Cómo combate Spotify a los estafadores (y por qué tendría que importarte)
A Spotify no paran de lloverle reclamaciones de artistas y representantes legales cuyos textos, tan largos como complicados, pueden resumirse en una pregunta: ¿dónde está el dinero que me debes?
Una de las últimas ha sido la del músico David Lowery, que, como el resto, acusaba el pasado mes de diciembre a la compañía sueca de haber infringido sus derechos de propiedad intelectual. Les culpaba de subir canciones y permitir su reproducción en la plataforma sin haber localizado antes a los autores. Si no hay nadie a quien pagar, no hay cheque.
La semana pasada, la Asociación Nacional de Editores de Música (NMPA) estadounidense anunció que ha llegado a un acuerdo con el servicio de música en ‘streaming’ para solucionar (o al menos poner un parche) el problema denunciado por Lowery: Spotify dedicará un fondo a abonar las deudas por reproducciones pasadas una vez identifiquen al artista y se compromete a mejorar sus sistemas para encontrar a los creadores.
Aunque para la NMPA la compañía progresa adecuadamente, los problemas de Spotify no se reducen a los litigios. La plataforma es un nido de ‘spam’ musical contra el que, en vez de abogados y leyes, tiene que blandir armas tecnológicas.
El fraude procede tanto de artistas y estafadores que tratan de burlar el sistema para obtener más reproducciones -y, en consecuencia, más dinero por los derechos de autor- como de ‘bots’ creados para simular el comportamiento de la audiencia humana.
Según Echo Nest, una firma de seguridad especializada en música en ‘streaming’ que contrató Spotify en 2014, los defraudadores suelen seguir métodos similares: mientras que unos hacen versiones de canciones famosas, otros lanzan el mismo tema repetido con distintos títulos (con el 'Cumpleaños feliz' es fácil, por ejemplo) y los hay que publican discos a espuertas, todos plagados de pistas repetidas o 'mixes', 'remixes' y acústicos.
La banda Vulfpeck, más original, publicó un álbum compuesto por silencios de 30 segundos –el tiempo mínimo para que una escucha se convierta en ingresos para el artista− que bautizó como Sleepify. Los músicos pidieron a sus fans que lo reprodujesen mientras dormían, lo que les reportaría unos cuatro dólares por noche y les permitiría costear una gira. Lamentablemente para ellos, los responsables de la plataforma pusieron orden eliminando el disco.
Policías programados
“Desarrollamos algoritmos inteligentes capaces de considerar diferentes factores para detectar hábitos artificiales de consumo, como la escucha masiva de contenido por parte de un pequeño grupo de usuarios”, explican desde Spotify, sin dar más detalles, a HojadeRouter.com. Afirman trabajar constantemente para mejorarlos y que un equipo humano entra en juego cuando estos programas ya han realizado su labor: “Investigamos sobre la lista señalada y eliminamos cualquier actividad de ‘streaming’ que se haya generado de forma automática”.
Antes informan al promotor, el sello discográfico o el autor. “Nosotros tenemos que monitorizar este tipo de actividades ilícitas y reaccionar inmediatamente si los lanzamientos de nuestros clientes son sospechosos”, nos cuentan desde iMusician, un distribuidor de música ‘online’ que trabaja con Spotify. Cuando les avisan, deben bloquear el producto hasta que “el asunto se aclare”.
Porque, también gracias a la tecnología, las estrategias que utilizan los tramposos son cada vez más imaginativas. Un ejemplo es la plataforma Eternify, que nació como una herramienta para reproducir en bucle a tu artista favorito, aunque no tardó ni una semana en cerrar asegurando que los suecos les habían obligado.
En 2013, el ‘hacker’ estadounidense Peter Filimore Peter Filimoreexplicó en el congreso de seguridad Ruxcon cómo ganar unos 1.000 dólares a base de artimañas en Rdio, Spotify y otras plataformas de música en ‘streaming’. Subió canciones falsas y desarrolló una serie de ‘bots’ que se ejecutaban desde tres servidores de Amazon para reproducirlas 24 horas al día. Finalmente eliminaron su cuenta, pero ya tenía una buena suma en el bolsillo.
“Spotify no ha revelado los métodos que utiliza exactamente” para combatir estas prácticas, indica William Bedell, un ingeniero que ha demostrado que no hace falta ser un experto informático para programar uno de estos robots. A finales del año pasado, creó varios usuarios falsos gracias a los servidores virtuales de Amazon. Se autentificaban en sus cuentas, escuchaban algunas canciones y volvían a desconectarse. Bedell señala que no encontró obstáculo alguno en el camino, “ni un solo CAPTCHA ni una verificación de email”.
