Un grupo de profesionales de la cultura, la tecnología, la empresa y la ciencia buscan soluciones, en el marco de la nueva Bauhaus europea, a los principales desafíos de la población tras la pandemia.

El movimiento trabaja en el prototipado de ideas desde distintas perspectivas para hacer llegar sus propuestas a las instituciones y desarrollar líneas de trabajo conjuntas. El desafío común de los grupos de trabajo es la despoblación. Entre sus muchas ideas, aún sin definir por completo puesto que se reciben aportaciones y se madura hasta el 26 de junio, está la creación de un sello cultural de calidad que homologará a las empresas que deseen trabajar en Extremadura y eventos culturales para impulsar este sector y, con ello, “asentar a la gente en el territorio, que es de lo que se trata”, explica uno de los participantes, Publio Galán, que apuesta por la innovación y la creatividad para lograr “un futuro verde, inclusivo y digital”.

Hack Extrem está promovido por agentes de la sociedad civil y empresas como Sngular Teamlabs, Emprendedorex, MB3 Gestión y patrocinado o apoyado por la Fundación Extremeña de la Cultura, Marca Extremadura y la Consejería de Turismo.

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