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Prodigio 'maker': con 13 años fabricó una impresora 3D y con 16 ya quiere venderlas

Cesare Cacitti es un adolescente que quiere vender su propio modelo de impresora 3D

Cristina Sánchez

“No encontré mi pasión, mi pasión me encontró a mí”. Con gesto serio y mirada segura, Cesare Cacitti se granjeó este miércoles la admiración del público de Unleash, un evento de talento joven que se está celebrando en el Teatro Circo Price de Madrid, al pronunciar esas palabras.

Su entusiasmo despertó cuando sus padres le regalaron un kit de electrónica por su sexto cumpleaños. En lugar de aburrirse en pocas horas con su nuevo entretenimiento para adultos, el pequeño Cesare no paró de cacharrear con él durante toda la fiesta.

A los dos días había completado todos los proyectos del manual y se proponía desarrollar los suyos propios con aquel kit que acabó “abrasado”. Eso sí, como es lógico, no se acuerda de todos los inventos que desarrolló en aquella etapa. “No puedo recordarlos realmente porque hace diez años”, se justifica este entusiasta de la electrónica en su charla con HojaDeRouter.com.

Ahora, él mismo pide a sus progenitores el material que necesita para mejorar las impresoras 3D que diseña y construye sin que nadie le haya enseñado cómo hacerlo. El obsequio que recibió de niño le ha convertido en un joven ‘maker’ que ya planea vender sus propias impresoras 3D con solo 16 años.

EL NIÑO QUE QUERÍA FABRICAR SUS PROPIOS JUGUETES

En 2007, Cesare vio un vídeo en YouTube de una impresora 3D del proyecto RepRapproyecto RepRap, una de las primeras autorreplicables. Quedó impactado por su funcionamiento. “Es como cuando te enamoras de alguien, no puedes explicar por qué. Era lo mismo”, nos cuenta.

A sus 8 años, encontró algunas barreras para aprender más sobre este proceso de fabricación. No sabía suficiente inglés ni tenía los conocimientos técnicos necesarios para comprenderlo por completo. Pese a su corta edad, tomó la determinación de mejorar en esos dos ámbitos. Además, durante año y medio, pidió a sus padres diariamente que le compraran una impresora 3D. “Quería imprimir mis propios juguetes”, defiende con convicción.

Su petición no tuvo éxito, pero Cesare no dejó de desarrollar todo tipo de dispositivos con sus manos, utilizando hasta el cuarto de baño como “laboratorio” para sus creaciones. Cubos LED, pequeñas máquinas de control numérico o un robot al que daba órdenes desde su teléfono móvil fueron algunas. En cierta ocasión, creó un dispositivo para controlar una bombilla. Para encenderla, había que introducir la contraseña correcta en un teclado. “Cuando mi madre llegó a casa del trabajo se lo enseñé y me dijo: ‘¿Has armado todo este lío con teclados y chismes para encender una luz?’”

Pero Cesare nunca abandonó su sueño. Tiempo después volvió a insistir a sus progenitores. Pidió que le dejasen gastar la paga en comprar los materiales necesarios para construir su propia impresora 3D. En su Dueville natal (una localidad al norte de Italia de unos 14.000 habitantes) no conocía a nadie que tuviera una.

Tampoco al resto de niños parecía interesarles. Sin embargo, descubrió la existencia de las placas Arduino y se sintió capacitado para desarrollar el artefacto por sí mismo con la información que encontró en internet. Tras meses de laborioso trabajo en solitario, acabó la que iba a convertirse en su primera impresora 3D.

Hizo que sus padres fueran a su habitación para contemplar una obra que ellos no veían más que como una maraña de placas de circuito, cables y chapas de aluminio. La máquina obedeció las órdenes que le envió desde el ordenador. “Cuando vieron que funcionaba, se quedaron impresionados”, rememora. Gracias a su tesón y esfuerzo (dice que, si duerme lo suficiente, siempre tiene ganas de ponerse a trabajar), había cumplido su gran sueño. Tenía 13 años.