Pese a que los suecos no quieren detallar los parámetros que rastrean, sí hay algunas pistas, y solo hay que tirar un poco de la madeja para sacar algunas conclusiones. “Spotify busca álbumes y listas con muchas canciones cortas, discos escuchados excesivamente por un grupo pequeño de personas y aquellos cuya actividad proviene de una sola dirección IP”, explica Bedell.
En Echo Nest, según han explicado, también se fijan en la huella de audio de las melodías, que puede desvelar si dos títulos son en realidad el mismo o si un artista muy conocido parece interpretar un tema muy remoto.
Aunque nadie niega que su vigilancia sea totalmente legítima y defienda los derechos de los verdaderos autores, todas estas pautas marcan los límites de lo que puede considerarse una canción y de cómo deben escucharla los usuarios. ¿Bastaría con reproducir continuamente el álbum de un artista para hacer que desaparezca?
“Creo que existe un riesgo real de que personas utilicen redes de ‘bots’ para atacar a los autores que no les gustan o a la competencia”, opina Bedell. Los creadores consagrados probablemente no encuentren dificultades para demostrar que las canciones son suyas, pero otros nóveles quizá no dispongan de los recursos necesarios. O si, como ha ocurrido en algunos casos, Spotify no logra identificar a los artistas, estos tampoco se enterarán si sus temas desaparecen.
“Es una manera injusta de tratar a los lanzamientos legítimos que cumplen los patrones establecidos para los fraudes”, aseguran desde iMusician. Al eliminar los temas, aunque sea temporalmente, “impiden que los fans puedan escucharlos y que los artistas reciban el reconocimiento que merecen”.
Por otro lado, “escuchar música es una actividad bastante pasiva”, recuerda Bedell. Un usuario puede abrir Spotify, darle al ‘play’ y no volver a interaccionar con el programa hasta horas después, o incluso dejárselo encendido al salir de casa. Por eso, a corto plazo, “es casi imposible asegurar si se trata de un humano o un ‘bot’”, afirma el estadounidense.
Cambios tan útiles como poco probables
Para Bedell existen varia soluciones. “Spotify debería considerar hacer el proceso de creación de cuentas más seguro”, indica en primer lugar. No es necesario añadir un número de cuenta ni hace falta una verificación externa para obtener un perfil gratuito. “La dificultad adicional disuadiría a los tramposos”, añade.
Otra posibilidad es que la plataforma reduzca el servicio gratuito al formato de radio ‘online’ (como el de Pandora), en el que el usuario no tiene control sobre lo que escucha, algo que también pondría trabas a ‘bots’ y defraudadores.
Sin embargo, ninguna de las dos propuestas de Bedell parecen factibles, ya que perjudicarían a los clientes de la plataforma. “Un proceso de verificación más costoso molestaría a los usuarios”, admite, y el cambio para las cuentas gratuitas tampoco pinta atractivo. Ambas estrategias “perjudicarían la usabilidad de Spotify y, por tanto, su popularidad”, recalcan desde iMusician.
Una alternativa en la que coinciden los distribuidores digitales y Bedell consiste en modificar el sistema de asignación de pagos a los artistas. Actualmente, según Spotify, reciben de media entre 0,006 y 0,008 dólares (0,0054 y 0,0071 euros) por reproducción, dependiendo de variables como los ingresos totales de la plataforma, las escuchas totales, el país o el número de usuarios gratuitos y de pago.
“Existe un debate sobre la justicia y equidad de este modelo”, dicen los responsables de iMusician. Los usuarios ‘premium’ no generan más ingresos por artista, pese a estar pagando por el servicio, sino que contribuyen al cómputo global de dinero a repartir. “Si yo pago 9,99 euros mensuales y solo he escuchado los temas de mi cantante favorito, ¿no debería este obtener el 100 % de mi contribución?”. El cambio significaría que la aportación de cada usuario (ya sea su cuota o el ingreso por la publicidad que ha consumido) se repartiría entre los músicos que ha escuchado.
Un estudio de la Asociación Nacional de Publicistas estadounidense concluye que este año el tráfico falso en internet provocará unas pérdidas por valor de 7.200 millones de dólares (casi 6.500 millones de euros), aunque no hay datos específicos sobre las plataformas de música en ‘streaming’. Mientras las cosas no cambien, los defraudadores seguirán teniendo las puertas abiertas para desarrollar nuevas técnicas con las que conseguir fans algorítmicos.
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