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Suárez abrió la puerta a Fidel, con González compartió puros, con Fraga jugó al dominó y Aznar intentó derrotarlo

Fidel Castro y el entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, durante la partida de dominó que jugaron en el municipio de Láncara de donde proviene la familia de Castro, en julio de 1992.

Andrés Gil

Fue el primer jefe de gobierno europeo que visitó Cuba en viaje oficial.

En 1978, Adolfo Suárez viajó a La Habana invitado por Fidel Castro, y un año después España participó como observadora en la sexta cumbre de países no alineados celebrada en La Habana en 1979.

Estos gestos se interpretaron entonces como un intento de Adolfo Suárez de intentar dar un perfil propio a la recién reinstaurada democracia española en el ámbito internacional. El historiador Charles Powell, en España en democracia, apunta una interpretación más personal de Suárez para estos gestos, no sólo con Cuba, sino con la invitación oficial a Madrid a Yasser Arafat en un momento en el que medio mundo aún lo consideraba un terrorista peligroso. “No cabe subestimar el placer personal que le producía la posibilidad de mostrarse audaz y transgresor en cuestiones remotas y relativamente poco importantes para los intereses inmediatos del Estado español”, escribe Powell.

Sea como fuere, por ambición personal, por la búsqueda de un lugar en el mundo o por la apuesta por una tercera vía en medio de la Guerra Fría, lo cierto es que en 1978 Suárez se convirtió en el primer jefe de Gobierno europeo que realizó una visita oficial a la Cuba de Castro.

La relación con Felipe González fue distinta. Tampoco fue igual durante los 14 años que pasó González en Moncloa.

Los primeros años estuvieron marcados por una sintonía que hincaba sus raíces en la simpatía ideológica que se profesaban, aunque poco tenían que ver el castrismo y el felipismo. En todo caso, hasta tal punto llegó el interés inicial de todas las partes, que en febrero de 1984, apenas año y medio después de llegar González a Moncloa, recibió a Fidel Castro y al sandinista Daniel Ortega, que llegaron a Madrid en escala técnica, procedentes de Moscú donde habían asistido a las exequias de Yuri Andropov, expresidente soviético.

Dos años después, en noviembre de 1986, González realizó un viaje oficial de varios días a Cuba, donde Castro le impuso la orden de José Martí, una de las principales condecoraciones cubanas, en una ceremonia que tuvo lugar en el Palacio de la Revolución.

La buena sintonía entre ambos dignatarios, que compartían su afición por los puros, se prolongó hasta la salida de González de Moncloa.

La llegada de José María Aznar supuso un punto de inflexión. Pero no sólo por las relaciones de Castro con Suárez y González. Sino con el ex ministro de Franco, presidente de honor del Partido Popular y entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga.

Castro tenía raíces gallegas –su padre nació en Galicia–, y Fraga mucho afán de protagonismo y familiares que habían vivido en Cuba. Y dos dirigentes políticos antagónicos trazaron una relación singular que se concretó en un viaje de Castro a Galicia en 1992, cuando visitó el pueblo de sus antepasados (Láncara), plasmado posteriormente en un documental, 'Fraga y Fidel, sin embargo'.

¿Consecuencias políticas de la relación Castro-Fraga? Que el expresidente cubano excarceló en aquellas fechas por mediación de Fraga a una veintena de presos acusados de delitos “contra la seguridad del Estado”.

Pero con Aznar todo fue diferente. Hasta el punto de que en los últimos meses de la legislatura del líder del PP se celebraron manifestaciones en la Embajada española en La Habana, encabezadas por el propio Castro, contra el presidente español. ¿Los motivos? La beligerancia de los populares hacia Castro, muy aplaudida primero por la administración Clinton y más aún por la posterior administración Bush, que llevó a la Unión Europea a adoptar una posición común contra Cuba de dureza, aunque no tanta como pretendía Aznar.

Esa misma posición de dureza contra Cuba la trasladó Aznar al ámbito latinoamericano, como ocurrió en la Cumbre de 2000, en torno a una resolución contra el terrorismo.

Tres años después, en 2003, Castro participaba en una manifestación contra la legación española en La Habana con pancartas en las que se calificaba a Aznar de nazi por su política de oposición frontal al Gobierno de Castro y su estrechas relaciones con los opositores, tanto internos como los residentes en Miami.

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