EN BUSCA DE UN SOCIO PARA VENDER SUS IMPRESORAS 3D

Con su impresora bajo el brazo, Cesare se presentó en un evento para entusiastas de Arduino. Todos los participantes le doblaban la edad, pero no le importó. Le encantó intercambiar conocimientos con ellos.

Desde entonces, le han invitado en más de una ocasión al máster de Arquitectura Digital de la Universidad IUAV de Venecia. Allí le enseñaron a modelar mejor en 3D, mientras él ayudaba al resto de alumnos a aprender el funcionamiento de las impresoras. También ha contado su historia en numerosos eventos, entre ellos uno de los festivales para artesanos digitales más importantes, el Maker Faire, en su edición de Roma.

Allí ha coincidido con el también italiano Massimo Banzi, uno de los padres de Arduinouno de los padres de Arduino. Al igual que él, Banzi también comenzó a apasionarse por la electrónica cuando tan solo era un niño que destripaba los aparatos que pillaba por casa. “Es un tipo genial, es realmente una inspiración y hace un gran trabajo con Arduino. Creo que Italia debería estar orgullosa de él”, señala.

Cesare no solo ha impreso sus propios diseños, desde la original pajarita que luce en algunas conferencias hasta una figura de sí mismopajarita, o ha probado todo tipo de materiales para fabricar productos, chocolate incluido. Además, en 2014, desarrolló una nueva impresora con un diseño mejorado, la C15.

Tras trabajar durante seis meses en Talent Garden, un espacio de ‘coworking’ en Padua, y conciliar su labor con sus estudios en el instituto, ya tiene lista su impresora de código abierto ideal para “profesores y empresas”. “Es realmente precisa y robusta y tiene un tercio del coste de las impresoras 3D con el mismo desempeño”, asegura. Solo le queda dar el paso más importante: conseguir que alguien con los recursos necesarios para fabricarla se interese por ella.

“Estoy tratando de encontrar un socio comercial para mi idea de negocio”, afirma con pasmosa madurez este adolescente, que no quiere darnos detalles sobre las empresas con las que está intentando llegar a un acuerdo. Sus padres le están dejando tomar libremente las decisiones que le hacen feliz, prestándole “apoyo económico” y, sobre todo, confiando en él.

No es su único proyecto activo. Cesare también es uno de los miembros fundadores del Fablab Dueville, un espacio de fabricación digital donde ha llevado algunas máquinas y ha ayudado a instalar otras porque el resto de miembros “no tenían experiencia en este tipo de chismes”.

“¿Cómo motivarías a aquellos que no se toman la tecnología muy en serio?”, le preguntó ayer un asistente en el evento Unleash de Madrid. “No vas a encontrar trabajo”, respondió tajante este joven al que sus padres acompañan a las conferencias y que aún sigue sintiendo pánico antes de subirse a un escenario.

Aunque sabe que le gustaría seguir explorando el mundo de la impresión 3D, todavía no tiene muy definido el resto de su porvenir. “Desgraciadamente, no puedo predecir el futuro”, afirmó ayer en su charla con cierta ironía. Quiere estudiar ingeniería en la universidad, pero aún no ha decidido si se especializará en el ámbito aerospacial. “Tengo tiempo”.

La temprana carrera de este ‘maker’ con un don especial para la electrónica solo acaba de empezar, pero todo apunta a que será prometedora si sigue el lema que él mismo ha ideado y que define su propia personalidad. “Trabaja duro, ¡sueña a lo grande!”, repite en todas las charlas a las que acude. Él lleva esforzándose desde niño para conseguir las metas que se ha marcado. Al fin y al cabo, le apasionan.

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Las fotografías son propiedad de Cristina Sánchez (1 y 2) y Cesare Cacitti (3, 4 y 5)

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