La Policía denuncia a la furgoneta de Uber convertida en discoteca rodante en Ibiza
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Al darle al play se oye la voz de Matías Prats sobre un beat electrónico: “Llevan de fiesta cuatro días”. “Veinticuatro horas con una potente música al aire libre que se escucha a diez kilómetros”, dice justo después otra voz, femenina, también de noticiero. Parecen extractos de las entradillas con las que los informativos de televisión han explicado algunas de las raves más famosas que se han desmantelado durante los últimos años en España. Pero no; fuera de su contexto original, son el hilo conductor de un anuncio.
Las dos frases resultan lo suficientemente largas como para acompañar once segundos de planos fugaces. Una chica clica el logo de una furgoneta en la pantalla de su móvil, ella misma y tres amigas suben a esa misma furgoneta, la DJ del grupo se pone tras una mesa de mezclas, el resto baila con el culo sobre el asiento y los cinturones abrochados, una bola de colorines da vueltas encima de sus cabezas, cuando bajan se graban y se fotografían con un palo selfie. Escrita encima de las imágenes, una frase: “Reservas una Uber Party Van en Ibiza”.
La división española de Uber publicó el vídeo de esa fiesta el pasado 8 de agosto en su cuenta de TikTok. Objetivo claro: promocionar un servicio de taxi patrocinado por la discoteca Amnesia. En declaraciones a Diario de Ibiza, un portavoz de la Dirección General de Tráfico consideró que el servicio incumplía “el Reglamento de circulación, ya que genera distracciones y riesgo para la seguridad vial”. elDiario.es ha intentado recabar una valoración más amplia por parte de la DGT, pero el organismo estatal no ha respondido a las preguntas realizadas. El departamento de prensa de la Guardia Civil tampoco ha precisado si detuvo al vehículo en algún control durante las tres semanas en las que Uber lo utilizó para transportar clubbers hasta Amnesia.
En cambio, el martes 19 de agosto, apenas cuarenta y ocho horas después que hubiera terminado un servicio que comenzó el 25 de julio y se ofreció los viernes y los sábados entre las diez de la noche y la una de la mañana, el Ajuntament d’Eivissa confirmó que su policía local había denunciado a la discoteca rodante “por diversas infracciones”: “Uso del equipo de música del coche a volumen excesivo y maniobras peligrosas en la vía pública”. No especificó, sin embargo, la cantidad de las posibles multas.
El gigante tecnológico dice que cumplió la ley
El relato del gigante tecnológico es, sin embargo, el opuesto. Sus responsables de comunicación niegan que algún agente de tráfico les haya multado: “El servicio de Uber Party Van que finalizó la pasada semana cumplió con todos los requisitos legales. Durante los controles realizados, no se impuso ninguna sanción ni se detectó ninguna irregularidad, y el servicio continuó con normalidad. En un caso puntual, se pidió al DJ que bajara momentáneamente, pero la van continuó su recorrido con el DJ a bordo. Los viajes no fueron interrumpidos y los riders no fueron bajados. No se informó de ninguna sanción”. Y defienden la idea utilizando un concepto mercadotécnico: “Fue una activación de la que estamos muy orgullosos”.
Los famosos que participaron en la campaña (Cayetana Guillén Cuervo, Fonsi González Nieto), y que aparecen en otros vídeos difundidos por redes sociales, disfrutan dentro de la furgoneta como si estuvieran en la pista de un club que busca visibilidad extra para “mantenerse como la alternativa no comercial” al imperio electrónico que Yann Pissenem y la familia Matutes han erigido en la isla (Ushuaïa, Hï, [UNVRS]). Al rotular el logotipo de Amnesia en la carrocería de la furgoneta, el nombre de Uber se vinculaba al de una de las decanas de la escena ibicenca. También, a un negocio que ha tenido innumerables problemas por presunto fraude fiscal, consumo de drogas o repentinas muertes después de una noche de fiesta.
