Hoy hace cinco años un joven vendedor ambulante que trabajaba en la calle desde los diez años, se prendía fuego a lo bonzo en Túnez después de que la policía le confiscara el carrito con el que vendía fruta.
Mohamed vivía en una humilde casa de estuco y de su trabajo dependían su madre, tío y hermanos. Quemarse a lo bonzo fue el acto de desesperación máxima de una persona que no veía ya futuro. Y paradójicamente su muerte, su no-futuro, propició grandes cambios en el futuro de millones de personas. En el mío sin duda, y probablemente en el tuyo también.
De hecho, cinco años después estamos a punto de vivir aquí algo directamente relacionado con la muerte de Mohamed: el próximo día 20 de diciembre se oficializará el fin del bipartidismo en el Reino de España.
El sacrificio realizado por Mohamed fue el catalizador de la Revolución Tunecina, que a su vez se extendió en aquello llamado la Primavera Árabe, que después saltó a Europa en Grecia y que en mayo de 2011 cristalizó en nuestras plazas en forma de acampadas populares (aquel fenómeno denominado como 15M). Tras golpear a España, la onda provocada por Mohamed llegó a los Estados Unidos: el célebre Occupy Wall Street. Y volviendo a nuestro país, el legado de Mohamed se diluyó en asambleas de barrio, Mareas y otros movimientos y demandas. Impregnó la política española de exigencias de transparencia, justicia social y democracia real, agitó la Constitución y este domingo acaba en nuestro Congreso destruyendo el bipartidismo con el que el PP y PSOE llevan 30 años decidiendo nuestro futuro.
Lo que más me ha emocionado de estos movimientos son estas tres cosas: la globalización de las protestas. El carácter no violento y transversal de estas y lo mejor: el hecho de que todo el mundo protestaba por exactamente lo mismo (cada uno con su situación y casuística, pero por lo mismo). Y además no protestaban solo por lo suyo, sino también por lo de los demás, por gente desconocida de cerca y de lejos.
Lo que nos unía a todos eran nuestras demandas. Gente como yo estaba en las calles en España protestando por lo mismo que Mohamed en Túnez, o que un joven participante en el Occupy Wall Street de Nueva York. Saltando nuestras grandes diferencias culturales y económicas, a lo largo y ancho del mundo todos queríamos y queremos lo mismo: tener una vida digna. Democracia. Justicia. Reducir las desigualdades. Un mínimo de dignidad, sólo eso.
Ha habido muchas otras y otros ‘Mohamed’ en estos cinco años. Algunos más han muerto y miles han resultado heridos. Algunos cerca de tu casa defendiendo a una familia a la que desahuciaban, por ejemplo. Tal vez incluso defendiéndote a ti que lees estas líneas. Para mí estos años han supuesto un impagable aprendizaje en lo común. En mirar al otro, respetar el disenso. Pensar en lo de todos. Y también en activarme como persona. Saltar del sofá. Exponerte. Hacer. He conocido estos años gente de la mejor. Gente que se la juega por nosotros cada día. Demócratas.
Veo estas elecciones del domingo no como un final pero sí tienen algo de punto y aparte. La política va a cambiar en España. Tras las autonómicas y los nuevos ayuntamientos gobernados por ‘ciudadanos’ ahora llega este tsunami al Congreso. Eso es un hecho. Y otro hecho es que sea el que sea el resultado ya nada será igual. Es importante lo del día 20, claro, pero no me cabe la menor duda de que hay que seguir haciendo política fuera de las instituciones. Yo lo voy a seguir intentando.
Quiero creer que el próximo día 20 entrará un trocito de Mohamed en el Congreso. Que entrará un trocito de todos nosotros.
Sobre este blog
Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.