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El bloqueo de Orbán al embargo al petróleo ruso agrieta la unidad de la UE ante Putin

El presidente ruso, Vladímir Putin, y el primer ministro húngaro, Viktor Orban, brindan en el Kremlin el pasado 1 de febrero.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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“Un país tiene a la UE de rehén”, ha dicho el ministro lituano de Exteriores, Gabrielius Landsbergis. “Puedes entender bien las preocupaciones que tiene Hungría, pero no es nada comparado con lo que los ucranianos están expuestos”, ha dicho Jeppe Sebastian Kofod, ministro danés de Exteriores. “No es una exageración decir que solo hay un país que continúa bloqueando el embargo al petróleo”, ha contado el ministro de Exteriores ucraniano, Dimitri Kuleba: “Existe un entendimiento entre los Estados miembros de la UE de que lo que está en juego es la reputación de la propia Unión Europea y también su unidad”.

Hace ya 14 días que la Comisión Europea comenzó a circular su propuesta de sexto paquete de sanciones a Rusia por la invasión de Ucrania, el primero que incluía sanciones al petróleo ruso. Pero la propuesta no termina de prosperar por el bloqueo de la Hungría de Viktor Orbán.

En el día de su toma de posesión tras su reelección, en el que ha sido felicitado por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, Orbán se ha mantenido firme. No sólo quiere una moratoria más allá de los dos años y medio que le proponen ahora sus socios, sino que quiere que el embargo excluya a los oleductos, lo que de facto dejaría a Hungría fuera del embargo. Y, además, pide entre 15.000 y 18.000 millones de euros para independizarse de los suministros energéticos rusos, según el ministro húngaro de Asuntos Exteriores, Péter Szijjártó, quien la semana pasada habló de costes de cientos de millones de euros. Este miércoles la Comisión Europea presenta su plan RePowerEU, con hasta 200.000 millones en inversiones, de las cuales puede ir el pellizco necesario para que Budapest levante el bloqueo al embargo al petróleo ruso.

Un mundo diferente

“No olviden los cambios estructurales ante los que estamos”, ha dicho el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell: “La guerra va a dejar detrás un mundo totalmente diferente, con una relación de fuerzas modificada, con equilibrios geopolíticos profundamente modificados. La geopolítica de la energía también va a cambiar de blanco a negro. No olviden la dimensión de lo que subyace. Es una de las dinámicas más importantes a las que nos hemos enfrentado. Nadie se imaginaba que íbamos a estar donde estamos ahora. Y ojalá las tres pruebas a las que nos somete la guerra, la guerra en sí, la legitimidad internacional y la resiliencia, sean pruebas de las que salgamos ganando”.

Con respecto al embargo, Borrell ha explicado: “La aprobación no estaba en el orden del día porque todos sabíamos que no estaba el expediente suficientemente maduro. Pero sí que dijimos: 'Hablémoslo entre los ministros para entender las causas, los problemas, las dudas, las dificultades'. Y las dificultades hoy tenían que ver única y exclusivamente con la dimensión técnica y el volumen económico implicado”.

“La posición de Hungría no ha sido en términos políticos, en términos económicos”, ha dicho Borrell: “No han hablado de su relación con Rusia. Han hablado de ese objetivo, pero lo han cifrado en términos económicos. El debate necesita de elementos de juicio más técnicos. Son cifras importantes. Pero el debate ha sido técnico, el coste y el tiempo que requería la adaptación para no importar petróleo ruso. Aplicar sanciones tiene un coste, tiene un coste que tampoco lo acabamos de descubrir. Las sanciones hacen daño a quien se sanciona, en primer lugar, y tiene efectos colaterales indirectos en quienes imponen esas sanciones. Se intenta buscar el equilibrio. El debate va a seguir, pero sí que queda claro un aspecto para todos en el Consejo: tenemos que acabar con la dependencia energética de Rusia, y se tiene que hacer gradualmente y a buen ritmo. Pero se tiene que hacer sí o sí. Los debates van a seguir para responder al cómo, al cuándo y a qué coste que tendrá que soportar cada Estado miembro”.

En este sentido, Hungría ha expresado en el debate, según Borrell, que su “adaptación tiene una dimensión. Por una parte, la estructura de la refinería de petróleo en Hungría y la capacidad de volumen del oleoducto, que es una inversión en infraestructura con un coste único en el tiempo para la prolongación del oleoducto. Eso es una inversión única en el tiempo, y luego hay un coste estructural permanente, que tiene que ver con la diferencia de precio entre el crudo ruso y otros crudos que cuestan más”.

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