Para elaborar este reportaje, elDiario.es ha intentado conseguir una reacción por parte de los gestores de Amnesia, pero la respuesta aún no ha llegado. El pasado julio, justo cuando la música se prendió en la furgoneta de Uber, Stéphane Schweitzer, uno de los socios de la discoteca, explicaba así la idea en un artículo con enfoque comercial publicado en El Mundo: “Ibiza es mucho más que una isla. Es energía única, un estilo de vida en el que nuestra sala representa el alma de la fiesta desde hace casi medio siglo. La colaboración con Uber y la creación de la Van Party nos permite extender la magia del club más allá de nuestras puertas y ofrecer una experiencia que empieza incluso antes de llegar”.
'Uberizar', precarizar
La idea surgida hacia 2009 en Silicon Valley trastocó –tanto y tan rápidamente– las reglas del juego en sectores como el reparto de comida a domicilio o el transporte de pasajeros que alumbró el neologismo uberizar. La Real Academia de la Lengua Española no recoge –todavía– el término, pero la Fundación del Español Urgente ya le buscó definición en 2017: “El verbo está bien formado a partir del nombre de la empresa Uber Technologies Inc. La uberización hace referencia a las cada vez más numerosas plataformas de economía colaborativa en las que, gracias a internet y las nuevas tecnologías, unas personas ponen a disposición de otros particulares, sin necesidad de intermediarios, diversos bienes y servicios: una casa o habitación en alquiler, un trayecto compartido, un coche o una plaza de garaje”.
La puesta en escena resulta menos cooperativista. Si algún día entran en el diccionario, estas palabras podrían incluir segundas y terceras acepciones: en el lenguaje corriente, uberizar se ha convertido en sinónimo de precarizar a través de la desregulación.
Los coches negros de Uber empezaron a rodar por las carreteras de Eivissa hace menos dos años. Era diciembre de 2023, temporada baja. A las primeras de cambio, varias asociaciones de taxistas denunciaron que la nueva competencia cargaba clientes sin esperar, como mínimo, la media hora a la que estaban obligados por ley desde que se producía la reserva. Entonces eran solamente catorce vehículos. Uberizar también se gasta para describir cómo se diluyen las responsabilidades en la era del turbocapitalismo digital. Desde la tecnológica no especifican cuánto ha crecido su flota: “Uber no posee vehículos ni licencias VTC en propiedad, sino que ofrece un servicio de intermediación tecnológica entre los usuarios que desean pedir un viaje y los transportistas, ya sean flotas o autónomos que poseen una o más licencias VTC”.
Tantas VTC como taxis de toda la vida
En una entrevista reciente con Diario de Ibiza, Mariano Juan Colomar, conseller insular de Mobilitat, las fijó: “Hay cuatrocientas licencias de VTC, más que de sobra para dar un buen servicio”. Una cantidad casi calcada a la de taxis ordinarios, que se duplican durante los meses de verano gracias a las licencias estacionales. La masificación parece contradecir al conseller Juan. Los tres millones largos de turistas que recibe la isla cada año son un pastel jugoso: el Consell d'Eivissa y los cuerpos policiales siguen partiéndose el brazo contra un intrusismo que no cesa. Cuando los vehículos legales no dan abasto, asoma el garfio de los piratas.
La proporción entre coches blancos y negros es, no obstante, la gran patata caliente de la movilidad ibicenca. Quema desde hace años. A final de 2025 o principios de 2026, el Govern fijará unos cupos con la idea de consolidarlos como definitivos. La hemeroteca advierte: ciertos lobbies presionarán. En los meses previos a la entrada en vigor del servicio, al Consell d’Eivissa entraron miles de solicitudes para operar con una licencia VTC en la isla. Había runrún.
Fue en una entrevista concedida al digital La Voz de Ibiza justo antes de que los Uber empezaran a circular por la isla. Felipe Fernández de Aramburu, mandamás de la tecnológica en la Península Ibérica, afirmó que tan sólo en el verano de 2023, la aplicación de su compañía recibió “350.000 solicitudes” para contratar viajes ibicencos. Entonces todavía no podía ofrecerlos en un asfalto que lleva más de una década saturado. En un territorio –aislado– de 571 km2 hay registrados 160.000 vehículos a motor. Uno por habitante, en una relación un 30% superior a la media española, que ha provocado que se apruebe una ley para establecer un tope de vehículos foráneos. De momento, casi papel mojado: el Consell no puede aplicar muchas de las sanciones que impone a quien entra en Eivissa sin autorización porque la DGT no comparte los datos de las matrículas.
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